37. Hablar con la mariposa

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Ragnak

Me siento raro y no digo físicamente porque mi cuerpo está bastante bien. No me ha venido la menstruación, mi pierna ya está mejor, mi cuerpo se siente en perfecto estado. Con lo que no me siento cómodo es con lo que pasó anoche ¿En qué estaba pensando? No importa, olvidaré el asunto con Lennard y me centraré en lo importante, hablar con Cosa y que me diga cómo cambiar.

Me levanto de la cama de mi carpa, me cambio el camisón y me pongo un vestido. En un futuro encontraré la forma de que alguien me preste pantalones ¡Lo juro!

Además... me sonrojo. Los vestidos son fáciles de sacar. No me agrada eso ¡Metió sus manos entre mis piernas! Debo concentrarme en otras cosas. Me revuelvo el cabello y salgo rápido de mi carpa.

—¡Ojos violetas! —grito cuando veo a Cosa en forma de chico moreno y acostado en suelo, mirando el cielo.

—Hola, cosita —Alza la mano y se sienta cuando yo hago lo mismo al inclinarme con él.

—¿Vas a ayudarme a cambiar?

—¿Por qué cosa debería auxiliarte? —Alza una ceja.

—¿Todos los metamórficos hablan así?

—Pues no sé, pregúntale a un coso que pasé por ahí, a mí no.

Bufo.

—Como sea ¿Qué quieres a cambio de que me enseñes a cambiar? Y no digas bebida gratis —le aclaro por las dudas y se ríe. Entonces se recuesta, pone la mano en su mejilla y se me queda mirando —¿Qué? Habla —exijo.

—¿Me das a tu novio?

—¿Qué? —expreso sorprendido.

—Ya sabes, el chico alto, castaño, ojos miel, sonrisa que enamora, todo un coso perfecto.

—¿Estás... —digo dubitativo —hablando de Lennard?

—Sí, de esos cosos no se encuentran fácilmente.

—Pues quédatelo, los imbéciles deben ir con los imbéciles —declaro aunque de algún modo me dolió lo que dije.

Me siento fatal por entregarlo en bandeja ¡Y no debería! Es un hombre, y ni siquiera es mi novio, ni mucho menos es Agatha, que es a la única que amo, aunque a veces confunda mi amor con dependencia o crea que es al revés.

—¿Segura? —Revolotea las pestañas el chico —Yo te vi muy acaramelada con él anoche.

Me sonrojo.

—¡Que andabas mirando, pervertido! —le grito.

—Bueno, bueno coso —repite y bufa —, no te alteres, te haré el favor solo porque vi tu intimidad sin querer, no fue mi intención ver sus cositas pero... ya ni modo.

—¡Genial, sí! —grito emocionado.

Se sienta dejando de estar recostado.

—Mira, ambos sabemos que no eres un metamórfico, pero si dices que cambias, es que de alguna forma lo haces, muchas especies se transforman por diferentes razones.

—¿Y por qué cambias tú?

—Porque mi piel es modificable, a los hombres lobos se les rompen los huesos y los vampiros cuando llegan a una edad determinada perfeccionan su capacidad de regeneración, son todos ejemplos para ti, ahora debes descubrir el tuyo, cosita.

—¿Cómo sabes tanto de eso?

—Porque también soy capaz de cambiar a ellos, por un tiempo determinado, entonces sé más o menos su función.

—¿Tienes un tiempo? —Me lo pienso —, a mí me dieron un tiempo la vez que volví a ser hombre.

—Ahí está la respuesta, te dieron ¿Quién te lo entrego?

—Una... —Hago una pausa —mariposa, lo hizo para ayúdarme.

—¿Y por qué no le pides a ella el favor?

—Lo haría, pero no sé cómo hablar con ese bicho.

Se lo piensa, poniendo la mano en su barbilla.

—¿Y puedo hablar con esa cosita?

—No creo, es invisible, aunque Lennard la ha visto, me lo dijo.

—Entonces me convertiré en fantasma y hablaré con ella ¿Qué cosa te parece?

Hago una pausa.

—Bueno... si tú lo dices.

Almas Perdidas #8Donde viven las historias. Descúbrelo ahora