Aunque la entrada al templo estuviera cubierta de moho, no le quitaba la belleza de los grabados de la familia real, aquella puerta tan llena de recuerdos ya lejanos a mi existencia.
Sabía, de algún modo, que mi compañero no vendría en un buen rato, tenía que aceptar el peso de mis decisiones y aceptarlas sin algún otro remedio.
Sabía que le dolía, pero no podía resolverle nada más.
Llevé una mano sobre la piedra que antes fue puerta y acaricié con la palma todos los grabados. El tacto me torturaba, haciéndome recordar, a cada segundo de cada toque, lo que viví hacía ya más de cien años atrás.
-No me regresará – murmuré un poco ida en mis pensamientos.
-De hecho, nada va a poder regresarte a mi época, mi querida Mel – oí repentinamente detrás de mí, al igual que el minueto del bosque comenzó a sonar delicadamente, trayéndome memorias de lo que fue el Hyrule antiguo.
Mi antiguo compañero me veía con una sonrisa algo rota al inicio, pero al verme de arriba abajo, supe que su sonrisa torcida era más por cómo todos estos años me habían tratado.
-Te dije que me dejaras atrás y lo intentaste – comenzó caminando hacia a mí – Pero todavía no dejas de culparte, tu conciencia recae en el nuevo yo ¿Lo olvidas?
-¿No que ibas a quedarte en las estrellas? – le reproché - ¿O eres algo que debo matar? – respondí con sarcasmo – Estoy un poco harta de los fantasmas de mi pasado.
Aquel rio un poco, tal vez demasiado, una sonrisa que reconocería en cualquier lado, en cualquier parte.
-Todavía tengo un par de cosas qué hacer aquí – dijo calmándose – enseñarle a mi reencarnación cómo pelear, por ejemplo, ya sólo le faltan un par de técnicas de las 7
-Oh, ya veo, así que rondarás por aquí un buen rato más.
-¿Tienes algún problema con eso?
-Tengo muchos, gracias por preguntar – hice un puchero, aquel lo consideró adorable sonriendo para mí y levantando su mano que, a diferencia del cómo se presentaba a mi compañero actual, no era esquelético, sino él, de mayor, con una armadura dorada sin casco.
Tomé su mano y entrelacé nuestros dedos, suspiré un poco, tragando saliva, sentí que volvía a ser feliz en unos pocos instantes, era como volver a volar en medio de un desierto sin agua, sin esperanzas a que yo pudiera volver a regresar.
-¿Me permites esta pieza? – preguntó el joven de ojos azules tan claros como el lago Hylia y poderosos como el corazón de un titán. El sonido del minueto del bosque seguía a un compás lento.
Reí y asentí apegándome a él en respuesta, no sabía cuánto duraría nuestro último encuentro.
Sí, ya sería el último, al menos... para tener esta cercanía.
-¿Dónde fue que aprendiste a bailar? – pregunté al borde de las lágrimas.
-¿Recuerdas las máscaras?
Asentí.
-Bueno, en uno de mis viajes por Termina, alrededor, había un maestro que me enseñó a bailar, tomé su máscara y enseñé su baile algo raro alrededor del mundo, luego, otra mujer, lejos de Termina, me enseñó a bailar, así como lo hacemos tu y yo ahora, tenía el cabello rojo y la piel morena. ¡Hasta se llamaba igual que la Diosa Din!
Le di una palmada en la espalda, a lo que él rio.
-¡Era Din! ¡Tú, niño tonto!
Ambos reímos, al compas de nuestros pasos lentos, nuestro baile era magistral.
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ATLOZ FANFIC. La viajera de otro mundo III. La princesa del crepúsculo.
FanficDime, ¿Alguna vez has sentido un extraño sentimiento de tristeza cuando el sol se pone? Dicen que es el único momento en el que los mundos se conectan... El único momento en donde se sienten los lamentos de aquellos seres que dejaron nuestro mundo...