37. Capítulo Final

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— Me gusta como tienes el cabello. —Jungkook bajó la mirada con una sonrisita de vergüenza, JeolMang lograba hacerlo sonrojar con cualquier comentario.

— Gracias.

— En serio, es mucho mas sexy. —bromeó ella con una sonrisa divertida.— Mejor que ese cabello de coco que tenías.

— Y... Ahí está. —rió Jungkook, ambos tenían risas silenciosas.— Intenté conseguir un color oscuro, ya sabes, para no resaltar mucho.

Ambos se quedaron un poco colgados en la mirada del otro, la pareja compartía unos ojos del color de la corteza húmeda, y a pesar de que ella entrecerrara los ojos, Jungkook aún podía ver el universo teñido de negro que ocultaban sus rendijas.

— Me parece una buena idea. —volvió a hablar ella, sólo para rellenar el silencio que parecía robarles el tiempo.— Yo no hubiera pensado diferente.

— Porque pensé en tí mientras lo escogía.

Eso le arrancó una sonrisa a la mayor, que por impulso alzó su mano hacia él, Jungkook la imitó, posicionando su palma sobre el contorno de la mano de la contraria. A pesar de ser pequeña, JeolMang poseía una finas y largas manos, producto de haber sido pianista en su adolescencia. Sus uñas recortadas al raz brillaban bajo la luz blanquecina.

Ambos sintieron el contraste de se temperatura corporal sobre la fría superficie ajena. Un poco de la pequeña y cuidada felicidad que mantenían se escurrió delante de sus ojos.

JungKook suspiró bajando la vista y sin apartar la mano. De repente era consciente de la distorsionada voz de su novia, del barullo a su alrededor y del ambiente en el que se encontraban.

— Amor... —JeolMang inclinó la cabeza para ver su rostro.

— No, enserio, hay que hacer algo. —susurró JungKook. JeolMang rodó los ojos.

— Sabes que...

— Pero algo tiene que funcionar! —exclamó removiendose en su lugar.

— Te prometo que algo se nos ocurrirá, pero aún es muy temprano, JungKook. —suspiró apoyándose en su palma. — Por hoy, disfrutemos año nuevo, si?

JungKook suspiró bajando los hombros.

— Si.

JeolMang sonrió sin muchas ganas, observando cómo su novio raspaba la madera de la mesa con sus uñas.

— Te traje un regalo de navidad. —soltó JungKook, luego sacó de su chaqueta un sobre blanco.

Bajo miles de ojos, la dejó sobre la mesa, ella miró la carta con curiosidad.

— De quien es?

— De tu abuela. —la vió fruncir el seño. — Te manda saludos desde Seúl, dice que dejes de dar vueltas y la vayas a visitar de una vez.

JeolMang rodó los ojos.

— Dile que ya iré, que todavía no termino mis asuntos aquí.— descartó con facilidad. — Te acomodaste ya a tu empleo?

El pelinegro había comenzado a trabajar en banco, en la parte de seguridad informática y manejo del personal especial. Realmente se había sacado la lotería con el puesto.

— Por supuesto que si. —le guiñó un ojo. — Sabes que adoro manejar el dinero.

— No vayas a meter la pata otra vez.— lo miró seria, luego le devolvió el gesto.

— Aguafiestas.

— Inmaduro.

— Amargada.

— Infantil.

— Ay, ya basta. —se cubrió las orejas JungKook, ella quiso darle un golpe.

— Digo en serio, es un buen trabajo, no lo eches a perder. —retomó el tema ella.

— Claro que no, amor. —dijo seguro de si mismo. — Voy a ahorrar por bastante tiempo y entonces podremos...

— Kook. —lo interrumpió ella, el nombrado agitó las manos e intentó formular alguna respuesta, luego se rindió y golpeó los puños sobre la mesa levemente.

— Tengo impotencia. —terminó por zanjar.

— Si, se nota. —comentó ella.

Su voz se redujo a un zumbido y JungKook supo que su tiempo se había acabado, soltó un gruñido tomándose el cabello y estampó el auricular del teléfono contra la mesa.

— Mierda!

JeolMang tiró su cabeza hacia atrás con rabia, exclamó algo que JungKook no pudo oír pero que leyó de sus labios como una protesta.

Los guardias de seguridad se acercaron a ella para llevársela, como todos los meses. JeolMang no se fué sin resistirse un poco, inclinándose sobre el vidrio y gesticulando un te amo con las manos sobre la superficie.

— Yo también te amo. —respondió Jungkook imitandola, pegándose al vidrio y siguiendo su mirada hasta el último segundo en el que la pudo ver.

Se quedó unos segundos mas sentado ahí, con la inútil esperanza de que la dejaran conversar un rato mas.

— Hijo... —el policía le palmeo el hombro, conociendo las costumbres del chico.

— Es año nuevo, ni siquiera quince minutos mas? —se quejó él, mirando como el hombre negaba.— Que desgraciados.

Sin mas se levantó, dejando el sobre en la recepción para que se lo entregaran a JeolMang después de un riguroso análisis.

Recorrió el pasillo húmedo de la prisión de alta seguridad hasta salir al estacionamiento, al pasar por el control volvió a analizar casi con precisión quirúrgica la manera en que lo palpaban y revisaban. No era nada nuevo.

Se sentó en el capó de su auto y sacó un chupetín que se llevó a la boca, guardando el envoltorio. Fumar nunca se le había vuelto a pasar por la cabeza.

Observó con recelo la penitenciara, pensó que tentador se le antojaba entrar con una gran metralla y sacar a JeolMang de ahí. Luego se recordó a si mismo que probablemente no hiciera ni dos metros antes de que su cabeza rodara por el cadalso.

Recordó las palabras que Marcella MClean les había dicho la primera vez.

Si no quieren cooperar, hay una linda penitenciaria de máxima seguridad a unos kilómetros de aquí, y estarán felices de recibirlos.

Al final, nada de eso había importado mucho, porque de todas maneras habían terminado los dos ahí, encadenados de una u otra manera a esa prisión.

Porque aunque no lo supiera, JungKook era un preso mas, que volvía mes por mes a su tortura rutinaria de ver al amor de su vida al alcance de su mano, pero imposible de recuperar.

— Feliz año nuevo. —dijo con ironía antes de arrancar el motor y largarse de ahí.

















Bueno, llegamos al fin de la historia de nuestros ocho chicos. Realmente amé escribir esto, representa muchisimas cosas para mi, y mas allá de que sea una historia totalmente ficticia, la escribi con cada sentimiento del pecho.
Muchísimas gracias por su apoyo, y aún tengo un par de sorpresas mas ;).

— Señor Satán.

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