Relatos, Cuentos y Azares

Un Conejo en el Librero

Y después de todo esto ¿Qué se supone que somos? Dime tú qué tanto sabes, después de tanta mierda ¿Qué? ¿Habrá un espacio en tu cartera para mí? ¿En unos años recordarás mi nombre? Entonces acepta de una vez por todas que mientes por naturaleza. No eres mejor que todos los que tanto te lastimaron, heridas que luché por borrar, cicatrices que intenté desvanecer para siempre, a las que te aferraste, a ellas más que a ti.

Y aunque este escrito es solo guiado por un odio insistente que desvanecerá en la mañana, es el momento que tengo para sacar de una vez por todas los rezagos de tu sonrisa tatuada en mí corazón, que olvidado late por capricho.

¿Qué estoy haciendo? No me entiendo maldita sea ¿Es esto una despedida? ¿Una carta para desahogarme? No, es una confesión, un testamento, una liberación del peso en mí alma, qué escribo a un fantasma, a un recuerdo, cielo santo, no entiendo, enserio no lo entiendo, hace tanto que te fuiste, y hasta el día de hoy puedo llorarte en letras porque en persona no he podido, algo me lo impide, quizá sea tu voluntad, quizá fue este tú último deseo mientras la luz de tus ojos se apagaba en esa camilla, condenar a este tu siervo, a llevarte a cuestas en la conciencia.

No lo voy a negar, te extraño, te extraño como un condenado, te veo en las calles, tu rostro me persigue y me encandila, me pierdo tras tu cabello nocturno y andar hipnótico que aparece se desvanece entre las multitudes. Ojalá estuviera escribiendo esto borracho, ojalá estuviera bajo el efecto de algo para así tener una excusa para estar así, pero no, no soy como los autores que tanto admiro, no soy, no soy.

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