cαριтυℓσ 28

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Narra Emma.

En todo el viaje nos quedamos charlando de cosas poco coherentes, de que tipo de ropa me pondría mañana o por ejemplo de que haríamos mañana. Ladeo mi cabeza mirando a Brando, muerdo mi labio inferior al tener una gran vista de cada una de las facciones de Brando. Llegué a descifrar en color carmesí que adornan sus carnosos labios, sus largas pestañas y sus bellos ojos negros lo cual adoro perderme.

- Emma- Su voz ronca me saca de mis pensamientos- ¿te gusta lo que ves?

Me sonrojo levemente y desvío la mirada hacia en frente- claro... pero no te presumas- una pequeña carcajada sale de sus labios lo cual yo también me uno a este juego de risas-

-Ya llegamos- murmura y aparca el auto, se baja y abre mi puerta, bajo y beso su mejilla-

Los candelabros dorados que colgaban sobre nosotros le daba el toque de elegancia al lugar pues todo en aquel espacio era muy formal ya sean las sillas, la mantelería, los cubiertos y las personas que se encontraban ocupando aquellos espacios que pronto quedarán libres. Un pequeño cosquilleo se hace presente en mi cintura en cuanto siento una mano pasarse por esta provocando que salga de mis pensamientos y ladee mi cabeza hacia un costado mirando a Brando.

-Por aquí, preciosa -pronuncia lento un con su voz ronca y con un leve todo de picardía en cada una de sus palabras, asiento sonriendo y comiemzo a caminar junto al mayor-

Unos cuantos pasos más para terminar por perdernos en un largo y oscuro pasillo lo cual al fondo se podía ver otro montón de mesas y personas ocupando estas. Mi ceño se frunce y nuevamente ladeo mi cabeza en dirección al mayor y al no encontrar su mirada vuelvo mi vista al frente. Algo me llamaba la atención de ese lugar, no eran las mesas, ni los candelabros y mucho menos la mantelería, eran aquellas personas que se se encontraban con sus matrimonios o con sus familias pero de vez en cuando cada uno de esos miembros de la familia volteaban su vista hacia cada persona atractiva que pasaba mirando con descaro sin importa la otra persona que tenía en frente o su familia lo cual estaba compartiendo esa misma mesa. No podía creer cuanto egoísmo puede llegar a existir en un lugar tan pequeño como este. Un pequeño chasquido me hace salir de mi trance nuevamente provocando que fije toda mi atención en él.

-¿Estas bien?, te note algo dispersa- pronuncia estirando su mano para que pudiera tomarla lo cual eso hago realizando una pequeña sonrisa-

-Tranquilo, sólo admiraba el lugar- nuevamente sonrío y el camarero del lugar se nos acerca para tomarnos los pedidos, Brando le dice lo que podríamos entra noche y el camarero se marcha.

Parte de la noche se basó en risas, muecas y chistes, parte de la noche Brando a estado al pendiente del teléfono y en cuanto miraba este su ceño se fruncia y su actitud cambiaba pero decidí no tomarle importancia puesto a que seguro eran problemas del Instituto o sólo era tarea. Salimos del lugar no sin antes pagar en la recepción y nos dirigimos hacia el estacionamiento donde el auto estaba aparcado, nos subimos a este y Brando nombra que se estaban quedando sin combustible por lo cual debíamos de ir hacia una gasolinera. Aparcando en esta, se baja del auto y comienza a cargar Gasolina en cuanto un mensaje llega a su teléfono anunciando con una pequeña melodía insoportable, lo tomo no sin antes fijarme en Brando y leo el contenido del mensaje quedándome boquiabierta sin poder creer lo que me encontré en el mensaje, mis ojos comenzaban a llenarse de lágrimas lentamente mientras que continuó leyendo el contenido del chat provocando que a lágrimas resbalen por mis mejillas, tiro el celular a un lado y salgo del auto comenzando a caminar. Mis zancadas demostraban enojo, frustración, desagrado y miedo, no pensé que llegaría tan lejos, no de esa forma, no él. Pude escuchar como pasos apresurados se aproximan tomándome por los antebrazos logrando que me diera vuelta y lo mirara.

-¡Eres un maldito bastardo!- murmuro enojada mientras que abofeteo su mejilla logrando que volteara su rostro a un costado tomando también su mandíbula- Felicidades, la has cagado- murmuro continuando con mi caminada-

-¡Emma! ¿qué sucede?- grita colocándose delante mío mientras que colocaba ambas de sus manos al rededor de mis mejillas-

-¿qué sucede? ¿que sucede? ¿Y todavía tienes el descaro de preguntarlo?- murmura irónica mientras que las lágrimas que caían por mis mejillas no paraban- sucede, que leí la maldita conversación por lo cual has estado cambiando estas últimas horas, sucede que no confías en mi lo suficiente como para decime, ¡sucede que eres un completo idiota y quieres que sea tu puto juguete! Te felicito, la has cagado y mucho, puedes irte con la zorra de Chelsi Y olvidarte de mi, después de todo lograste lo que siembre quisiste.

Quito sus manos y rodeo su cuerpo rompiendo en llanto mientras que a su vez escucho una maldición por parte de su boca, mis piernas comienzan a actuar por si solas corriendo hacia la casa donde estaba quedándome, una vez entrar a esta tomo mis maletas y comienzo a empacar todo lo que había traído, al terminar tomo mis cosas y salgo de la casa caminando hacia el aeropuerto, no podia creerlo, no esperaba eso de su parte, podré ser una exagerada pero en esos mensajes de texto habían muchos mensajes que no debían de ser enviados, mensajes que quizás podrían perjudicar a más de una persona, mensajes que duelen para la persona que le entregó toda su confianza a la persona que creía amar sólo por creer en una estúpida novela de amor.

Al día siguiente.

Era de tarde, me encontraba en la casa de mis amigas y mi teléfono no paraba de sonar, nuevamente lágrimas caían por mis mejillas, cada una de mis amigas me preguntaban que me había pasado, por que estaba de esa forma y por que había vuelto sola y sin Brando. Los teléfonos de mis amigas comenzaron a sonar, eran cada una de sus parejas por que Si, se habían puesto de novias con los amigos de Brando. Preguntaban si estaban conmigo o si sabían donde estaba pero les asegure a mis amigas que por nada del mundo dieran información mis, no quería que ellos supieran donde estaba para luego contarle a Brando, no quería cruzarme con él, me daba miedo, miedo por no saber como reaccionar, por volver a caer y por terminar por perdonarle pero si de algo estaba segura es que se merecía una buena patada en sus amiguitos.

Mi estupido niñeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora