Era un día soleado, pero poca de aquella luz podía entrar a través de aquellas persianas. Igualmente, la que entraba iluminaba pobremente aquella oficina en la que descansaba una mesa de madera de roble, encima de esta habían varios papeles, un teléfono y una pajita al lado de una pequeña montaña de cocaína. Tras aquella mesa, descansaba sobre su sillón de cuero aquel hombre, impasible. Mordiéndose las pocas uñas que le quedaban en la mano derecha. El teléfono sonó, dándole un leve susto y haciendo que se mordiera de más, causándole un leve sangrado que lo molestó. Decidido, cogió el auricular del teléfono fijo colocándolo en su oído y atrapando de paso algunos mechones de su rizado y acolchado cabello.
- ¿Diga? - preguntó con algo de molestia esperando respuesta - ¿Quién pregunta? - dijo, con desconfianza observando la decoración de su oficina, fijándose en algunas fotografías enmarcadas en las paredes -sí, estaremos ahí en diez minutos- habló con aquel acento que tanto lo caracterizaba, el acento de África. Una vez acabada la conversación, colgó el teléfono y revisó su reloj de pared sin mostrar ninguna emoción. Volvió a descolgar el aparato y marcó un número que conocía muy bien, pero lamentablemente saltó el contestador, repitió el proceso un par de veces más con el mismo desenlace, así que por quinta vez colgó el teléfono al recibir el buzón de voz como única respuesta -maldito ruso borracho- maldijo medio en broma para acto seguido levantarse de su sillón. Se acercó al cajón de un armario, y al abrirlo dejó ver un sinfín de armas de fuego, entre las cuales eligió una pequeña pistola con decoraciones doradas que decían "BubaStreet". Sonrió complacido al leer aquellas letras, pero debía de dejarse de tonterías, tenía un negocio por hacer. Cogió su abrigo, sus gafas de sol y la pequeña mochila de tirantes que siempre iban con él y guardó la pistola en el bolsillo interior de su chaqueta. Finalmente bajó hasta el garaje y allí se encontró con su buen Mustang negro, fabuloso a la hora de pasar desapercibido. Se subió al coche, prendió la radio y finalmente se marchó rumbo hacia un nuevo negocio.
Llegó a su destino con suma facilidad, ¿Cuál era este? Fácil, el puerto de Barcelona. Aparcó el coche en un lugar poco llamativo, pero antes de bajar comprobó que la pistola estuviera cargada, afirmativo. Bajó del automóvil, se dirigió al maletero y de este sacó un maletín marrón muy típico de las películas de gangsters. Una vez todo en orden se encaminó a paso rápido al lugar que le habían indicado. Una vez allí se encontró a varios hombres armados delante de una caja de madera de tamaño considerable.
-Buen día Don Patrón- dijo uno de aquellos hombres, pero este era diferente, este iba bien vestido con algunos anillos de oro en sus dedos, el llamado bajó levemente sus gafas de sol y miró a aquel sujeto con cautela -venga, acérquese Patrón, tengo la mercancía justo aquí- explicó palmeando la caja varias veces. El de tez oscura se acercó y entonces varios de aquellos hombres abrieron la caja con unas palancas mostrando su contenido.
-Cocaína- dijo fascinado aquel al que llamaban "Patrón".
-Y de la mejor calidad señor, la mejor de Colombia- explicó sobándose las manos impaciente.
-Eso lo diré yo Bronco- el de lentes cogió uno de los paquetes y rasgándolo levemente metió un par de dedos para impregnarlos del contenido, después esparció por sus dedos aquel polvo con su pulgar y finalmente olió con fuerza estos sintiendo leves cosquillas en la nariz, unos segundos después este asintió devolviendo el paquete a la caja -es buena Bronco- explicó entregándole el maletín. Una vez el de pelo corto lo tuvo entre sus manos, sacó una pistola de su bolsillo apuntando a la cabeza del moreno, este como reacción levantó las manos - ¿Qué significa esto Bronco? - preguntó con suma molestia -si bajas el arma y me pides disculpas haré como que nada de esto ha pasado- entonces los demás hombres apuntaron al mismo lugar que su jefe.
-No te lo tomes a mal Buba, son solo negocios, tú mismo lo sabes- tras decir aquello soltó una carcajada que hizo que el llamado Buba frunciera el ceño. Así que de una manera increíblemente rápida apartó el arma de Bronco y al mismo tiempo que se la quitaba de las manos apuntaba a este en la cabeza con su propia arma.
-Abajo las armas o disparo- explicó Buba con suma calma, aquellos que acompañaban al blanco apuntaron directos hacia aquel que amenazaba contra la vida de su jefe -diles que bajen las armas o te juro que esparzo tus sesos de gordo por el suelo- susurró serio para que solo lo escuchara su rehén.
-Ba... ¡Bajad las armas idiotas! ¡¿Acaso queréis que me mate?!- pidió Bronco con miedo en su mirada, acto seguido sus seguidores bajaron las armas lentamente y entonces Buba empezó a indagar.
"Cuatro tipos, cada uno con una pistola 9mm... Pan comido"
En un momento Buba le dio una patada en la espalda a su rehén enviándolo contra aquellos tipos, momento que aprovechó para coger un paquete de aquella droga y dispararle creando una neblina blanca, cosa que aprovechó para coger el maletín y correr a esconderse detrás de un contenedor de metal y sacar su otra pistola.
- ¿Señor está bien? - preguntó uno delo tipos recibiendo a Bronco entre sus brazos.
- ¡Olvidaos de mí, tenemos que irnos, ya tenemos el dinero, lo demás da igual! - en ese momento se fijó que aquel objeto ya no estaba en su rechoncha mano - ¡Mierda! - gritó colérico pateando una lata que había en el suelo - ¡Buscad a ese negro de mierda, matadlo y traedme mi dinero! - y así los cuatro soldados se dispersaron.
-Maldita sea Blasko, ¿Dónde estás?- preguntó Buba al aire, momentos después se separó del contenedor en el que estaba apoyado y sujetando un arma en cada mano suspiró para finalmente soltar una sonrisa confiada -que empiece la caza- segundos después salió de su escondite abriendo fuego a discreción obligando a los otros cinco a cubrirse donde pudieran, lastimosamente uno de ellos no llegó a tiempo a su trinchera y fue herido de gravedad, mientras tanto el de piel oscura se cubrió tras otro contenedor.
- ¡AGH...! ¡Duele! - berreaba aquel que fue alcanzado por la bala, de forma dudosa pero rápida uno de sus compañeros fue a tratar de socorrerlo trayéndolo tras su barricada.
-Tranquilo, estarás bien, no te muevas- decía tratando de detener el sangrado, pero finalmente aquel tipo murió.
-Es una pena- se escuchó una voz a sus espaldas helándole la sangre -pero tranquilo amigo, pronto te reunirás con él- de repente el negro se hizo presente.
Bronco logró llegar a donde estaba su coche. Debía irse de ahí cagando ostias, pero mientras trataba de abrir el vehículo con sus llaves estas le cayeron al suelo por culpa de sus tembleques, provocados por el miedo. Al agacharse para recogerlas se escucharon disparos y gritos, pero para su mala suerte, ninguno de los últimos pertenecía a aquel que conocían como Buba el Patrón. Con prisa se levantó del suelo y abrió el automóvil poniéndose al volante, y al tratar de encenderlo, no pudo -vamos, venga- decía muerto de miedo mientras trataba repetidas veces de encender el coche - ¡Bien! - felicitó Bronco al por fin poder encender el maldito automóvil, sintiendo una profunda calma cuando poco a poco se iba alejando del puerto -supongo que ahora tendré que irme del país- dijo fastidiado mientras trataba de centrarse en la carretera.
-Ese es un buen plan, tío- Bronco palideció al oír aquella voz en el asiento de atrás, lo último que hizo, pues acto seguido recibió un disparo en la nuca que manchó todo el parabrisas de sangre haciendo que el coche descarrilara, pero Buba logró saltar antes de que aquel vehículo se estrellara contra un poste de luz. Mientras el africano se levantaba observó con calma como el coche empezaba a prenderse en fuego haciendo que sacase su teléfono móvil, marcando un número sin quitar la vista de aquel que hasta hace poco era un aliado -Hola, soy yo... sí... haced que parezca un suicidio...- pidió con calma, pero poco después el coche explotó, haciendo que Buba se cubriera con la manga de su chaqueta -mejor que parezca un accidente, tío- corrigió censando la llamada. Y así Buba el Patrón volvió hacia su Mustang y, mientras el atardecer caía sobre las bellas calles de Barcelona, el Patrón miraba su asiento trasero viendo los trece kilos de cocaína y un maletín lleno de dinero. Así que volviendo la vista al frente sonrió de lado diciendo -la traición es buena a veces-
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Buba el Patrón. Reeditado
HumorLa idea de "Mafia" a cambiado radicalmente con el tiempo, pero todo lo que conozcas sobre este tema dará un giro de tuerca cuando el Cartel de BubaStreet, una Mafia diferente, llegue a la cima. Sigue las aventuras de Buba el Patrón, un negro cocain...