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La puerta se abrió estrepitosamente dejando entrar a varios agentes armados con escudos y pistolas. Buba y Blasko se echaron hacia atrás abriendo fuego con todo lo que tenían, al mismo tiempo el acompañante de Antonio tumbaba la mesa de billar tratando de cubrirlos a ambos. Lo extraño es que no saliese rodando.

Buba se cubrió tras la barra del bar, matando a varios agentes desde allí. Mientras tanto, por su parte, Blasko se enfrentaba de cerca armado con su botella rota y su pistola. Uno de los agentes trató de golpear al castaño con el escudo, pero ni siquiera pudo moverlo ni un centímetro, el policía miró a Blasko aterrado mientras el otro sonrió con confianza y de un movimiento rápido, apartó el escudo y le clavó la botella en la apertura del cuello haciendo un salpicadero de sangre. En ese momento el rubio de traje saltó por encima de su cobertura y abrió fuego con un revólver, matando así a varios agentes él también.

-No lo haces nada mal, tío- sonrió Buba al ver caer muerto al último agente.

- ¿Quién mierda eres tú? - preguntó Blasko con el ceño fruncido.

-Que descortés por mi parte- explicó guardando su revólver en el interior de la chaqueta de su esmoquin, sin dejar de mostrar aquella sonrisa que a Blasko le ponía nervioso -mi nombre es...-

- ¡Bruno! - llamó la voz de Antonio desde atrás de la mesa ahora llena de agujeros -ayúdame por favor- pidió arrastrándose por el suelo.

-Disculpad- dijo el ahora nombrado Bruno, acercándose a su jefe y sentándolo en la silla de ruedas - ¿Todo bien señor? - preguntó una vez todo estuvo correcto.

-Grazie, grazie, ya estoy bien- explicó con calma.

- ¿Has tenido algo que ver con esto Canelone? - preguntó Buba con un notorio enfado.

-Perfavore Patrón, ¿Pero ¿qué dice? Estoy tan sorprendido como usted- explicó el anciano.

- ¿Creéis que habrá más de ellos? - dijo Bruno mirando hacia la puerta, la duda fue resuelta cuando uno de los comunicadores de los policías empezó a sonar.

- ¡Alfa a Beta, repito, Alfa a Beta, ¿Me recibís? Estamos entrando vamos para ya- en ese momento se cortó la comunicación.

-Mierda- escupió el moreno molesto -Canelone, ¿hay otra salida? - preguntó de forma veloz.

-Eh... si, hay una salida subterránea en el bar, pero no tardarán en encontrarla- explicó asustado.

-Dejádselo a Blasko- dijo este recargando el arma.

-Te acompaño- explicó el rubio dando un paso al frente, mientras se encendía un cigarro con elegancia.

-No, Blasko puede solo- gruñó ceñudo.

-Blasko, tío, no hay tiempo para discutir, distraed a la pasma y marchaos, toma- le lanzó las llaves del Mustang y este las pillo en el aire -tomad mi coche e iros cuando podáis- ambos asistieron.

-Podríamos dejar al viejo, después de todo a él le queda poco tiempo de vida- explicó Blasko riéndose descaradamente, ofendiendo al susodicho y haciendo negar al Patrón.

-Jajaja, muy buen chiste Blasko- rio el rubio italiano.

- ¡Cállate italiano puto! - y tras aquello se fue de la sala, un segundo después Bruno se despidió y salió tras él.

-Nosotros también debemos irnos- explicó Antonio, Buba asintió y empujando la silla de ruedas se pusieron detrás del bar y allí encontraron una escotilla.

Ambos capos caminaron por varios minutos por lo que pareció ser las alcantarillas de aquella ciudad, Buba empujando la silla de Antonio el cual trataba de apartar la peste del lugar con su mano.

- ¿Como no notas este tufo? - preguntó el italiano asqueado.

-He visto, sentido y olido cosas mucho peores en África- explicó dejando pasmado al ensillado.

-Así que los rumores son ciertos...- susurró mirando al suelo -Buba el Patrón vino de África- el melenudo hizo un carraspeo de confirmación - ¿Cómo es allí? ¿Realmente es tan dura la vida como dicen? - preguntó mirando por encima del hombro.

-No me gusta hablar de mi pasado, así que, si puedes meterte tus preguntas por el culo mejor, tío- explicó mirando al frente, el de lentes transparentes miró al suelo apenado.

-Mis disculpas Don. Patrón- dijo cabizbajo.

Durante varios minutos ninguno de los dos habló, causando un silencio incomodo entre ambos.

- ¿Quién es ese tal Bruno? Sus habilidades con el revólver son impresionantes- preguntó el más alto de repente.

-Lo conozco desde hace años, es mi mejor hombre. Nadie es capaz de enfrentarse a él y sobrevivir- explicó orgulloso del joven.

-Vaya...- susurró él otro impresionado.

Blasko y Bruno estaban aún dentro del restaurante, no podían salir ya que la policía tenía rodeado el local - ¿Cómo vamos a salir? - preguntó Bruno pensativo.

-Blasko vio varias bombonas de gas en la cocina, tiramos unas cuantas, disparamos, bombonas hacen boom y corremos- explicó Blasko mirado por el cristal de la puerta del restaurante. En ese momento un ruido los alertó, ambos se acercaron al lugar encontrando a varios jóvenes escondidos en un cuarto de limpieza. Seguramente se habrían metido ahí, aterrados al ver a la policía entrar.

-Por favor no nos maten- pidió uno temblando.

-Creo que tengo una idea mejor Blasko- sonrió el rubio, este se acercó a los jóvenes y cogió a uno por el brazo, levantándolo del suelo y llevándoselo mientras este gritaba suplicando por su vida -coge al otro, los usaremos de rehenes- alzó la voz para hacerse oír entre los gritos del chaval.

-Blasko lo hará, pero no porque tú se lo digas italiano- explicó ceñudo cogiendo al otro chico.

Las puertas del restaurante Pasta Don. Canelone se abrieron haciendo que todos los agentes de policía apuntaran con sus armas hacia dicho lugar, expectantes de lo que pudiera pasar, de dentro salieron cuatro personas, dos de ellas armadas- ¡Si disparáis me los cargo hijos de puta! - gritó el castaño apuntándole a la cabeza a su rehén mientras avanzaba lentamente.

-Blasko Poliovich, deja ir a los rehenes y todo irá bien- explicó uno de los policías por un megáfono.

- ¡Ni se os ocurra tratar de liárnosla! - bramó Bruno - ¡Dentro hay más rehenes y si muere uno solo de nosotros dos, los mataremos a todos! - mintió confiando en que se lo creyeran.

-No hagáis nada de lo que podáis arrepentiros, decidnos que queréis y lo cumpliremos- bingo, se lo habían creído.

- ¡Por el momento solo queremos irnos sin que hagáis ninguna tontería! - explicó el rubio.

- ¡Y una botella de vodka! - pidió Blasko.

- ¡Y una botella de vodka! - repitió Bruno riendo levemente.

-La botella tardará un rato, pero no podemos dejaros ir- dijo el policía empezando a sudar.

- ¡Dígame agente ¿Acaso no le importa la vida de estos jóvenes?!- el llamado chistó molesto.

-Está bien, podéis iros, pero no matéis a los rehenes- el agente hizo un movimiento de mano y todos los demás bajaron sus armas.

-Bien, avancemos- ordenó Bruno empezando a caminar sin soltar a su rehén.

- ¡Eh! Yo quiero mi botella de vodka- se quejó Blasko con rabia.

-En otro momento te invito a una pero ahora no hay tiempo- explicó el italiano mirándolo sin ninguna emoción visible. Blasko gruñó por un momento, pero aquel chico tenía razón.

Buba el Patrón. ReeditadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora