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Abraham pasó la tarjeta magnética por la ranura, haciendo que la puerta acorazada se abriese con un ruido metálico que hizo eco en las paredes de aquel lúgubre lugar, caminó por los pasillos hasta que encontró el sitio al que quería ir -Zona_012- leyó la ranura con una sonrisa mientras entraba. El anciano quedó algo sorprendido al ver la escena frente a él, detrás del cristal reforzado podía verse a un Blasko en un estado peor que deplorable - ¿Ha hablado? - dijo acercándose a uno de los encargados, este apuntaba algo en un pequeño cuaderno.

-Negativo, hemos usado todo tipo de técnicas con él: dolor, hipnosis, aislamiento, hambruna, tortura, psicología. Nada- explicó ajustándose las lentes mientras observaba al ruso a través del cristal.

-Hágame caso, doctor Adrián, la psicología es inútil con Blasko Poliovich- explicó el anciano cruzado de brazos.

-Sí, lo hemos comprobado, cinco de mis hombres han sufrido heridas graves y quemaduras de tercer grado- explicó con total naturalidad, recibiendo una mirada cuestionadora por parte del anciano -no pregunte- fue lo único que respondió el de pelo castaño para luego coger un micrófono y hablar por él -Blasko, dentro de cinco minutos van a entrar tres de mis hombres en tu celda, tienes hasta entonces para hablar- explicó con voz amigable.

- ¡Que te follen! - gritó Blasko entre sus ataduras, entre las cuales había cuerdas, cadenas, candados, un bozal y curiosamente una correa de perro.

-Si no supiera de quién se trata me daría lastima- explicó Abraham cruzado de brazos. Blasko, como se ha dicho anteriormente, estaba en un estado horrible, tenía la nariz torcida, las uñas arrancadas, varios dedos rotos, cortes y moretones por todo el cuerpo.

- ¿Qué tal va? - preguntó una voz conocida para el mayor.

- ¡Bruno! - dijo sorprendido de verlo allí.

-Vaya... Bruno Carpaccio, por fin nos conocemos- dijo Adrián con ilusión fingida.

- ¿A quién debo el gusto? - preguntó de la misma manera el italiano.

-Perdón por mis modales- explicó arreglándose la bata -soy Adrián Mengele, un placer- dijo ofreciendo su mano, Bruno la aceptó sintiendo un dolor muy grande recorrer su cuerpo al sentir como aquel tipo apretaba su mano - ¿Algún problema? - preguntó con una sonrisa felina al ver la mueca que hizo el rubio.

-No... ninguno- explicó liberándose de aquel agarre, aún seguía muy adolorido por su combate con Blasko.

-Como le iba diciendo Abraham, no hemos logrado que la bestia hable- explicó el castaño dirigiéndose nuevamente hacia su jefe.

- ¿Con bestia te refieres a Blasko? - preguntó Bruno curioso.

-Bestia, monstruo, Blasko...- aquello último lo dijo con asco -llámalo como quieras, el resultado será el mismo- y tras aquello entraron en escena varios hombres de tamaño considerado - ¿Preparados? - preguntó el doctor a estos. Una vez entraron en la habitación los tres presenciaron un espectáculo que para muchos sería duro de digerir. Los gritos de dolor hacían que Abraham, que era un hombre que había visto de todo, se estremeciera sobre sus cansadas piernas.

-Dudo que la tortura le haga hablar- expuso el italiano con los brazos cruzados.

-Bruno, aunque no lo parezca el doctor Adrián es uno de los mejores psiquiatras del mundo, venido directamente desde Alemania -a pesar de los intentos del jefe de policía por hacerlo entrar en razón Bruno no cedió.

-Haced lo que queráis- dijo sin rodeos apoyándose en la pared mientras seguía fumando su cigarro.

- ¿Porque crees que no va a hablar? - preguntó el alemán aun mirando el "espectáculo".

Buba el Patrón. ReeditadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora