Gabriel termina disculpándose con Ema a última hora de la noche, conduciendo de regreso y tragándose su orgullo, aunque no le dice la razón del repentino cambio en su estado de ánimo. No es que su estado normal sea mucho mejor. A pesar de que ella es agresiva, critica y grosera, ella es su hermana. Es la única persona que queda en su vida y él nunca pretende lastimarla. Lo ha hecho demasiado y muy profundamente como para querer eso otra vez.
Entonces, termina aceptando llevarla a la fiesta, con la condición de que no tiene que hablar con nadie. Él estará ahí como su conductor designado y eso es todo. No tiene interés en unirse al resto del escandaloso grupo reunido en el lugar, hablando, riendo y cantando a todo pulmón festejando el logro de Agustín y Gastón.
Y se lo merecen. Realmente lo hacen. Ellos construyeron este lugar desde una edad muy temprana. Llegaron al pueblo hace seis años al alejarse de sus familias que los habían rechazado por su relación. Llegaron con los bolsillos casi vacíos cuando Agustín logró meterse en un juego de cartas. Dos horas después, había logrado ganar más de lo que alguna vez hubiera imaginado.
El papá de Gabriel, uno de los hombres estafados por el encanto de Agus, había amado su energía y su determinación. Así que les había ofrecido un lugar para quedarse. Vivían en la casa en la que ahora vive Gabriel. Gastón hacía trabajos ocasionales en el pueblo y Agustín mantenía el faro.
En poco tiempo, habían acumulado suficientes ahorros para obtener un préstamo y con eso lograron convertir un antiguo local en el centro, en el principal restaurante del pueblo. Cinco años después de la apertura, están ganando un premio que reconoce su esfuerzo. Gabriel está feliz por ellos, realmente lo está, pero ya no son parte de su vida. Son parte de la vida del viejo Gabriel y este nuevo no tiene derecho a ser parte de la vida de ellos. Han luchado demasiado duro para tener que soportar a este Gabriel en el que se ha convertido.
Se escabulle a una mesa desocupada ubicada en la parte de atrás tan pronto como él y Ema entran, manteniendo su bufanda y su gorro en su lugar a pesar del calor sofocante que llena el lugar de tantos cuerpos presentes. Mantiene la cabeza baja, esperando no ser notado. Incluso está sentando de espaldas a la puerta por si acaso. No quiere asustar a nadie.
—¿Te importa si me siento? — pregunta una voz suave y familiar.
—No serás un gran anfitrión si te unís al leproso— murmura Gabriel. No debería haber confiado en la promesa de Ema—. Pero sos el dueño. No puedo detenerte.
—Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que te vi— dice Gastón en voz baja, deslizándose hacia la silla frente a Gabriel—. Desde que te he visto en algún lugar, en realidad.
—No me gusta salir— dice Gabriel encogiéndose de hombros, manteniendo sus ojos desviados hacia sus propias manos debajo de la mesa.
—Te hemos extrañado, ¿sabés? — Gastón murmura, seguido del sonido de un vaso sobre la mesa.
—Yo no... — Gabriel comienza.
—Bebes. Lo sé— Gastón lo interrumpe. —Si levantas la vista de tu regazo, verás que es agua.
—Lo siento— Gabriel suspira—. Solo... hace mucho que no estoy cerca de alguien además de Ema.
—Lo sé— dice Gastón amablemente. Sus labios se inclinan hacia arriba en una sonrisa cuando Gabriel finalmente levanta los ojos. Se ve más viejo que la última vez que lo vio. Hay algo más maduro en él ahora, un refinamiento que no estaba allí la última vez que estuvieron en presencia del otro. Lo lleva bien. Es fácil ver por qué Agustín se enamoró de él, de ese chico con la mandíbula dura y los ojos suaves—. Eso es exactamente lo que estaba diciendo. Ha pasado un tiempo desde que te vi, rulitos.
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Luz de Guía
Romance-ADAPTACIÓN- A Gabriel no le importa estar asilado. Pasa sus días solo y se ha acostumbrado a ello. De todas formas, nunca le gustaron las personas. En realidad le gustaban pocas personas, solo había una a la que él realmente quería, y todas ellas s...