—¿Por qué parecés que alguien le disparó a tu cachorro? —Fausto pregunta, tomando asiento junto a Gabriel en la cocina.
—Soy más una persona de gatos— Gabriel murmura las palabras—. Renato me despertó cuando se estaba arreglando y no pude volver a dormir.
Extraña despertarse con Polo y Lambda, extraña pasar un buen rato en la cama, seguido de un buen momento en la ducha y luego la taza de café perfecta. Polo hace el mejor café, Gabriel no ha hecho sus propio café en tanto tiempo que prácticamente ha olvidado como. La primera taza quemó su boca, y la segunda fue demasiado dulce, y esta no duró lo suficiente por lo que es básicamente agua caliente, azúcar y crema. Hoy no ha tenido un buen comienzo.
—Ni siquiera me di cuenta de que se había ido hasta que me desperté y la cama estaba vacía— dice Fausto encogiéndose de hombros—. Debes tener el sueño ligero.
—No, solo dormís como muerto— Gabriel regresa—. Te he visto dormir a pesar del sonido de una alarma contra incendios que sonaba a pocos metros de distancia.
Y Gabriel desea tanto decirle la verdad, quiere decirle a Fausto que no se habría despertado de todos modos, porque Renato nunca estuvo cerca de él antes de irse esta mañana. Se despertó en la cama de Gabriel, no en la de Fausto, y llevaba a la ropa de Gabriel para no tener que ir a la habitación de Fausto, y se despidió de Gabriel y no de Fausto. Pero eso no ayudará en nada. No hará que Renato se enamore de Gabriel, no aliviará los hombros tensos, la espalda tensa y el corazón adolorido de Gabriel, y no hará que esto sea más fácil para ninguno de los tres.
Así que Gabriel lo mantiene simple, deja que Fausto piense que solo se trata de como duerme, y deja que el resto se vaya antes de que se forme en su lengua.
—Estaba pensando en ir a recoger algunas cosas para el departamento— dice Fausto levantándose para encender la cafetera.
—Y querés tomar prestado el auto— Gabriel adivina.
—En realidad, me preguntaba si te gustaría venir conmigo— ofrece Fausto.
Y, bueno, no hay una buena respuesta para eso. Porque la verdad es que Gabriel preferiría empujar un cuchillo en cada uno de sus ojos que pasar cinco minutos solo con Fausto, pero no puede decirlo.
Así que se conforma con decir: —Voy a ayudar a Gastón y Agus en el restaurante antes de abrir, y luego tengo que llevar a Nico a su cita. Hoy no tengo tiempo, pero, si esperas a que Renato haya dormido, entonces les prestaré mi auto y ustedes pueden ir.
—¿No me confias tu jaguar? —Fausto se ríe.
—No— Gabriel dice sin rodeos—. Apenas confío en que Renato lo conduzca, y él es mejor conductor que yo. Él es la única otra persona que dejé conducir. Ni siquiera dejaría que mi hermana lo usará, mi auto es lo primero que compré con mi fondo cuando cumplí los dieciocho años.
—¿Qué tan rico sos? —Fausto pregunta.
—Lo suficientemente rico como para ni siquiera saber mi valor neto.
—¿Entonces por qué te molestarías en laburar en un restaurante tan simple como en el de Agus y Gastón? —Fausto resopla—. Parece algo que no haría alguien como vos.
Gabriel esconde sus manos debajo de la mesa para evitar golpear a Fausto.
—Ellos han laburado muy duro para construir ese lugar desde literalmente nada.
—No se trata del lugar— dice Fausto encogiéndose de hombros—. Me gusta. Es sobre vos. Siempre has parecido un poco, no sé, un concheto engreído y superior. Ahora sé que sos un Gallicchio, entiendo por qué. Simplemente me sorprende que te molestes en hacer algo así cuando claramente no tenés que hacerlo.
ESTÁS LEYENDO
Luz de Guía
Romance-ADAPTACIÓN- A Gabriel no le importa estar asilado. Pasa sus días solo y se ha acostumbrado a ello. De todas formas, nunca le gustaron las personas. En realidad le gustaban pocas personas, solo había una a la que él realmente quería, y todas ellas s...