Gabriel jadea cuando se levanta de la cama, cubierto de sudor y sollozos. Eso no tiene sentido. No llegó al final del sueño. No lo terminó, y siempre lo termina. Cuando su respiración comienzan a nivelarse, se da cuenta de que los gritos que está oyendo no son los suyos. Son de Renato.
Renato está en la casa de Gabriel, en su cama y casi se ahoga con lo fuerte que está llorando mientras duerme.
Gabriel lo sacude por los hombros, y el castaño se levanta y pregunta: —¿Peter?
—Soy Gabriel— le dice a Renato en voz baja.
Renato exhala, agarrando el collar que cuelga debajo de su remera. —¿Te desperté?
—No importa. Necesito levantarme de todos modos— Gabriel murmura—. ¿Estás bien?
—Estoy bien— suspira Renato, aunque la forma en que él abraza sus rodillas contra su pecho no está de acuerdo. Gabriel no lo presiona, no cree que tenga la moderación de preguntar de quién era el nombre que tenía en la punta de la lengua cuando despertó, por lo que simplemente se recuesta y se da vuelta. —¿Te importa si me baño primero?
—Dale— Gabriel está de acuerdo. Sabe que no es por eso que Renato quiere salir corriendo, por qué se levanta de la cama y corre hacia la puerta tan rápido, pero no le importa. Si Renato necesita llorar solo, entonces Gabriel no lo va a detener.
—Te dejaré un poco de agua caliente— dice Renato rápidamente antes de que la puerta se cierre detrás de él.
Gabriel resopla con eso. Es un viejo hábito de cuando vivían juntos. Renato siempre se aseguraba de darse un baño rápido, porque Gabriel odiaba que sus mañanas no comenzaran con una ducha caliente. Sin embargo, no ha tenido una ducha caliente desde el hospital. Ya no ayudaría a su estado de ánimo, por lo que nunca arregló el calentador del agua. Renato no lo sabe, y ese pensamiento solo aparece en Gabriel después de unos minutos en los que definitivamente no está pensando en Renato en su baño.
Corre hacia la puerta y la abre, gritando: —No hay agua caliente.
Sin embargo, es un segundo demasiado tarde, y Renato ya está a medio camino, aullando y moviéndose hacia atrás. Gabriel apenas logra atraparlo, salvándolo de romper su cabeza en el piso de piedra.
—¿No podías haberme dicho eso antes de que entrara? —Renato gruñe, empujándose fuera de los brazos de Gabriel y girando su rostro—. ¿Fue venganza por despertarte?
—No— Gabriel dice, sacudiendo la cabeza y desviando los ojos al suelo. Ya ha visto desnudo a Renato mucho más de lo que necesita. No está ayudando en nada—. Solo lo olvidé. Yo ya estoy acostumbrado, y tardé un minutos en recordarlo.
—Vos te bañarás primero. Tuve suficientes duchas frías. Voy a hacer café. Necesito algo caliente para comenzar mi día.
Se envuelve una toalla alrededor de su cintura y sale del baño, dejando a Gabriel en silencio. Renato es una persona mañanera y siempre lo ha sido. Es inaudito verlo así sin provocación. Sin embargo, dos años cambian a una persona. Gabriel lo sabe mejor que nadie. Así que decide no perseguir a Renato, no molestarlo más de lo que ya ha hecho, porque no quiere hacer que estos pocos días sean más difíciles de lo que ya van a ser.
Cuando finalmente sale del baño, a la única que puede ver es a Amanda. Está sentada en el borde de la cama, agachada y moviendo la cola como si estuviera al acecho. Gabriel no ve lo que está cazando hasta que se levanta de la cama. Se mueve tan rápido como un relámpago, y hunde sus garras en el pie de Renato antes de que Gabriel pueda decir algo. Renato está de espaldas, y grita, seguido de un fuerte sonido y otro grito de dolor.
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Luz de Guía
Romance-ADAPTACIÓN- A Gabriel no le importa estar asilado. Pasa sus días solo y se ha acostumbrado a ello. De todas formas, nunca le gustaron las personas. En realidad le gustaban pocas personas, solo había una a la que él realmente quería, y todas ellas s...