Capítulo 17

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Gabriel se despierta con la suave presión de algo contra su mejilla, agitándose, ligero y cálido. Para la mayoría de las personas, eso sería una buena manera de despertarse, pero Gabriel vive solo, así que es bastante sorprendente. Se tambalea con un grito y casi se muerde la lengua cuando su frente choca con algo duro.

Hay un segundo grito de dolor que proviene de alguien que no es Gabriel, y sus ojos se abren de golpe mientras su cerebro se reorienta. Renato está acá, actualmente agarrando su propia frente y haciendo una mueca. Renato está acá, y Gabriel le pidió que se quedara. Le pidió a Renato que se quedara.

—Bueno, que manera tan agradable de decir buenos días— dice Renato frotándose la frente.

—¿Qué estás haciendo? —pregunta Gabriel, acercándose el dedo a la mejilla para frotar donde aún se conserva el calor del toque de Renato.

—Yo, uh, estabas llorando— Renato murmura, de repente sonrojándose con un profundo rojo escarlata—. Estabas llorando mientras dormías.

—¿Te desperté? — Gabriel suspira—. Lo siento.

—He estado despierto desde hace un rato— dice Renato, su sonrojo pateando otra mueca—. Solo... no quería ver manchas de lágrimas en tus mejillas. Me estaba deshaciendo de ellas.

—Entonces, ¿por qué estás tan...?— Gabriel suspira al darse cuenta de por qué Renato se avergüenza—. No estabas usando tu dedo, ¿verdad?

—No— gime Renato, cubriéndose la cara con las manos—. Lo siento. Sé que no debería haber hecho, yo solo... no lo sé.

—Está bien— dice Gabriel, agachando la cabeza para ocultar un ligero rubor. Porque de alguna manera es lindo que Renato estuviera besando sus lágrimas. Ligeramente extraño, pero lindo—. Tal vez la próxima vez que uno de nosotros bese al otro, podemos estar conscientes y sobrios.

—Conscientes y sobrios suena bien— Renato asiente, saliendo de la cama—. Voy a ir a hacer algo hasta que esto ya no sea tan vergonzoso.

—No hay exactamente muchos lugares para que vayas en esta casa—señala Gabriel.

—Voy a ver que puedo hacer con el calentador roto en la otra habitación— le dice Renato—. Este lugar podría empezar a darme claustrofobia.

—¿Viviste en un bote y decís que mi casa es claustrofóbica?

—Ese es exactamente mi punto— dice Renato—. Vivir en tierra tiene ciertas ventajas. El espacio vital es una de ellas. Este lugar se siente más apretado que el barco.

—¿Y qué te hace pensar que me mudaré a esa habitación? —pregunta Gabriel—. ¿Cuántas veces tengo que decir que estoy bien con mi vida como está?

—No dije que tuvieras que mudarte— Renato se encoge de hombros—. Podrías quedarte acá si querés. Pero podrías usar esa habitación como mucho más que un lugar donde almacenar cosas. Como una biblioteca o incluso una área de entretenimiento para que no tengas que guardar todo eso acá. Solo te estoy dando opciones. Además en algo necesito gastar mi tiempo, y no me gusta dejar algo roto cuando se puede arreglar.

—¿Es... es eso lo que queres conmigo? —Gabriel pregunta débilmente, tirando de sus piernas hacia su pecho—. ¿Arreglarme?

—No necesitas ser arreglado, Ga— murmura Renato, cruzando de nuevo a la cama—. No quiero cambiarte, Gabi. Si estás contento con quien sos, entonces lo apoyaré. Y si queres cambiar las cosas, también lo apoyaré. Quien sos no es para que nadie, excepto vos, decida.

—¿Por qué los demás no pueden ver eso? — Gabriel suspira, enterrando su rostro en sus rodillas.

—Solo quieren lo mejor para vos, Ga— Renato dice suavemente, pasando sus dedos por el cabello de Gabriel—. Ellos también perdieron a alguien en ese accidente. Y antes de que lo digas, no me refiero a tus viejos. Quiero decir que te perdieron a vos. Y piensan que si se esfuerzan lo suficiente, pueden tener al viejo Gabriel. No entienden cómo algo como esto cambia a alguien. No entienden que no podes ser la misma persona que eras antes. Pero tampoco lo has hecho fácil para ellos, Ga. No estoy diciendo que te equivoques por querer vivir tu vida como lo haces. Lo juro que no. Solo digo que quieren ser parte de tu vida, y seguís alejándolos. Eso solo va a hacer que luchen más duro. La gente es así.

Luz de GuíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora