Capítulo 25

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—¿Podemos fingir que la tormenta todavía es lo suficientemente fuerte como para justificar quedarnos en casa? —Gabriel suspira cuando sale del baño después de su ritual matutino para encontrar a Renato masticando tostadas y acariciando a Amanda.

—Ha dejado de llover, así que lo dudo, Ga— Renato se ríe—. Pero es probable que tengas una hora más o menos antes de que la niebla se despeje lo suficiente como para que podamos salir, si eso ayuda.

—No lo hace— Gabriel se queja, tomando la taza de café que Renato le ofrece y sentándose. Realmente debería vestirse, porque en realidad hace un poco de frío, pero usar nada más una toalla húmeda esa solo una forma más de arrastrar los pies para evitar esa reunión—. Necesito días para prepararme para ver a Ema, y eso es en circunstancias normales. Esto no es una circunstancia normal.

—Haces que parezca que le estás diciendo que tenés cáncer o algo así— murmura Renato —. No tenemos que decirle que lo intentaremos si no estás listo.

—No— dice Gabriel con un giro de sus ojos—. No es que no quiera decirle. Vos lo sabés. Solo tengo que averiguar cómo explicar todo. Ni siquiera le he dejado decir tu nombre a mí alrededor durante dos años. Literalmente has sido un tabú.

—Entonces no tenemos que decirle— Renato ofrece de nuevo.

—Quiero decirle— Gabriel dice con firmeza—. Esto es importante para mí, y quiero decirle.

—Entonces, ¿por qué importa que esto sea incómodo? —pregunta Renato—. ¿Por qué importa lo que ella piense acerca de que estemos juntos?

—Porque ella es todo lo que he tenido, Renato— Gabriel le responde—. Mis viejos están muertos, y el resto de mi familia me rechazó después de que los maté, y también rechazaron a Ema cuando decidió no presentar cargos por el accidente. Ella misma dirige el negocio familiar, porque no puedo ayudarla. Ella ha estado acá para mí cuando no tenía a nadie más. Le debo todo a ella, porque es la única persona que se ha preocupado por mí durante dos años, a pesar de que le quité a nuestros padres.

La voz de Gabriel se reduce a un susurro antes de que termine con: —Es importante lo que ella piense de nosotros porque, cuando me dejes de nuevo, entonces ella será todo lo que me quede.

Renato no dice nada. No sale un solo sonido de sus labios mientras se levanta de su asiento, llevando a Amanda con él mientras se dirige a la puerta del dormitorio.

Eso es todo. Una pelea, y Renato está dispuesto a renunciar a ellos. Gabriel no está realmente sorprendido. Lo estaba esperando con el tiempo, esperando que Renato se diera cuenta de que Gabriel no valía todo esto y rompiera las cosas entre ellos, pero esperaba que pudiera tardar un poco más. Esperaba que el límite de Renato fuera más de dos días. No está sorprendido, pero está un poco decepcionado.

Las primeras lágrimas comienzan a salir de sus ojos cuando escucha que la puerta se cierra. Sin embargo, no llegan muy lejos, su progresión se detuvo en sus pómulos por las ásperas almohadillas de dos pulgares limpiándolos, y Gabriel gime por la sensación cuando Renato alisa su cicatriz.

—Ya has llorado suficiente por mi culpa.

—¿Por qué estamos haciendo esto? —Gabriel suspira—. Ambos sabemos cómo va a terminar. La tormenta ha terminado y, cuando salgamos de esta casa, todo lo que hemos atrapado se disipará. Te marcharás de nuevo una vez que no estés obligado a quedarte.

—No voy a ninguna parte, Ga— dice Renato con suavidad, inclinando la cabeza de Gabriel hacia arriba—. Te lo prometo.

—Has roto las dos últimas promesas que me hiciste— murmura Gabriel—. Prometiste no llamarme Ga, pero de todos modos lo hiciste. Prometiste que hablaríamos por la mañana, pero te fuiste. ¿Cómo puedo confiar esta vez?

Luz de GuíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora