Capítulo 8

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¡Tato!Grita Gabriel, tropezando fuera de la puerta del baño—. Necesito algo para el dolor de cabeza.

No hay respuesta. Normalmente, a Gabriel no le importaría cuando su cabeza palpita de esta manera, pero el silencio en el departamento no se siente bien. Renato no ha tenido la mejor racha últimamente, ha tenido que soportar la muerte de su padre y su novio dejándolo literalmente justo antes del funeral. Gabriel ha estado tratando de mantenerlo estable, recordándole que no está solo y que nunca lo estará mientras el rizado tenga aire en los pulmones. Sin embargo, no ha funcionado tan bien como le gustaría.

El funeral del papá de Renato había sido organizado por Gastón y Agustín, y había asistido casi todo el pueblo durante todo el día. Gabriel había decidido que no era suficiente. No fue suficiente para Renato. Necesitaba algo más cercano. Algo más privado.

Así que, la noche anterior habían tenido su propia despedida, solo para los dos. Gabriel había tomado del restaurante unas cuantas botellas del whisky favorito del papá de Renato, diciéndole a Gastón que lo cargara a su cuenta. Había arrastrado a Renato a la sala desde su cama y pasaron toda la noche recordando a su padre.

Al menos, Gabriel piensa que es así como pasaron la noche. No recuerda mucho después de los primeros diez shots. Lo que si recuerda fue estar mucho más consiente de Renato antes de perder la noción del tiempo. Y eso es realmente peligroso cuando escondés un secreto como lo hace Gabriel. Aunque tenía que arriesgarse. Tuvo que intentar comunicarse con Renato, porque el castaño es todo su mundo. Él es lo único que mantiene a Gabriel cuando quiere darse por vencido, y justo él quiere tratar de hacer lo mismo con Renato.

La cama del castaño está vacía cuando Gabriel abre la puerta. Eso, en sí mismo, no es tan inusual. Renato duerme en el sofá todo el tiempo. Lo que es inusual es lo que falta además de Renato.

El marco que contiene el collage de fotos que Renato ha colgado sobre su cama está colocado sobre el colchón y al menos la mitad de las imágenes faltan. Los cajones donde guarda su ropa están vacíos, y el par de botas favoritas de Renato se han ido de su lugar al lado de la cama, y el reloj de su papá no está en la mesita de al lado.

Y Gabriel quiere mantener la calma, quiere creer que hay una razón racional detrás de todo esto. Tal vez Renato decidió mudarse a la casa de su viejo por un tiempo. O tal vez Gabriel se ha esforzado demasiado y Renato necesita un poco de tiempo lejos de él. Pero no hay mensajes en su teléfono provenientes de Renato. No hay indicios de dónde está o cuándo volverá.

Llama a Gastón y a Agustín, pero ninguno de ellos responde. Él no está sorprendido. Todavía es temprano, justo después del amanecer. Gabriel ni siquiera se habría levantado aun si no hubiera tenido que correr al baño después de que su estómago hubiera decidido que tenía que estar vacío. Tendrá que ir a buscarlos.

Encuentra un pedazo de papel pegado a su pie cuando baja la vista. Quizá estaba pegado en la puerta, lo tumbó y debió haberlo pisado antes, cuando salió corriendo hacia el baño. Espera y reza antes de darle la vuelta que todo vaya bien, pero se ahoga con un sollozo cuando lee las pocas palabras que Renato ha escrito.

Él está fuera de su habitación antes de que la nota pueda tocar el piso, y fuera del edificio antes de que pueda procesar que solo viste un bóxer, y no es que le importe. No, esto es mucho más importante que unas pocas personas que lo ven luciendo como un desastre. Porque, si tiene razón, si esto realmente está sucediendo, entonces tendrá que acostumbrarse. Ser un desastre será su estado permanente.

El departamento que comparte con Renato está a pocas cuadras del puerto, por lo que llega en minutos. Aunque no es lo suficientemente rápido. No está seguro de cuando se fue Renato, cuando llevó todo hacia su velero y salió de ahí, pero Gabriel cae de rodillas cuando llega al final del muelle, explorando el horizonte en busca de Renato.

Luz de GuíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora