Capítulo 10

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La estación de autobuses está casi vacía cuando Gabriel entra, hay una persona que duerme detrás del mostrador y otra sentada en un banco en la parte de atrás. Es él. Es a quien Gabriel está buscando, y su ira se agranda de nuevo tan pronto como lo ve.

—¿Qué demonios te pasa? — Gabriel dice, metiendo las manos en la campera de Fausto y arrastrándolo fuera de su asiento solo para clavarlo en la pared.

—Hola a vos también, Gabi— Fausto dice a través de una mueca de dolor.

—Te hice una pregunta y vas a contestarla— gruñe Gabriel—. ¿Cómo pudiste hacerle esto? ¿Cómo pudiste hacerlo hoy?

—No puedo seguir con eso— murmura Fausto—. No estoy... no soy yo ¿de acuerdo? No puedo quedarme para esto. No puedo ayudarlo con esto.

—¡Él te necesita! — Gabriel sisea—. Necesita al hombre que ama para que lo apoye mientras entierra a su viejo. Si no podés estar para él después, si necesitás irte mañana o pasado, porque sos un egoísta, entonces está bien. Pero hoy no, él te necesita hoy.

—Nunca he sido yo lo que necesita, ¿no? — Fausto se burla—. Yo era su novio, pero vos sos lo que él necesita. Siempre has sido vos.

—Cortala, Fausto. No sé qué clase de ideas estúpidas tenés en esa cabeza inútil, pero él se merece algo mejor. No podés cortarlo y correr de esta manera.

—¿Por qué te importa? — Fausto pregunta, su voz aguda y peligrosa—. De todos modos nunca te gusté.

—No tenés que gustarme— Gabriel resopla—. Por alguna razón, él te ama y eso es lo que importa.

—Tendrás tu oportunidad ahora— Fausto se burla—. Podés saltar y finalmente tenerlo para vos, como siempre quisiste.

—No sabes de lo que estás hablando.

—¿A quién crees que estás engañando? — Fausto resopla—. Podés hacerle creer que no estás enamorado de él, pero yo no soy tan fácil de engañar. Lo he sabido desde el primer día.

—No estoy enamorado de él— Gabriel chasquea, tirando de Fausto hacia sí mismo para golpear al bastardo contra la pared. No le importa mucho el dolor de la mirada que cruza la cara de Fausto. Puede que en realidad no esté equivocado, pero es un pelotudo de mierda, y Gabriel lo ha odiado todo el tiempo que lo ha conocido. Fausto absolutamente no puede usar el secreto de Gabriel contra él. —Es mi mejor amigo, y lo amo como a un hermano, pero eso es todo.

—Claro— dice Fausto con una risa irónica—. Seguí diciéndote eso. Estoy seguro de que será más fácil con el próximo chabón que salga. Y el siguiente después de ese. Y, un día, cuando esté casado con otro pibe y todavía andes por ahí para fingir que no estás enamorado de él, tal vez realmente te crea.

—Callate— Gabriel respira—. Deja de decir eso solo para desviar la atención del hecho de que lo estás dejando cuando más te necesita.

—Como dije, Gabi, no soy lo que necesita ahora mismo— Fausto murmura, levantando la mano y apartando las manos de Gabriel de su cuello—. Sos vos. Estará molesto por mi partida, pero si no estás vos con él en unos minutos, si no estás vos sosteniendo su mano cuando comience el funeral, se romperá. Necesitás ir con él más de lo que necesitás estar acá.

—¿Entonces realmente no vas a volver? — Gabriel pregunta débilmente—. ¿Vas a hacer esto hoy?

—Si me quedo, al final le dolerá más, porque pensará que soy el tipo que quiere que sea y no lo soy— Fausto suspira—. A pesar de lo que parece, me preocupo por él. Es por eso que estoy haciendo esto. Sé que estarás ahí para él.

Luz de GuíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora