—¿Qué querés, Gabi?—Renato pregunta en voz baja—. Sea lo que sea, te lo daré si puedo, pero primero necesito saber qué es. Necesito saber lo que querés de mí.
—Quiero tiempo—Gabriel dice—. Lo necesito. No puedo sumergirme en nada, pero si te alejás ahora, creo que nunca podré reunir el coraje de nuevo para decir que quiero intentar algo con vos.
—No tenemos que apresurar las cosas—dice Renato—. Podemos tomar esto tan lento como sea necesario.
—No sé si algo saldrá de esto. No somos las mismas personas que éramos antes. Yo no soy el mismo. Necesitás entender realmente eso. No te va a gustar todo lo que veas.
—Yo tampoco soy el mismo, Gabi— dice Renato—. Tengo días muy malos. Días en los que no puedo levantarme de la cama, días en los que me pongo verdaderamente furioso por cada pequeña cosa, días en que lloro ante la más mínima provocación. Lo que pasó con tus diarios... Eso es lo que es mi cabeza algunos días. A veces no puedo controlarme, incluso cuando sé que estoy cometiendo un error.
—Oh, mira, algo más que compartimos ahora— Gabriel se burla.
—Para ser justos, ninguno de los dos sabemos controlar las emociones— Renato ríe—. No te expulsaron de los cuatro colegios porque sabías cómo comportarte, y no me despidieron de todos los laburos que he tenido, porque soy un experto en poner la otra mejilla.
—¿Laburaste mientras estabas fuera?
—Tenía que hacer algo para llevar comida a la mesa— Renato asiente—. Mi viejo me dejó el velero y su reloj, y no mucho más. Además, Peter y yo... no importa, lo siento.
—¿Me hablarás de él?
—¿Querés que lo haga?
—No, no ahora— admite Gabriel—. Tal vez más tarde. He tenido suficiente que asimilar.
—Eso es justo—dice Renato con suavidad—. ¿Querés volver a dormir? Parecés agotado.
—Todavía no— dice Gabriel, sacudiendo la cabeza—. Debería intentar mantenerme despierto.
—Creo que esa es la menor de tus preocupaciones. Si estás cansado, debes descansar.
—Vos también necesitas dormir, y alguien necesita laburar—señala Gabriel—. Estaré bien, deberías dormir.
—O, acá hay una idea...— Renato murmura, moviéndose más cerca—. Podríamos simplemente poner la radio al lado de la cama y ambos dormir. Es lo que hicimos la primera noche.
—¿Todavía tenés el sueño ligero? — pregunta Gabriel—. ¿Lo suficiente ligero para despertar si se apaga?
—Tengo que, si vivía en un barco— Renato sonríe—. Demasiados factores de riesgo.
—No puedo tener otra muerte en mi conciencia. Dos son suficientes— Gabriel suspira.
—Confia en mí en esto, Ga. Sé que no es fácil, pero te estoy pidiendo que lo intentes de todos modos.
—Va a tomar tiempo— murmura Gabriel—. Solía tener fe ciega en vos, y eso me resultó muy mal. No puedo recuperar todo eso en una sola conversación.
—No estoy pidiendo fe ciega. Solo te estoy pienso que confies en mí en esta única cosa, y avanzaremos desde ahí. Sin embargo, sé que es mejor pensar que eso no va a ser tan simple como pedirlo. Si aún no podés hacer eso, confia en vos. No te arriesgarías a laburar acá solo si no te hubieras despertado con la radio, ¿no?
—No, no lo haría— admite Gabriel—. Tenes razón. Pero no he tenido el sueño ligero las últimas veces que me he quedado dormido. Me preocupa que pueda dormir a causa de la conmoción cerebral.
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Luz de Guía
Romance-ADAPTACIÓN- A Gabriel no le importa estar asilado. Pasa sus días solo y se ha acostumbrado a ello. De todas formas, nunca le gustaron las personas. En realidad le gustaban pocas personas, solo había una a la que él realmente quería, y todas ellas s...