CAPÍTULO 31: La métrica de la contradicción

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<<Escuché que había un acorde secreto
que David tocaba y complacía al Señor.
Pero a ti realmente no te interesa la música,
¿verdad?
Iba así, la cuarta, la quinta.
La menor cae y la mayor asciende.
El frustrado rey componiendo el aleluya.>>
Hallelujah, Rufus Wainwright

- ¿Desde hace cuánto no tocas?

- Dijiste que no harías preguntas.

- Sí pero me refería al porqué la quieres afinada - volvió a mover las tuercas que tensaban las cuerdas - No puedo creer que ya vayamos a terminar el colegio y sigas sin aprender a afinar una guitarra.

- Y yo sigo pensando que si no te doy con la guitarra en la cabeza es por respeto a ella.

- Es que no es científicamente posible. Es como cuando nos dijiste que no sabías jugar ajedrez y el profesor de educación física se rió. ¿No se supone que la gente inteligente puede hacerlo todo?

- ¿Para qué te precipitas en considerarme inteligente?

- Es que es imposible que conozcas las razones trigonométricas de memoria pero no recuerdes como se mueve una torre en el tablero.

- ¿Hay algo más en lo quieras juzgarme?

- Sí. Deberías considerar el comprar uno de esos afinadores electrónicos.

- Si te molesta hacer esto, me lo hubieras dicho cuando...

- No, no - le dio un último ajuste y estiró su brazo para pasarme el instrumento - Lo digo por si algún día necesitas afinar tu guitarra y yo he muerto. Es mera precaución.

- Gracias por el consejo.

۞

- Vamos, solo será un rato.

- Siempre dices que solo será un rato.

- Y siempre dices que saldremos si lo digo con anticipación.

- Me dijiste que venías hace unos diez minutos - guardé mi celular en mi pantalón antes de acariciar la cabeza del inocente Fox, quien movió sus orejas gustoso por el contacto - Y ya estabas aquí afuera.

Y no exageraba. Es más, Danny tuvo suerte de que fuera sábado y se hubiera dispuesto que nadie tuviera entrenamiento hoy en el colegio a causa de una visita de alguna autoridad del Ministerio de Educación. Pero es que yo planeaba darme una maratón con mis libros de Harry Potter hasta mañana y había venido a frustrarme esos planes. Aunque ello implicara a un ser de cuatro patas que movía su cola con alegría.

- Si te preguntaba si podía venir, dirías que hiciera la tarea. Es solo un rato, Ale.

- Más te vale.

Si es que los ojos tanto de mascota como de dueño se habían sincronizado para convencerme. Y vaya, yo no era de fierro.

- Podemos ir a casa de Luis.

- ¿Se lo has dicho?

- Sabes que le da igual - rodé los ojos pero le fue imposible verlo debido a que también me había girado para tener medio cuerpo dentro de casa. Total, ya presentía que si salía para abrir la puerta, terminaría saliendo por esta al menos por una hora. Era un punto a favor el no haberme quedado con el pijama puesto después del desayuno.

- ¡MAMAAAÁ! VENGO EN UN RATO.

- ¿ADÓNDE VAS?

- A KAVEROKI.

- ¿SOLA?

- CON DANNY Y FOX.

Era un golpe de buena suerte el que preguntará con quién iba y no el que con qué derecho salía un sábado por la mañana estando ella en casa y papá a punto de llegar. El sol estaba tan despampanante como siempre y tuve que cubrir mi frente con una mano para no cegarme al salir de las rejas.

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