CAPÍTULO 9: Ddu-du ddu-du

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- Creí que no vendrías.

- Tenía que venir temprano si quería recoger mis libros para el club. No me apetece llegar al entrenamiento con la mochila pesada - alcé los hombros mientras me sentaba frente a él - Así que no creas que me emocionaba la idea de verte a esta hora.

- Dudo que alguien te moleste si llegas con todo eso - Danny sonreía mientras señalaba los libros en mis brazos - Nikki se encargó de decirles a todas las chicas del equipo que más valía que ni se les escapara algún comentario sobre ti siendo una cerebrito. Así que no te sorprendas si no te miran a los ojos.

- ¿A tanto?

- A tanto. Se ha tomado demasiado a pecho el que estés de vuelta. ¿Te ayudo?

Sus brazos estirándose en mi dirección me resultaban extraños. No por el gesto, sino por aquella sensación que me producían. Por un momento había recordado cuántas veces lo había sujetado de las manos. No en un sentido romántico, claro está, sino en aquellas memorias en las que nuestra amistad se había fortalecido en su momento. Recordé la ocasión en que una Alexandra de ocho años, en su primer día de colegio en esta ciudad, se sentía demasiada observada por el resto de niños hasta que una mano se posó sobre su hombro. La figura infantil frente a ella que, la invitaba a unirse al juego y le extendía una pequeña mano regordeta, le resultó tan tranquilizadora que no dudó en extender la suya y unirse a él. A mi memoria también vino el día en que un Danny de trece años se encontraba tras el pabellón de la biblioteca. Lloraba después de que le comunicaran que no podría jugar la final del campeonato a causa de una lesión que aún demoraba en sanar. Estaba ahí para ocultarse de los ojos de los demás pero, sabía que quería que lo fuera a buscar allí. Lo había entendido desde que Luis, notablemente preocupado más que fatigado, había ido a buscarme al entrenamiento del equipo de vóley.

<< Salió corriendo apenas el entrenador terminó de hablar. Le grité pero tuve que dejar el balón a un lado y se me perdió de vista. Lo he estado buscando y no lo encuentro por ningún lado, ni en el baño de hombres del laboratorio. Creí que quizás podía haber venido a buscarte. Pero si no está aquí, ¿dónde está? >>

Aquel día ha sido el único en el que he visto a un Danny tan vulnerable, incluso más que cuando supo que sus padres se divorciarían. Quien usualmente se encargaba de sacarnos sonrisas a todos, era incapaz de siquiera esbozar otra cosa que no fuera un gesto de dolor aún notorio a pesar de cubrir su cara con sus manos. Las lágrimas se escapaban de sus ojos al igual que su sollozo era oíble a pesar de sus intentos por callarlo. Me dolía verlo así. Pero sabía que lo que él menos quería en esos momentos era escuchar un "lo siento". Así que me paré frente a él y saqué sus manos de su rostro. No opuso a resistencia. Cuando sus ojos llorosos se toparon con los míos, no hubo necesidad de que dijera algo para saberlo todo. Le extendí mi mano derecha, esperando que entendiera mi intención. Danny extendió la suya, la cual tomé entre las mías para ayudarlo a levantarse. Ya de pie, frente a frente, solo atiné a abrazarlo. Él correspondió a mi gesto sujetándome con más fuerza y enterrando su cabeza en mi cuello, mientras sus lágrimas empapaban mi camiseta.

Hay ocasiones en que las palabras sobran y, esa era una de ellas. Para una adolescente como yo, quien ama las letras como nada en la vida, es difícil de admitir que las palabras no puedan solucionar todo. Aquel día terminé de aprender ello.

Pero la mano huesuda frente a mí era de otra persona, no pertenecían a quien me había ayudado en cuantiosas ocasiones con mi mochila cargada de libros. Esas manos habrían podido ayudarme o soltarme. Él había tomado su decisión pero, dudaba de que hubiera sido él quien pagara el precio de ello.

- No, gracias. Dejaré mi mochila guardada tras algún estante.

- ¿La vieja Múñoz sigue teniendo el sueño profundo?

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