CAPÍTULO 28: Poniendo los puntos sobre las íes

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Diré que no a tu no.
¿Soy yo o eres tú?
Respeto tu elección,
pero rechazo tu rechazo.
Solo hay una respuesta,
la elección depende de ti.
Todo depende de ti.
Elige solo una de las dos.
¿Sí o sí?
Yes or yes, Twice

- Lo está haciendo fenomenal bailando marinera.

- Coincido. Tiene talento para el baile – esa niña bailaba con una delicadeza y elegancia única – ¿Aún sigues firme en tu decisión de no ir al cumpleaños de Luis?

- Al cien por ciento.

- ¿Y si voy yo?

- ¿Qué te hace creer que tu asistencia va a influir en mi decisión?

- Que tal vez así te sea más amena tu estancia allí – rodé los ojos sin siquiera molestarme en mirarlo – Perdón por querer ayudarte. No sabía que mi compañía era tan mala.

- No quise sonar así es que...

- Es broma.

- Ya lo sé. Sino que medio colegio va a estar ahí metido y no gracias, a mí no me gusta mucho salir de mi confortable hogar – me removí en mi asiento sobre el piso y crucé mis piernas – Mis libros merecen mi atención también. Los he tenido muy descuidados últimamente por tener que entregarle los dichosos escritos a Minion.

- Y recuerda que ni siquiera me has dejado darle la última revisión a ese poema – su tono más parecía de reproche que de recordatorio.

- Si le gusta, bien. Y si no, pues que se consiga a alguien más que escriba lo que ella quiera – acomodé mi chompa sobre mi regazo. El estar en el salón de usos múltiples resultaba lo suficientemente caluroso como para no pensar en volver a ponérmela – Ella conoce perfectamente el que en esta situación mi mente no es la más idónea para ello.

- ¿No crees que por eso mismo es que se está empeñando en que tú lo hagas?

- ¿Para ponerme más presión sobre los hombros? No digas disparates, Diego. Supongo que ella también debe velar por su curso pero, al igual que lo que está haciendo, a la entrenadora no le hace mucha gracia que tenga la cabeza en otro lado cuando estoy en la cancha de juego – miré los pañuelos blancos elevarse en el aire para luego regresar a aquellas manos que las blandían rítmicamente – Además, pareciera que no confiaras en tu ojo crítico de corrección de estilo.

- Por supuesto que lo hago. Solo que hay un versito que me taladra el cerebro – inhaló profundamente y quería creer que me equivocaba en adivinar lo que se avecinaba – Parado en aquel camino tan extenso como un valle, evocando la sensación de encontrarme solo en medio de la calle.

- Oh, cállate – golpeé su hombro – ¿Por qué quieres avergonzarme así justo ahora?

- Tú has sido quién ha comenzado – sostuve mi pecho teatralmente – Has puesto en el tapete mi labor como corrector de estilo – aseveró moviendo la cabeza de arriba hacia abajo como si ello fuera suficiente argumento – Pero, ¿cuándo se lo entregaste? Si ayer no dijiste que habías ido...

- Los dejé en la sala de profesores antes de venir hacia aquí – me alcé de hombros – Ella dijo que tenía hasta hoy a las diez para entregarlos, así que ahí la están esperando en un bello fólder manila con su nombre y el mío en la portada.

- ¿No crees que Minion hubiera querido hablar contigo?

- Pero si es precisamente por eso que se los he dejado ahora. Ya tengo más que suficiente con que me recuerde sobre ellos fuera de clases como para querer que también lo haga un sábado. Prefiero atenerme a que me hable sobre ello cuando sí esté dictando su curso y no me quede más alternativa que permanecer en clase. No puedo ir despilfarrando mi atención así como así.

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