CAPÍTULO 18: Who said I was an angel?

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<<Cuando me miras,
¿Qué es lo que ves?
Abre tus ojos.
Soy más brillante de lo que alguna vez serás.
¿Quién dijo que yo era un ángel?>>
Angel, Fifth Harmony

- Bueno, ¿alguien sabe cuándo ocurrió la toma de la Bastilla?

Mi mano se levanta como un impulso natural apenas la profesora termina de hablar. Los ojos de aquella mujer de estatura baja se encuentran con los míos y, bajo mi brazo ante su ceño fruncido. Pero, hay una gran diferencia en comparación a la situación de tres meses atrás. 

Mucho más comparada a la de casi un año atrás.

- ¿Alguien aparte de Marín puede siquiera decirme el año? – la maestra Sánchez sostiene el puente de su nariz como si este pudiera susurrarle la respuesta – ¿Nadie lo recuerda? Si solo hace un mes volvimos a tocar la clase de la revolución francesa.

La altura de la mujer próxima a los setenta años que, se encontraba frente a cuarenta estudiantes, parecía próxima a explotar. No como una bomba artesanal por supuesto, sino de desesperación. Pero no la entendía. Ella llevaba más de veinte años enseñando aquí y ¿aún seguía esperando una señal de vida inteligente en este colegio? Parecía demasiado crédula. Yo había aprendido a desechar aquella idea después de mi primer año aquí.

- Si alguien aparte de Marín sabe la respuesta y me la dice, les juro que no tomaré la prueba del miércoles.

- ¿Hay examen la otra clase?

- Cuando no usted, De la Puente. Siempre poniendo la cereza del pastel antes de sacarlo del horno.

- No he pensado en incursionar en la pastelería, profesora. Pero créame que, si la universidad no me convence, consideraré incursionar en la repostería.

La carcajada de todo el salón fue general. Claro, excepto la pobre maestra Sánchez que, parecía lamentarse internamente del porqué se le había ocurrido siquiera estudiar docencia.

- ¡ESTO NO ES UN CHISTE, DE LA PUENTE! – los tacos de sus pequeños pies provocaban un repiqueteo en el piso mientras se acercaba rápidamente a su escritorio – La verdad es que ya no sé si no responden porque no asimilan el conocimiento que les brindo o, si lo hacen por molestarme.

Las cuarenta cabecitas frente a ella ni siquiera pronunciaron alguna réplica a su última declaración. Yo incluida. Pero uno que otro murmullo aún se oía y, era acompañado de una pequeña risa ante la postura de la mujer de cabello corto que tomaba su cabeza entre sus manos.

- Mil setecientos ochenta y nueve.

- ¿Qué es lo que acaba de decir, señorita Aguilar? – la profesora se incorporó de su asiento como si, quien hubiese dicho lo anterior hubiera sido Satán en persona.

- Que la toma de la Bastilla fue en 1789 – las últimas risas ya habían dejado de oírse segundos atrás y ahora todos concentraban su atención en Mónica – ¿Ya no tomará la prueba entonces?

Esa situación solo era comparable a estar frente al descubrimiento del siglo. O mejor planteado, el suceso paranormal del año. Porque que Mónica respondiera algo, normalmente se limitaba a un no lo sé tajante de su parte. Básicamente, así era desde hace más de ocho meses. Los últimos seis de mi alejamiento de aquella corte venenosa y los dos transcurridos desde mi reincorporación a ella.

Y eso databa desde cuando aún éramos amigas. A Mónica ya no le importaba responder o, incluso, conocer las respuestas a las preguntas de los profesores. Tenía ya otras prioridades y, así como a mí no terminaba de cuadrarme como no le interesaba el mantener un buen promedio, ella parecía el no entender mi esfuerzo por mantener en balance mi vida académica con los deportes y cualquier otra actividad extracurricular en la que me viera inmiscuida. Claro, ella siempre me alegaba que tenía confianza en que el vóley la llevaría lejos. Y talento le sobraba. Mónica no era bruta. A mí me constaba eso. Yo podía tener una pésima memoria para los números telefónicos pero esa chica recordaba hasta el cumpleaños de Joe Jonas. Sumado a ello, creo que sabía hasta los números de casa de todos nuestros compañeros. También sabía cómo llegar a la gente y descifrarla más allá de lo evidente. Si Mónica llegaba a conocer la mínima cosa de lo que pasaba por tu cabecita, ya estabas perdido. Eso le había servido para la instauración de su régimen tirano. Sabía de quienes le convenía rodearse y cómo, prácticamente, someter al resto.

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