CAPÍTULO 22: El tren del buen samaritano

232 17 0
                                    

          
<< Frío.
Porque ella ha estado aquí antes.
Ella ya no llora más.
No mira hacia atrás. (...)
Ella ama el control
Ella lo quiere a su manera
Y no hay manera de que ella se quede
a menos que te rindas. (...)
Atrevida.
Sabes que ella vive por la emoción.
Sabes que ella desea la muerte
para que así ellos no vuelvan
No, no, no, no, no, no, no
No intentes domar a la tormenta.
No digas que no has sido advertido
Porque a ella no le gustará eso. >>
She loves control, Camila Cabello


- Recuérdame el porqué tengo que aplastar mi culo todos los días en esta maldita silla.

- Porque cuántos más días estés sentada aquí, ¿menos faltarán para que nos larguemos todos?

- Lo dices como si eso te causara alegría – rió antes de que pudiera intervenir – ¿Pero no es eso lo que todos queremos? – sus cejas se alzaron conminándome a responder. Pero bien sabía que, antes de que abriera la bolsa, ella proseguiría – Mira que, lo único que hace soportable esta tortura del sistema, es saber que al menos podemos pasar un buen rato entre amigos –guardó el último cuaderno en el morral entre sus manos – ¿No crees lo mismo?

- Supongo.

- ¿Cómo que supongo? – soltó su mochila sobre su regazo – ¿Acaso no te alegra pensar que, después de soporíferas horas de clase, al menos podemos tontear entre nosotros? Aunque, ni siquiera sé qué tontería estoy hablando si es que estoy frente a ti – tomó nuevamente su mochila y la acomodó en el respaldar de su silla – Tú disfrutas aprender – froté mis manos contra mis ojos ante su última oración.

Dios, dame paciencia. Porque si me das fuerzas, tomo mi mochila en este momento y, derrumbo el portón para largarme a mi casa y no oír más estupideces.

No la mataría de poder hacerlo porque, no me ensuciaría las manos. Sí, tal y como piensa ella. Pero tampoco mandaría a alguien a hacer el trabajo sucio.

Nikki no vale la pena.

- Aunque, ¿de verdad aprendes? Porque me sorprendería saber que algo de lo que veamos en la pizarra, ya no lo sepas desde primaria. Solo digo.

Deja que te extrañen un poco. A veces, no te aprecian porque siempre estás ahí.

La ausencia se encargará de recordarles lo que perdieron.

O de recordarte a ti el porqué jamás debes olvidar.

- Eres una molestia en el trasero cuando quieres.

- Me lo han dicho muchas veces. Pero, viniendo de ti, es un halago – la miré porque no tenía nada mejor que hacer en ese momento – ¿Por qué crees que Danny no vino? – su voz inquirió curiosa.

- ¿No lo dijo en el grupo? – giré mis ojos ante su rostro inmutable – Parece que ahora es otra quien no está pendiente de su teléfono. Lo mencionó justo antes de que Lidia dijera lo de los chicos de tercero. Tiene una gripe que lo ha tumbado a la cama.

- ¿Y tú le crees?

- ¿Por qué no lo haría? Desde el sábado por la tarde casi no ha parado de llover. No me parece extraño que se haya enfermado por este clima de locos – Nikki movió la cabeza como lo hacía Fox para demostrar que no se dejaba engañar por las falsas promesas de su dueño de traerle comida para que se quedara en casa sin rechistar – Hasta yo siento cierta picazón en mi nariz. Con suerte, podré estornudar en tu cara. Porque me da la impresión de que no crees en nada de lo que te estoy diciendo.

- Dudo más de la existencia de Dios que de ti, Ale – aseveró como quien reconoce sus pecados ante el temor de ir al Infierno – Solo que me sorprende que tengas una respuesta tan larga para una pregunta tan corta.

Sin EtiquetasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora