<<Hay un demonio en tu sonrisa
que está persiguiéndome
Y cada vez que me doy vuelta,
solo está ganando velocidad.
Hay un momento en el que finalmente te das cuenta que,
no hay forma en la que puedas cambiar la marea.
Pero sé, sí, lo sé.
Que estaremos bien.>>
Ready to run, One Direction- Puedo ir perfectamente yo sola a la biblioteca.
- Y yo puedo perfectamente acompañarte.
- ¿Y para qué harías eso? – suspiré mientras intentaba quitarle mi maleta de su hombro – Dios, Danny – jalé con más fuerza ya que parecía resistirse y logré mi cometido – Ni que estuviera por encontrarme con el Anticristo o un ladrón tras esa puerta.
- Tu maleta está pesada.
- Tú y yo sabemos perfectamente que estás haciendo esto por culpa – dirigí mi vista a aquel bloque de ladrillos rojos barnizados que era la biblioteca – Y ya te dije que te perdonaba ayer. ¿Qué más quieres? ¿Lamer mis zapatillas? – subí y bajé mis cejas ante su mal intento de poner sus ojos en blanco – Porque si eso te haría sentir mejor, créeme que no dudaré en aceptarlo para que no sigas como un maldito chicle pegado a mí.
- Eres una grosera.
- ¿He dicho acaso una grosería?
- Sabes a lo que me refiero.
- Sibis i li qui mi rifiiri – lo remedé de forma exagerada – Y ya, bye contigo. Tu entrenamiento está a punto de empezar y para el mío aún falta más de una hora – alcé mis hombros luego de colocar bien mi bolso – Además, estoy segura de que Diego estará gustoso de requintarme si llego tarde otra vez.
- Sigo sin entender el porqué él es el presidente de tu club si tú fuiste quien lo fundó – posó una mano en su mentón y miró a la biblioteca – ¿Por qué se dio eso? No es lógico.
- No todo tiene que tener una lógica, Danny.
- Y tú no das explicaciones a nadie tampoco, ¿no?
- Eso también tiene que ver – empecé a mover mi pie derecho contra la vereda para disimular mi nerviosismo – Así que bye.
- Nos vemos más tarde.
- Como digas.
- En verdad lamento lo de mis celos – replicó como si ya no tuviera suficiente con sus mensajes acosadores desde el lunes.
- Te disculpas demasiado.
- Lo siento – giré mis ojos ante su mención y me dispuse a acercarme a aquella puerta que debía traspasar para encontrarme con aquel séquito de lectores, más o menos, empedernidos.
Vi aquellas cuatro cabecitas ya familiares y, me dirigí hacia ellas.
- Hasta que llegaste – el tono que usaba Diego para reprocharme ni siquiera se parecía al que usaban mis papás para requintarme sobre mi alimentación – Ya íbamos a llenarnos de telarañas solo por esperarte.
- Ay, qué lindo – empleé lo que suponía que era mi voz más cálida – Eres tan dulce que engordo con solo verte – sonreí ante los pequeños ojos de Diego queriendo ponerse en blanco – ¿Cómo están, chicos? – tomé asiento en el sitio libre al lado de Trina y, frente al de Kat - ¿Terminaron de leer "El velero de cristal"?
- Sí. Y por suerte. Porque la profe de lenguaje nos salió ayer con que tomaría un control de lectura sorpresivo en ese momento.
- ¿Es eso posible? – los ojos de Kat mostraban su color dorado aún más por la impresión.
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Novela JuvenilA sus 16 años, Ale conocía muy bien la montaña rusa que es la vida. Solo se dio cuenta de que era popular ante la traición de su mejor amiga y ello la condenó al destierro social a cargo de la misma. Tras un largo tiempo de reflexión, ya no está di...