Capítulo 23.2

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Al día siguiente Arthit no iría a la oficina, pues se vería sólo con Earth y con Tod para ir a una fábrica a las afueras de la ciudad. Ellos pasarían por él un poco más tarde, así que despertó media hora antes de que Kongpob fuera al trabajo. Luego de que este le robara un pequeño beso en los labios mientras se despedían en la puerta, el pecho de Arthit se llenó de una calidez incomparable y mordió su labio para reprimir su sonrisa.

Sin embargo, Arthit ni siquiera había subido al segundo piso cuando escuchó el timbre, así que se dio la media vuelta y fue a abrir, pero cuando lo hizo, su rostro se pintó de rosa.

Allí fuera en la puerta principal estaba aquella mujer de la noche anterior, esta vez con su hija alzada en brazos. Ella al fin había reunido el valor para ir a conocer a los demás vecinos, pues al igual que ella y su familia, la mayoría en esa calle acababan de mudarse y su hija y ella no podían evitar sentirse un poco solas.

—¡Hola! —exclamó la niña tan pronto como vio que el rostro de su vecino se asomaba por la puerta abierta. Su madre saludó de una manera más discreta.

—Buenos días —dijo, afianzando a su hija entre sus brazos—. Mi nombre es June, ella es Milk —las presentó con voz amable.

Arthit también saludó, esbozando una sonrisa nerviosa. Menos mal ya tenía puesta ropa más decente que la que acostumbraba a usar para dormir, pero no podía sacarse de encima la vergüenza al recordar aquel desafortunado primer encuentro la noche pasada.

—Buenos días... Mi nombre Arthit. Mucho gusto.

La mujer notó de inmediato que el joven estaba algo apenado, pues sus mejillas estaban teñidas de un color rosado. Unos minutos antes, ella había visto salir de aquella casa a quien la noche atrás se presentó como Kongpob, pero no sin antes despedirse del otro joven con un rápido beso en los labios. Y si aún no estaba segura del tipo de relación que tenía ese par, ahora lo estaba. Esbozó una sonrisa amable antes de seguir hablando.

—¿Importunamos...? —averiguó curiosa—. Sólo venimos a decir hola. No conocemos a mucha gente de por aquí... Nos mudamos la semana pasada —Ella quería disculparse por lo de la otra vez, pero supuso que sacar el tema haría la situación más incómoda.

—No, no, no... Nosotros nos acabamos de mudar el sábado y no habíamos tenido tiempo de visitarles. Disculpe.

—Mi esposo también suele pasar todo el día en el trabajo —comentó la mujer, con una sonrisa comprensiva—. No hay problema, de verdad. Entiendo que ustedes y él estén tan ocupados...

—¿Podemos pasar? —interrumpió la niña, quien miraba hacia dentro de la casa con mucha curiosidad—. ¿Puedo tomar un vaso con leche?

—Milk... —empezó a regañar la madre y después se dirigió al joven Arthit—. Disculpa, ya nos vamos...

—Oh, no se preocupe. Yo aún tengo tiempo antes del trabajo, así que pueden pasar un rato si quieren —Arthit abrió más la puerta invitándolas a pasar.

La niña quiso bajar de los brazos de su madre tan pronto como estuvieron dentro de la casa. Miró a su alrededor con la curiosidad típica de una niña de su edad mientras su madre agradecía a Arthit por su hospitalidad.

—¿Llevan mucho tiempo juntos? —preguntó June cuando vio allí colgada una foto de sus vecinos, parecía tener ya algunos años desde que se tomó.

Arthit estaba en la cocina, sirviendo el vaso de leche que la niña había pedido.

—Ah... sí. Ya casi 4 años —A él se le hacía un poco raro hablar de su relación con alguien ajeno.

II. ArmoníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora