Capítulo 29

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Una vez que llegaron al gimnasio y mientras Arthit bajaba del auto la bolsa donde guardaba su ropa, Kongpob echó un vistazo a la zona a la que regularmente iba, la cual estaba casi vacía. Desde los ventanales podía ver a Benz charlando con Fai mientras un par de personas trabajaban en las máquinas. Así que, antes de separarse por lo que serían un par de horas, el menor se acercó a su novio para susurrarle al oído.

—No hay mucha gente... —se mordió el labio, ahora buscando su mirada. No había olvidado su promesa de la noche anterior.

—Dije que tal vez y en dos horas puede venir más gente...

Dicho eso, Arthit empezó a alejarse; su novio igualmente agarró su mochila y se apresuró a cerrar el auto para correr detrás de él. Antes de tomar el pasillo donde ambos se separaban, Kongpob posó su mano por la espalda baja de Arthit al momento de pasar a su lado.

—Nos vemos en dos horas —le guiñó un ojo y se perdió de vista cuando dobló la esquina.

El mayor agachó un poco la cara y miró a su alrededor para comprobar que nadie los había escuchado. Cuando su novio se alejó, Arthit se mordió el labio para reprimir una sonrisa. Ya después, fue hasta la zona que tenía asignada.

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—Te ves muy distraído, Kong.

Kongpob estaba haciendo el último ejercicio de ese día y Benz ya le había comentado eso más de una vez en la última hora. Era cierto, a él muchas cosas le estaban dando vueltas por la cabeza, pero no era nada que pudiera hablar con su instructor, eran cosas demasiado personales.

Cuando terminó, se levantó para tomar de su botella de agua. A su lado, Benz le ofrecía una toalla para que se secara el sudor.

—¿Puedo ofrecerte un masaje...? Tal vez así despejes tu mente —ofreció, llevando sus manos hacia los hombros de Kongpob; sin embargo, éste se alejó antes de que pudiera ser tocado.

—Estoy bien. Gracias, Benz; tal vez en otra ocasión. ¿Nos vemos la próxima semana?

—Claro. No dudes en llamar si cambias de opinión sobre ese masaje —le dijo con una deslumbrante sonrisa.

Benz se despidió con una amistosa palmada en el brazo y, después de eso, ambos se dieron la media vuelta para seguir caminos opuestos. Por su parte, Kongpob se dirigió hacia las duchas, pues ya era hora también de que Arthit terminara con su rutina de ese día.

A su paso, mientras recién iba entrando a los vestidores, Kongpob se topó con un pequeño grupo de gente. Ellos ya iban de salida y hablaban sobre algo de ir a comer juntos. Las voces se fueron haciendo cada vez más distantes conforme se alejaban, hasta que solamente se escuchaba el agua correr desde la zona de las duchas.

No veía en ningún lado a Arthit, aunque sí notó que sus cosas estaban allí, así que asumió que éste estaba ya tomando una ducha. Se quitó la ropa en segundos, agarró una toalla y caminó hacia allí.

Una persona más se cruzó en su camino y por fortuna no era su novio. Se mordió el labio al darse cuenta de que ahora, sólo uno de esos cubículos estaba siendo ocupado, el cual encontró rápidamente y abrió la puerta intentando no hacer ruido.

—¿Por qué no me esperaste...? —murmuró con un tono ligeramente ofendido. Apenas cerró la puerta detrás de sí, rodeó el cuerpo de Arthit, quien se sobresaltó al escucharlo detrás de él.

Arthit trató de alejarse, pero los brazos de su novio se ciñeron más posesivamente alrededor de su cintura.

—¡¡Kongpob!! ¡Casi me matas de un susto! —Como pudo, le golpeó el brazo.

II. ArmoníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora