Capítulo 33.2

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Cuando despertó, todo a su alrededor estaba oscuro. Kongpob retiró lentamente la cobija que lo cubría y se levantó de la cama algo desorientado, pues no acostumbraba a despertar si no tenía a Arthit junto a él.

Salió del cuarto hacia el pasillo de forma sigilosa y aún medio adormilado. Recordaba vagamente haberse quedado dormido mientras veían aquella película.

—Amor... ¿Arthit? —llamaba, acercándose luego a las escaleras para hacerse oír hasta el primer piso—. ¿Arthit?

Aún sin respuesta, Kongpob bajó por las escaleras; pero fue hasta que entró a la cocina que supo por qué su novio no contestaba sus llamados. Suspiró aliviado, había empezado a preocuparse.

Recargado en la pared y con una gran sonrisa veía a Arthit preparar lo que parecía la cena. El mayor vestía ese delantal blanco que le traía tan buenos recuerdos y cantaba la letra de una canción que Kongpob no alcanzó a reconocer. Tenía muchas ganas de ir con él, pero decidió seguir observándolo desde su lugar. Se preguntaba cuánto se tardaría el mayor en notar su presencia allí.

Cuando Arthit empezó a hacer un extraño baile, Kongpob se mordió el labio, intentando no reír. No pudo evitar sacar su celular y, con él, empezar a grabar y sacar varias fotos de su novio y sus pasos de baile. Sin embargo, el gusto le duró muy poco ya que Arthit se dio la vuelta, llevándose la mano al pecho debido a la sorpresa.

—¡¡Kongpob!! Casi me matas de un susto —regañó, quitándose los audífonos y luego apagando la estufa—. ¿Qué estás haciendo? Me estás tomando fotos, ¿verdad?

Su pareja tenía el teléfono apuntado hacia él, así que Arthit caminó en su dirección y trató de quitarle el teléfono, pero el menor sólo lo esquivaba. Este sostenía el teléfono muy alto para que su novio no lo alcanzara. Aunque eran casi de la misma estatura, Kongpob seguía siendo un poco más alto y eso le daba bastante ventaja.

—No te lo daré, esto va a mi carpeta especial de Arthit... —seguía riendo por los intentos de su pareja por quitarle el aparato.

—¡¡Nooo!! ¡¡Kong!! Borra eso, basta... ¡Dámelo! ¡Eyy! —forcejeaba con él para tomar el teléfono cuando se dio cuenta de algo—. Espera... ¿Por qué tienes una carpeta especial? —Entonces le empezó a golpear.

Cuando comenzó a recibir los golpes, Kongpob se echó a correr, aunque su plan no había salido como él quería pues Arthit corrió detrás de él. Seguía grabando cuando se detuvo, se apoyaba sobre el reposabrazos de un sofá y su novio estaba del otro lado, intentando alcanzarlo, pero Kongpob huía al deslizarse lejos de él. Se sentía como en una película.

—¡Tienes que decir las palabras mágicas!

—¡¡Te voy a golpear!!

Arthit se quitó el delantal y corrió tras él de nuevo. Kongpob de repente había salido corriendo otra vez.

—¡Kongpob! ¡Deja de grabar! ¡Y borra eso! —gritaba mientras lo correteaba.

—¡Las palabras mágicas, amor!

Ambos corrían por toda la planta baja. El menor estaba sorprendido de que su novio no estuviera cansado aún cuando normalmente ya estaría jadeando tirado en el piso. Al parecer su nueva rutina de ejercicio estaba dando frutos.

—¡¿Palabras mágicas?! ¡¡¡No tendremos sexo por un mes si no borras eso!!! —hizo bolita el delantal que tenía en las manos y lo lanzó con todas sus fuerzas a su novio, pero la pelota de tela cayó al tristemente al suelo.

—Yo no soy quien sale perdiendo por eso, ¿sabes? —dijo Kongpob divertido mientras de espaldas subía los escalones hacia el segundo piso, el celular grababa directo el rostro del mayor—. ¡Vamos! Un pequeño «te amo» frente a la cámara no te hará perder la dignidad... Nadie más que yo lo va a escuchar...

II. ArmoníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora