Capítulo 24.2

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Kongpob prácticamente cargó a su mayor hacia la salida, aunque a este le diera vergüenza admitirlo. Lo ayudó también a entrar al auto y por la pena que sentía apenas le dirigió una palabra durante el corto trayecto hacia la casa.

Una vez en su casa, se encargó de preparar la tina para que Arthit se bañara mientras él se ocupaba de prepararle algo en la cocina. Le había dicho que le prepararía algo para desayunar, pero en ese momento pareció haber olvidado que con trabajo podía hacer un omelette sin que se le quemara. Estuvo a punto de sacar su celular para pedir algo para comer, pero decidió mejor hacer su mayor esfuerzo por intentar cocinar algo.

Terminó preparando los típicos huevos al vapor, al menos eso podía hacer y estaba seguro de que no envenenaría a Arthit con ellos.

—¿Te encuentras mejor? —averiguó Kongpob, entrando de nuevo al cuarto de baño con el plato en la mano y un vaso con leche rosa en la otra. Los colocó en la superficie al lado de la bañera—. De verdad lo siento, Arthit.

A este empezaba a dolerle la cabeza por pasar tanto tiempo sin comer. Estaba relajado en la tina, pero con los músculos empezándole a doler. Aunque después de unos minutos, cuando vio que Kongpob llegaba con la comida para él, de inmediato se sintió un poco mejor y ese sentimiento aumentó al tomar un gran trago de la leche rosa.

El menor se aseguró de que Arthit empezara a comer y después tomó la ropa sucia que este había usado para dejarla en el cesto. Fue al vestidor para tomar ropa limpia para ambos y regresó al baño ya desnudo, pues se daría una ducha rápida ya que se sentía muy sudado después de aquel par de horas de ejercicio.

—¿Puedo ir a la cama a dormir tres días seguidos? —preguntó Arthit mientras salía de bañera y se secaba el cuerpo para empezar a ponerse la ropa limpia.

Kongpob estaba terminando de enjuagarse el cabello cuando vio que su novio salía de la tina. Por sus movimientos podía darse cuenta de que sus músculos empezaban a estar adoloridos. Se sintió más culpable que antes, tal vez no debió haberlo forzado a ir con él al gimnasio.

—Puedes dormir todo el día si quieres —concedió, apenas pasaba del mediodía y, en un domingo normal, Arthit estaría durmiendo todavía.

Sólo con unos bóxers y una camiseta, Arthit salió del baño y fue casi corriendo a la cama a acostarse donde se acomodó feliz. Le gustaba dormir así vestido y sabía que Kongpob ya no volvería a acostarse, por lo que tomó la almohada que éste usaba y la abrazó.

Cuando el menor salió del baño poco después, lo conmovió el ver a su pareja felizmente abrazado a su almohada. Dejó a un lado la toalla con la que se secaba el cabello.

—¿No preferirías tenerme a mí entre tus brazos, amor? —preguntó, yendo hacia la cama con él para abrazarlo desde atrás. Le dio un suave beso en la nuca mientras sus brazos le rodeaban la cintura.

—Es tan raro que estés en la cama tan tarde... —Arthit se acurrucó contra la almohada—. Ella es más suave que tú... —dijo después con una pequeña risa.

Kongpob sabía que su novio no podía verlo, pero hizo un gesto como si se hubiera ofendido tanto por las acciones como por aquellas palabras. Retiró sus brazos de su cintura y, tal como en la mañana, se subió sobre el cuerpo de Arthit. Hizo un pequeño puchero a la vez que intentaba sacarle la almohada para tomar su lugar entre sus brazos.

—Nnngh... ¡Noo!, no me la quites —Arthit lloriqueó como un niño, abrazándose fuerte a la almohada.

—Abrázame a mí, Arthit, yo puedo darte más que una simple almohada.

De repente, Kongpob recordó lo que su novio le había dicho hace un par de noches: que solía usar su ropa cuando no estaba con él y supuso que esta vez era algo similar. Pero no lo entendía, ¡ahora mismo estaba allí con él, incluso demandando su atención! ¿Qué más quería? ¿Que le suplicara? Comenzaba a estar celoso de esa almohada y eso lo hacía sentirse más que ridículo.

II. ArmoníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora