Capítulo 33

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La próxima mañana de domingo, Arthit sintió cuando el calor del otro cuerpo se fue. Él aún estaba del lado inconsciente, así que simplemente tomó la almohada ajena y se abrazó a ella. Dormiría lo más que pudiera, porque sabía que no tardaría en tener a Kongpob de regreso en la habitación para despertarlo.

Y así fue. Alguna media hora después, el menor llegaba con el desayuno listo para que Arthit comiera. Esta vez, él había podido hacer con éxito (y un poco de ayuda) un par de huevos fritos acompañados de pan tostado. Rio cuando vio a Arthit.

De nuevo con la almohada, pensó, destapando poco a poco a Arthit con la esperanza de que así se le hiciera más sencillo salir de la cama. También se inclinó hacia él para darle un besito en la comisura de sus labios.

Sin embargo, cualquier cosa que le hiciera Kongpob para despertarlo, a Arthit le relajaba más. Por eso es que le era más difícil despertarse cuando su menor se ponía a darle mimos. Disfrutando de aquellas atenciones, se abrazó más a la almohada, enterrando su cara en esta para disfrutar el olor que tenía de su pareja.

—Si sigues abrazando así esa almohada me voy a poner celoso... —Kongpob frunció los labios, alejándose para ir por la ropa del mayor y dejarla sobre la cama para que se cambiara.

Cuando ya no sintió la presencia de Kongpob cerca de él, Arthit tomó de vuelta las cobijas y se tapó completamente. No es era culpa que le gustase tanto abrazarse a la almohada. Para su pesar, Kongpob volvió a destaparlo, esta vez, dejando la cobija más lejos para que el mayor no la alcanzara. Iba a quitarle la almohada, pero pensó que podría quitarle algo mejor que eso.

Haló del pantalón que en esa ocasión Arthit usaba para dormir y luego tomó el del gimnasio para empezar a vestirlo.

—Ya te dejé dormir lo suficiente... Ya son las diez —ahora intentaba sacarle la camiseta, pero como Arthit seguía abrazando la almohada eso le parecía algo difícil—. Y si no comes tu desayuno, entonces se va a enfriar, ¿eso quieres?

Kongpob no iba a permitir que su novio se volviera a saltar el desayuno. Además, lo que le ofrecía ahora era algo que no le preparaba muy seguido. Esa mañana, mientras abría el refrigerador para buscar qué desayunar, el menor había oído que alguien tocó a la puerta, así que fue a atender. Era June, quien venía a pedir un vaso de leche, pero cuya visita se alargó un poco a causa de una charla poco común. Se despidieron después de unos veinte minutos.

—¡Ya...! De acuerdo, de acuerdo. Pero no me trates como a un niño. Recuerda que soy más grande que tú...

Aunque Arthit dijera aquello, su actitud y sus expresiones eran totalmente infantiles. Se sentó sobre la cama para comer adecuadamente.

-

Ambos estaban tomados de la mano cuando llegaron al gimnasio. Había poca gente como en la ocasión pasada y apenas estaban cruzando las puertas cuando alguien llamó desde la distancia.

—¡Kongpob! —llamó una voz masculina.

Benz llegaba hacia ellos con su típica sonrisa deslumbrante; sin embargo, ésta disminuyó un poco cuando vio las manos juntas de Kongpob y el joven que lo acompañaba. Ignoró al desconocido y, cuando volvió su atención hacia su amigo, su sonrisa volvió a ser la misma de antes.

—Te estaba esperando, ¿por qué no me llamaste durante esta semana? Nunca me llamas... —decía algo ofendido, pero sin perder el aire seductor que lo caracterizaba—. ¡Como sea! —hizo un ademán con la mano, como restándole importancia—. Vamos, debo pesarte y tomarte medidas, ¡cada vez estás más grande!

Kongpob miraba con humor a su instructor, pensándose ese último comentario.

—No estoy seguro de querer estar más grande, Benz...

II. ArmoníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora