Capítulo 32.2

1.8K 189 41
                                    

Era un poco tarde ese día cuando Kongpob llegó a casa del trabajo, ya que se había tenido que quedar un par de horas más para tratar unos asuntos de último momento. Cerró la puerta detrás de sí, algo cansado incluso cuando su jornada fue más corta que las de otros días entre semana.

Después, fue directo a la cocina por un vaso con agua y de paso para ver qué podría cenar. Aunque el auto ya estaba en la cochera, no veía a Arthit por allí, supuso que estaría en el segundo piso. Estaba a punto de sacar su celular para pedir comida a domicilio, pero antes de eso decidió mejor ir a buscar a su novio.

Subió por las escaleras intentando no hacer mucho ruido, pues la casa estaba bastante silenciosa y si Arthit estaba dormido no quería despertarlo. Abrió la puerta de la recámara esperando encontrar allí a su pareja, a quien encontró ocupado hablándole a su celular.

—Sí, alguna de las que te mandé. Después en el trabajo te paso el número de la tarjeta. Gracias por hacer esto —dejó de presionar el botón del audio para enviarlo. En ese instante, notó que la puerta se abría para mostrar a su novio. Sonrió al verlo—. Ahh, ¡ya llegaste!

Se habían pasado casi 30 minutos desde que Arthit llegó a casa. Él también había tenido bastante trabajo, así que no pudo intercambiarse mensajes con Kongpob como casi siempre acostumbraba.

A lo largo del día, se le había hecho bastante raro que no tuviera ningún mensaje de Kongpob, lo cual le recordó a aquella pesadilla. Pero se olvidó de ello sacudiendo su cabeza y mejor tomó su teléfono para enviarle un mensaje, aunque la respuesta tardó en llegar:

Amor, aún tengo bastante trabajo. No sé hasta qué hora pueda ir a casa.

Ese mensaje había hecho que apareciera un puchero en los labios de Arthit. Tenía un poco de hambre y pensaba en hacer algo de comer para cuando Kongpob llegara, pero no sabía cuánto iba a tardar y la comida sólo se enfriaría.

Se había quedado en la cama por otros 30 minutos navegando por internet y después de un rato se metió a bañar. Cuando salió, para su mala fortuna aún no llegaba su novio, así que se tiró de nuevo a la cama para seguir con su celular.

Sonriendo al verlo allí recostado en la cama, Kongpob se acercó a él y se sentó a su lado.

—Disculpa, amor, de verdad tenía mucho trabajo... —recargó la cabeza sobre su hombro y desde allí lo miró. Le había tomado la mano para jugar con sus dedos—. ¿Ya cenaste?

—No, aún no ceno. Te estaba esperando. ¿Qué quieres que prepare de comer?

Él podía sentir el cansancio de su novio, así que le acarició el cabello para que se relajara un poco.

El menor suspiró, sintiéndose un poco más relajado cuando Arthit empezó a acariciar su cabello, pero se sentía algo culpable por hacer que este se saltara sus horas de comida.

—Omelet... con cerdo y arroz —murmuró.

Aquello era lo mismo que cenaba cuando aún era estudiante y jamás podría cansarse del sabor, pues éste le traía muy buenos recuerdos. En ocasiones como ésa, cuando se sentía tan cansado, era algo que le hacía sentirse de mejor... Además de estar con Arthit, claro.

—De acuerdo, si quieres puedes darte un baño en lo que cocino.

Durante esas dos horas que estuvo solo, Arthit pudo darse cuenta de que estaba perdido sin su novio. Pensó que quizás debería empezar a buscar un nuevo pasatiempo.

Y Kongpob iba a abrazarse a él, pero su estómago le recordó el hambre que tenía, así que con esfuerzo se levantó de la cama.

—Te lo agradezco mucho —se inclinó para besarle en la frente—. Bajaré en unos minutos...

II. ArmoníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora