Capítulo 27.3

1.7K 188 83
                                    

—Mejor ya vamos a dormir... Estoy bastante cansado.

Kongpob asintió con una pequeña sonrisa y haló de la mano de su novio para subir las escaleras hacia el segundo piso.

Apenas llegaron a su recámara, el menor se quitó la ropa para ir al el baño y refrescarse un poco. Quería hacerlo lo más rápido posible para regresar con Arthit y abrazarlo y besarlo hasta quedarse dormidos. En cambio, éste sólo se cambió de ropa por algo más cómodo, se sentó en la cama y suspiró muy profundo, pasando ambas manos por su rostro como para despejar su mente.

Cuando Kongpob regresó, encontró a Arthit aún sentado a la orilla de la cama. Se acercó sigiloso y se puso de rodillas frente a él, posó una mano en su rodilla y la otra la llevó hacia la suave mejilla para acariciarla.

—¿Cómo te encuentras?

Él sabía que esa pregunta estaba de más, pero no quería que Arthit pensara que dejaría pasar como si nada lo que había pasado momentos atrás.

—Bien... No te preocupes —le ofreció una pequeña sonrisa. Todo lo que él sentía ese momento era curiosidad sobre lo que su suegra podía ver mal en él y por qué ella no se tomaba la molestia de conocerlo primero—. Kong... no estuvo bien que le dijeras que no es bienvenida. Es tu madre.

Arthit quizá no fuera del agradado de aquella señora, pero nada quitaba el hecho de que ella era la madre de su novio. Este soltó un suspiro y miró al piso, avergonzado. Eso de antes lo había dicho estando bastante alterado, aunque no sentía arrepentimiento alguno por haberlo dicho.

—Sí, es mi madre... Pero tampoco permitiré que venga a perturbar la calma y la armonía de nuestro hogar —pegó su frente con la de su novio—. De verdad no entiendo qué tiene en contra de algo tan precioso como lo es nuestro amor —murmuró. Sus ojos estaban cerrados y acariciaba la mejilla de Arthit con su pulgar.

Ese suave toque en su mejilla era más que suficiente para calmar a Arthit quien suspiró, sonriendo esta vez más amplio y honesto.

—El que perturba la calma de este hogar... eres tú al decir esas cosas.

Su novio rio en voz baja y abrió los ojos para encontrarse con aquella sonrisa, la cual le hizo sonreír a él también.

—Me encanta tu sonrisa —llevó sus dedos desde la mejilla de su pareja hasta los alrededores de su boca, donde empezó a delinear sus labios con las yemas de los dedos—. Me encantas todo tú —confesó, su mirada estaba fija en los labios del mayor, pero después lo miró a los ojos—. Me tienes loco, Arthit.

Hacía bastante tiempo que Arthit no se ponía tan sonrojado como en ese momento, durante el cual sólo pudo desviar la mirada. De cierta forma le reconfortaba que Kongpob se pusiera tan cursi de repente.

—V-Vamos a dorm... Eh, a dormir... —balbuceó, tomando las manos de Kongpob para alejarlas de él, pero éste sólo se fue levantando poco a poco e inclinándose cada vez más sobre su cuerpo—. ¿Q-Qué haces?

—También me encanta cuando te sonrojas —siguió divertido el menor, ahora pinchando las mejillas enrojecidas.

Con sus codos, Arthit se sostuvo en la cama y fue retrocediendo hasta estar casi contra el respaldo. Aún bastante nervioso, se acomodó en su lugar en el colchón.

—Y... a mí me encanta dormir. ¿Podemos hacer eso?

Kongpob se recostó a su lado, le pasó un brazo por el pecho y lo atrajo hacia sí.

—Por supuesto que sí. ¿Recuerdas que en la mañana debemos ir al gimnasio? —se mordió el labio, sabía que a su novio le agradaba muy poco la idea de levantarse temprano en domingos... o siempre.

II. ArmoníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora