Capítulo 27.2

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Arthit había visto el recorrido que hizo la señora por el segundo piso. Afortunadamente, se había pegado tanto a la pared de las escaleras que no fue visto por ella. Supo que la mujer ya había salido de su recámara cuando escuchó la puerta cerrarse, así que era momento de enfrentarla.

—¡Ohh! Señora, ¿buscaba algo? El baño de invitados está abajo o si gusta puede usar el de... —se interrumpió cuando notó que la expresión de su suegra se tornó oscura.

—Tú no te mereces a mi hijo —dijo ella—, y yo me haré cargo de que todos se den cuenta.

Y sin más qué decir por el momento, la señora bajó por las escaleras.

Sin embargo, algunos instantes atrás, Kongpob estaba a punto de pisar el rellano de las escaleras, justo a la mitad de éstas, cuando escuchó un par de voces hablar escalones arriba. La primera la reconoció como la de su novio, la segunda era la de su madre, la cual percibió como una que muy pocas veces en su vida había escuchado. No alcanzó a escuchar las palabras exactas de ella hacia Arthit, pero por aquel tono, dedujo que no podía haber sido nada bueno.

Apenas iba a intervenir cuando la mujer que por tanto tiempo había llamado madre bajó con una mueca de absoluto disgusto. Kongpob la hubiera seguido hacia la primera planta para exigirle explicaciones, pero en lugar de eso subió apresurado los escalones que le faltaban. Antes de poder enfrentar a aquella mujer, él quería encontrarse con su novio y asegurarse de que éste se encontrara bien, pero eso lo veía muy poco probable en ese momento.

En el momento que distinguió la figura de Arthit, Kongpob fue hacia él y le otorgó un fuerte abrazo.

—Oyyy, Kong... ¿Qué pasa? —preguntó Arthit sorprendido, pero aceptando el abrazo ya que era justo lo que necesitaba en ese momento. Él sólo pensaba en que quería demostrarle a su suegra que era alguien bueno y que amaba a su hijo, pero al parecer ella solo quería hundirlo.

Dado que estaban contra una pared, la cual tapaba la vista desde el pie de las escaleras hasta donde estaban ellos, Kongpob se permitió abrazar a su mayor con total libertad por unos momentos más antes de separarse, pero sus manos se resistieron a dejarlo. Tomó a Arthit por ambas mejillas y las acarició con cariño mientras le dirigía una mirada cargada de preocupación.

—¿Qué hacía mi madre acá arriba? ¿Qué te dijo? —alcanzó a decir sobre el murmullo de las voces que venían desde el primer piso, mismo que le impidió escuchar con claridad las palabras que su madre y Arthit habían intercambiado instantes atrás.

—Uhhmm... que quería... usar el baño de los invitados... —mintió. No quería darle un mal sabor de boca sobre su madre—. ¿Vamos abajo? —le regaló una pequeña sonrisa.

El menor asintió con algo de recelo. Por lo poco que había alcanzado a escuchar, él sabía que su novio estaba mintiendo, pero no quería preguntar más... por ahora.

Bajó sus manos, una de ellas fue hacia la de Arthit para entrelazar sus dedos. Bajaron las escaleras lentamente, uno detrás del otro, de vuelta hacia el primer piso.

-

Ya había pasado media hora desde aquel incidente, pero Arthit aún tenía presentes las palabras de su suegra y más cuando su suegro se acercó a él para hablarle de varias cosas sobre el trabajo. Al menos le reconfortaba saber que tenía a uno de los dos de su parte.

—Espero que, si quieres, algún día puedas venir a trabajar a nuestra empresa —le comentó el padre de Kongpob.

Pero cuando el hombre dijo eso, Arthit sólo pudo ver que la expresión de su suegra se hacía más severa.

II. ArmoníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora