Capítulo 28

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Kongpob acariciaba los cabellos de Arthit, quien aún entre sus brazos seguía cómodamente dormido. Faltaban un par de horas para mediodía, pero él se acababa de despertar hace un rato, ya que la noche pasada se habían ido a dormir un poco más tarde que de costumbre, en especial él.

Su teléfono ya había sonado un par de veces, pero Kongpob sólo lo tomó para ponerlo en silencio. Al parecer, a la gente en el gimnasio, o sea a Benz, empezaba a hacérsele raro que, siendo él tan puntual, Kongpob aún no se hubiera presentado ese día.

Ya habían pasado algunos minutos desde que recibió esas llamadas, así que tal vez ahora se daría la oportunidad de enviar un mensaje diciendo que llegaría un poco más tarde. Pensaba que sería muy irresponsable de su parte hacer que su instructor se quedara esperando por él cuando podría estar haciendo otras cosas.

Como ya estaba siendo la hora de irse, Kongpob se levantó de la cama para ir hacia el vestidor para ponerse su ropa del gimnasio. Tal vez tardó un poco más de lo habitual, pues se dio la libertad de preparar también la ropa de su novio.

Regresando a la recámara, sonrió cuando notó a Arthit moverse en la cama, creyendo que éste al fin estaba despertando; sin embargo, su sonrisa desapareció cuando vio lágrimas que corrían por su rostro y bajaban hasta mojar la almohada.

Se acercó, alarmado. Nunca antes había presenciado a Arthit tener una pesadilla, y a juzgar por el estado en el que éste se encontraba, era una muy mala.

—¿Arthit...? Arthit... —llamaba preocupado, tomándolo del rostro con una mano. Las abundantes lágrimas del mayor humedecían su piel.

En ese momento, Kongpob en su desesperación no sabía qué hacer más que abrazarlo fuerte y llamarlo por su nombre hasta que despertara. Aquella pesadilla continuó durante algunos minutos más, hasta que finalmente sintió a su novio devolverle el abrazo.

—Estoy aquí, Arthit... Estoy contigo, amor... —le murmuraba, al mismo tiempo acariciándole el cabello con los dedos.

El pecho de Arthit dolía mucho y a sus pulmones les faltaba el aire. Quería controlar las lágrimas, pero no pudo. Todo su cuerpo temblaba y abrazaba más a Kongpob, como si él fuera el del sueño y en cualquier momento pudiera desaparecer.

Al sentirlo aferrarse de esa forma a él, Kongpob sintió una opresión en el pecho. Eso sólo le confirmaba que aquel sueño había sido uno bastante malo y pensarlo le rompía el corazón.

—No es verdad, amor... fue sólo un sueño —continuaba asegurándole con voz dulce—. Respira... Ya pasó, Arthit...

La mano del menor subía y bajaba por la espalda de Arthit con la intención de reconfortarlo. Sin embargo, sentía que el cuerpo de éste seguía temblando.

No fue hasta varios minutos después que el dolor en pecho de Arthit disminuyó, su respiración se normalizó y las lágrimas dejaron de salir, pero aún seguía temblando y abrazando a Kongpob. No podía sacar de su mente aquella horrible pesadilla.


Arthit había llegado ya a casa del trabajo. Sabía que, ese día, Kongpob se quedaría a hacer horas extras en el suyo, por lo que fue directo a su cuarto para ponerse ropa más cómoda para esperarlo. Sin embargo, antes de llegar al segundo piso, su teléfono sonó. Contestó, aunque el número era desconocido.

—Te dije que no eras bueno para él... y ya se dio cuenta.

La voz de su suegra se escuchó por el otro lado de la línea.

—Te puedes quedar con todo lo que él compró. Tal vez así dejes de ser tan miserable.

Y con eso, la llamada terminó, dejando a Arthit pasmado en su lugar por unos segundos. Cuando reaccionó, subió rápidamente las escaleras y llegó a su recámara.

II. ArmoníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora