Capítulo 25.3

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—¿Al menos estás ganando...? ¿Crees que soy un buen animador? —preguntó el menor en voz baja.

Kongpob había seguido observando la forma en que Arthit jugaba aquel juego. Se entretenía dando ocasionales besos a la piel de su novio.

—No... Es que yo soy muy bueno en este juego —respondió Arthit, dejando salir una sonrisa la cual marcaba su hoyuelo. Con facilidad había logrado pasar al siguiente nivel e iba a saltar de nuevo, pero se abstuvo antes de volver a ser regañado.

Kongpob echó un nuevo vistazo a la pantalla del celular. Se dio cuenta de que Arthit ya estaba en un nivel bastante alto y se puso feliz por él, tanto que le celebró dándole otro beso en el cuello.

—Sí, eres muy bueno —otorgó ahora un beso a su mejilla.

Sin embargo, se llegó un momento en el que el juego se complicó tanto que Arthit perdía a cada momento y con rabietas volvía a reiniciar. Después de varias veces perdidas, desistió y cerró la aplicación.

—Ya no soy bueno —dijo triste para después apoyar su cabeza en el cuello de Kongpob, quien no aguantó una risa al verlo tan frustrado por perder tantas veces seguidas.

—¿Me dejas jugar? —preguntó Kongpob luego de darle un beso en la cabeza.

Él había visto tanto a su novio con ese juego que ya estaba seguro de saber de qué trataba, aunque no creía que fuera bueno en ello. Pensaba, tal vez, que si Arthit lo veía perder a él también, probablemente éste se sentiría menos frustrado.

El mayor le entregó el teléfono como si jamás quisiera volver a verlo, luego escondió el rostro en la curva de su cuello de su novio, haciendo un gran puchero.

Kongpob tomó el celular y lo desbloqueó para poner el juego. Al principio perdió un par de veces, pero después de unos intentos logró pasar los niveles más básicos.

—¿Voy bien...? —preguntó sin sacar la vista de la pantalla.

Arthit asintió con algo de envidia, pues él no había podido llegar hasta ahí después de muchos intentos.

—Trata de tomar las joyas, te dan más tiempo —aconsejó.

A Kongpob aquel juego empezaba a gustarle un poco, pero no quería viciarse y realmente sólo quería jugar para hacer sentir mejor a su pareja cuando éste lo viera perder, pero por lo que Arthit le dijo parecía que lo estaba haciendo bastante bien.

Suspiró fingiendo desánimo cuando el juego le marcó que había perdido la partida. Intentó que pareciera un accidente cuando su personaje cayó a un precipicio, la verdad es que lo había hecho a propósito pues ni siquiera quería ganar.

—¡Kongpob! Tenías que saltar ahí, era muy obvio —Dicho eso le quitó el teléfono para volver a intentarlo, ya un poco más animado.

El aludido estrechó a su novio entre sus brazos, satisfecho por el cambio de actitud de este.

—Para ti es obvio, yo no soy tan bueno como tú —sonreía, de nuevo rozando su cuello con la nariz.

—Uhhmm... Me distraes, hazte a un lado...

Arthit movía su cabeza para que su menor ya no acariciara esa parte tan sensible de su cuello. Kongpob bufó y apartó su nariz del cuello del mayor; mejor, apoyó la barbilla sobre su hombro.

—¿Y si mejor jugamos a otra cosa?

—¿Como a qué? —preguntó Arthit de vuelta, sin quitar la vista de su juego. Ya había logrado avanzar un poco más que la anterior vez.

—Un juego de mesa —contestó un animado Kongpob.

Él picoteaba sin mucha fuerza los costados de Arthit para que dijera que sí. Había traído un par de juegos de mesa de su casa, más por su valor sentimental que porque realmente los usara.

II. ArmoníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora