Capítulo 31

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Kongpob ya había estado levantado por cerca de dos horas cuando fue hora de despertar a su novio. Pero ese día, al ser uno especial, dejaría que Arthit durmiera al menos una media hora más.

Se sentó a su lado sobre el colchón y otorgó suaves caricias a su rostro durmiente, luego lo cubrió de muchos pequeños besos que empezaron en la frente y terminaron en su mandíbula.

—Buenos días —había vuelto subir hacia sus labios—. Feliz cumpleaños, Arthit

El mencionado abrió un poco un ojo y se encontró con el rostro de su novio frente a él. Pero cuando recibió el beso en los labios, volvió a cerrar su ojo y se tapó completamente con la sábana. Eso provocó una risa en Kongpob, quien se levantó para ir por la mesita plegable y colocarla sobre el colchón.

—Te traje el desayuno... —decía mientras acomodaba los platos y el vaso con leche rosa en la superficie de la mesa.

A Kongpob le hubiera gustado ofrecer a su mayor un buen desayuno esa mañana. Lo había intentado, de verdad que lo hizo, pero en aquel plato terminó sirviendo algo muy diferente a lo que había planeado.

Se sentía muy apenado al recordar lo que le sucedió en la cocina. Todo iba bien hasta que fue el momento de usar la estufa; los pa-tong-go se habían quemado por haber estado atendiendo las tiras de pollo que se estaban pegando en la sartén. Para el final, lo único rescatable era el arroz, pero no le iba a dar solamente eso a su novio; por lo tanto, optó por el yogurt y fruta de todos los días. Tan sólo esperaba que el olor a quemado no se hubiera expandido hasta el segundo piso, sino el Arthit lo notaría.

—Por favor despierta —intentaba retirarle la sábana con la que se cubría. Esbozaba la mejor de sus sonrisas en un intento de disfrazar su vergüenza por el desayuno tan simple que le había traído. Entendería si Arthit se sintiera decepcionado cuando lo viera.

Fue después de tanta insistencia que el mayor se destapó y de inmediato se quedó sin aliento. ¿Acaso Kongpob quería matarlo el día de su cumpleaños o qué? Su pobre corazón latiendo rápidamente le avisaba que no podía con esa vista tan maravillosa. Kongpob vistiendo con esa camisa blanca para el trabajo, esbozando una sonrisa amplia y con ese brillo en los ojos tan particular que tenía únicamente cuando lo veía a él. Además del desayuno. Este no era tan diferente a otros días, pero sabía que para ese día su novio se había esforzado más que nunca.

Se levantó con cuidado dispuesto a desayunar lo que Kongpob había preparado para él. La sonrisa de este se hizo más grande cuando le colocó con cuidado sobre las piernas la mesa con su desayuno.

—Uhh... ¿amor? —le llamó Kongpob después de un rato.

—¿Uhhm? —volteó Arthit mientras tomaba de su vaso de leche rosa.

Él estaba emocionado por ese día. Sabía que su novio le daría sorpresas ya que él siempre era muy detallista.

Kongpob tenía ambas manos apoyadas sobre el colchón mientras miraba a su novio disfrutar de su leche rosa como si fuera el espectáculo más interesante de todo el universo. Se acercó un poco para con un dedo limpiarle una gota de jugo de fruta que había quedado en su comisura, después trasladó su mano hacia su mejilla, la cual tocó con afecto.

—Te amo —Su voz denotaba dulzura, pero también esa seguridad que siempre expresaba al decir esas dos palabras.

Y Arthit no solo sentía su rostro enrojecerse, él apostaba a que todo su cuerpo debía estar igual. Definitivamente, ese día se iba a morir por culpa de Kong. ¿Por qué le decía eso tan de la nada? Aunque hubiese acabado de tomar una bebida, sentía su garganta totalmente seca.

II. ArmoníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora