Capítulo 24.3

2.1K 199 49
                                    

Fue hasta varias horas después que Arthit despertó. Ya casi era de noche y sorprendió a Kongpob viendo una de sus películas favoritas.

—¿Dormiste bien? —preguntó el menor, olvidando por completo la televisión para darle toda su atención a su novio.

—¿Qué hora es...? —murmuró Arthit sin abrir los ojos completamente. Se sentía muy relajado, pero también estaba consciente de que no iba a poder moverse sin sentir bastante dolor.

En ese momento, a Arthit ya no le pareció buena idea el haber tenido intimidad con Kongpob algunas horas atrás, pues su cuerpo lo resentía bastante ahora además del dolor de sus músculos.

—Seis y media —respondió Kongpob, tomando su mano para entrelazar sus dedos.

Arthit había dormido casi seis horas y a veces Kongpob se preguntaba cómo alguien podía dormir tanto. Pero entonces recordaba que, debido a sus actividades, Arthit siempre terminaba agotado. Así que, después de lo de hace rato, supuso que era obvio que hubiera tomado una siesta tan larga como aquella.

—¿Tienes hambre? —preguntó después. Hace rato, antes de que escogiera ver una película, había pedido algo de comida a domicilio. Obviamente había dejado algo para que Arthit comiera después.

El mayor se movió más cerca de él y entonces confirmó que su cuerpo estaba bastante adolorido. Se quejó alto e hizo un puchero de forma inconsciente.

—Sí, tengo hambre, ¿hay comida? ¿Me la puedes traer a la cama?

Kongpob se había sentido algo mal cuando escuchó a su mayor quejarse por el dolor, pero no dijo nada. Él también pasó por esa etapa, pero sabía que pronto valdría la pena.

—Te alimentaré si gustas, pero no podré levantarme si insistes en abrazarme así —observó. Desde hace rato tenía a su pareja con un brazo y una pierna sobre su cuerpo. Podía fácilmente sacárselo de encima, pero le gustaba que Arthit hiciera eso.

—Ahhh, no quiero... No quiero moverme.

Arthit no sabía cómo iba a ir a trabajar al día siguiente si no se podía mover sin sentir dolor. De repente, sintió cómo Kongpob lo tomaba con cuidado del brazo que descansaba sobre su cuerpo y de forma muy delicada lo colocó sobre el colchón para después hacer lo mismo con la pierna. Le dejó también un beso en la frente antes de levantarse de la cama con la promesa de volver en unos minutos. 

—Sé que te gusta, así que lo pedí para ti —hablaba Kongpob cuando volvía a sentarse en la cama al lado de su novio con la comida ya lista.

Los ojos de Arthit se iluminaron al ver esa deliciosa comida. El platillo era de un restaurante que a él le gustaba mucho, pero al cual casi no pedían porque las líneas siempre estaban ocupadas. Esta vez Kongpob había tenido suerte o podría ser que insistió tanto hasta que finalmente contestaron su llamada.

Debido a su entusiasmo, Arthit por un momento olvidó su dolor y se sentó en la cama para poder comer mejor, aunque luego se arrepintió al sentir el agudo dolor en todos sus músculos.

—Tranquilo... No irá a ningún lado —dijo el más joven con algo de diversión, acomodando una pequeña mesa delante de él y sobre ella el plato, colocó también un vaso de leche rosa.

Con eso se acordó de aquella vez cuando aún estaban en la universidad y Arthit tenía el tobillo lastimado por haber dado 54 vueltas a la pista. El recuerdo le hizo esbozar una amplia sonrisa. Y a comparación de esa ocasión, esta vez Kongpob podría consentir a su ahora novio todo lo que no pudo antes.

Tomó los cubiertos antes de que Arthit lo hiciera; sabía que éste podía comer perfectamente, pero él quería encargarse de alimentarlo. Tomó un poco de comida en su cuchara y se la ofreció a su novio. Este giró los ojos, pero tenía tanta hambre que aceptó la comida que le ofrecían.

II. ArmoníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora