Prólogo

2.1K 116 5
                                    

El trinar de las aves se expandía por toda la calle. El sol ya se dibujaba sobre el oriente, coloreando de violetas y rosas el cielo de la mañana de primavera. Algunos pétalos de las flores de los cerezos cayeron a su pasar, levantándose del suelo en una bella danza con cada pisar. El vahó salía como una pequeña nubecilla que se difuminaba dentro del frío y salado aire al salir de sus agitadas respiraciones. Su palpitar resonaba en sus oídos, sintió una pequeña punzada en sus piernas por el esfuerzo al que las estaba sometiendo. Por poco choca con la barda que separaba la acera de la calle al resbalar en una vuelta. Empujó del metal para reincorporarse. El zumbido del hule sobre el asfalto no tardó en alcanzarla.

— ¡Vamos, Natsumi! —gritó Keiko entre jadeantes respiraciones, montada en la bicicleta —. ¡Falta menos de medio kilómetro!

El zapateo dejó de ser el eco que inundaba sus pensamientos. Escuchó su respirar muy cerca. Tragó saliva tratando de humedecer su boca. El dolor en las piernas aumentaba. Sacudió la cabeza tratando de despejarse. No podía darse el lujo de descansar, mucho menos detenerse. Gritó frustrada, haciendo un esfuerzo mayor para aumentar su velocidad; al poco, rebasó a Keiko. Siguió gritando hasta olvidarse de la tensión en sus muslos. Al abrir los parpados, acelero, corrió hasta su meta.

Subió de costado las escaleras que conducían hacia la puerta de cristal, donde un chico de revoltosos cabellos marrones esperaba, con impaciencia, sosteniendo una maleta. Los rápidos pasos, el ruido de los rayos cortando el aire, las respiraciones, lo incitaron a voltear.

—Te tardaste esta vez —señaló Kazuo, extendiendo el brazo con el que sostenía la maleta —. Todos están adentro. Parece que con todo ya listo.

—Lo siento —jadeó Natsumi —. En seguida voy.

Prácticamente arrebato la mochila de la mano del joven, empujando con la espalda la puerta de cristal, el frío tacto subió cual hormigueo por su espina dorsal. Corrió a través de la recepción del gran gimnasio. Kazuo frunció el ceño levemente, intrigado por el nuevo tiempo de Natsumi. Esperó hasta que Keiko subió, ya sin su bicicleta que había amarrado detrás del muro de las escaleras. Le ofreció un poco de agua, y la dejó tomar aire antes de pregunta, « ¿por qué tardaron tanto? ».

—Tenía entendido que Natsumi había roto su récord para los siete kilómetros —mencionó Kazuo —. ¿Qué ha pasado?

—Lo siento —sonrió Keiko —. No pude avisarte que habíamos hecho un cambio de planes. Pero, ¿no crees que es entendible que nos hayamos tardado más porque recorrimos una distancia mayor? Después de todo, hoy fueron diez kilómetros.

— ¿Y aun así piensa hacerlo? —dijo preocupado el chico —. El cambio de temperaturas y de ritmo en la respiración es muy precipitado. Además, es mucho más que un calentamiento. ¿En serio va a hacerlo después de eso?

—Es Natsumi, Kazuo —suspiró Keiko, entrando junto con este al gimnasio —. Nada de lo que le digamos la hará cambiar de parecer. Ella misma decidió cambiar la distancia. Dijo que si lo lograba no habría necesidad de preocuparse estando en el agua. Corrió más rápido que nunca en algunos tramos. Incluso con la bicicleta, me fue imposible alcanzarla.

— ¿Estás segura que tu mejor amiga es humana, Keiko? —río Kazuo, con una amplia sonrisa que marcó un hoyuelo en su mejilla izquierda —. Con esos tiempos... lo dudo bastante.

—Sí, yo también lo dudo —dijo la chica por lo bajo, antes de apartársele y apurar el paso —. Pero todo eso da igual ahora. Estamos aquí para apoyarla, ¿no? Apresúrate.

[...]

Natsumi siguió corriendo hasta los vestidores, donde no pudo evitar azotar la puerta metálica con su espalda al cerrarla. El frío fue una sensación reconfortante al tacto. Se quedó ahí, pegada al metal, mientras peleaba con sus pulmones para poder recuperar el aire que le hacía falta. Estrepitoso ritmo de su corazón, más rápido que el de un tambor africano. Necesitó de varias inhalaciones que llenaron sus pulmones por completo, para anular la falta de aire. No podía dejar que su corazón se alentara. El palpitar desaparecería junto con la adrenalina, y perdería la ventaja por la que había corrido durante media hora de su mañana.

•僕らの夢• (Haruka Nanase × Oc) [Road to the world]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora