徹夜 Tetsuya

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No le molestaba el gélido tacto de los suelos con la piel desnuda de sus pies. Era relajante en cierto modo para el húmedo calor de las noches de verano. La noche ya había caído sobre la ciudad, y fue una grata sorpresa poder mirar al cielo y encontrarse con un par de estrellas, titilantes en la movediza superficie del agua a un lado del edificio. Mas ahí adentro, entre los cristales que dejaban ver un sinfín de aguas cristalinas, el inmenso esqueleto artificial y el incesante canto e los cetáceos que salían es de las bocinas en las esquinas, le parecía que asemejaba más a la noche que la segunda planta: iluminada, pero abierta a la intemperie. Natsumi se agachó, dejando el último contener vacío junto a los demás; seria llenado a la mañana siguiente por los pescadores, amigos de su padre.

«Las señoritas no cargan nada pesado, ¡mucho menos pescado muerto! ¡Qué asco! » Su madre solía regañarla por, casi, cada paso que daba. Todo se tenía que hacer de la forma, tiempo y lugar en que ella lo decía, nada le importaba más. Emperatriz de una montaña de perfección absoluta, se castigaba por no hacer o por hacer de otra forma, lo que ella decía. Sonrió ante el pensamiento de su propia rebeldía. Era más que sabido que si le prohíbes a alguien hacer algo, más deseos tendrá de hacerlo. A veces, por el simple hecho de llevarle la contraria a su opresor.

— ¡Oye, Natsu! —le llamó Kazuo, asomándose por la puerta de la segunda planta —. Keiko ya quiere empezar a preparar los bocadillos para pasar la noche, ¿puede hacerlo?

—Sí, no hay problema —asintió la de ojos verdes con una sonrisa. Empezó a caminar hacia las escaleras —. Solo asegúrense de que sea algo que a todos les guste, ¿está bien?

—En ese caso... —agregó Kazuo. Había dejado de mirar a Natsumi, su mirada, opuesta a la oscuridad de la planta inferior, se concentraba en una puerta blanca entreabierta del otro lado de pasillo sobre uno de los tanques: era la cocina —. Será mejor que vengas. O sino terminará por sacar todo de la nevera.

—Está bien, está bien —rezongó Natsu, apresurándose a subir de a par los escalones, sin darle importancia al molesto tacto con la lija en cada uno de ellos —. ¡Ya voy!

La puerta estuvo apenas a un palmo de cerrarse frente a su rostro. Kazuo había salido corriendo por el pasillo al escuchar un ligero ruido. Natsumi logró frenar el avance de la puerta con su mano, deteniéndola con un estruendo. El haber subido tan drásticamente las escaleras le había quitado la posibilidad de detenerla con cuidado. Se irguió sobre el último peldaño, tomando la manija de la puerta antes de pasar a través de ella.

— ¡Deja eso! —le escuchó regañar a Kazuo desde la cocina —. ¡Ni siquiera sabes lo que es!

— ¡Claro que lo sé! —replicó Keiko, sobrepasando a penas el tono del muchacho —. ¡Es un licuado! Estaba en el refrigerador; además, Natsu nos dio permiso de tomar lo que quisiéramos. ¡Así que dámelo!

—Sabes perfectamente que se refería a las raciones predestinadas para las guardias —recordó Kazuo, ya más calmado; seguramente había encontrado una forma para que Keiko no lo tomara —. No a cualquier cosa que encontráramos en la nevera.

No pudo retener la risa que se le escapó entre los labios. Negó suavemente, dejando escapar un suspiró, tratando de calmar su exagerada sonrisa; no le funcionó, inclusive empeoró su diversión. Caminó hacia el marco de la puerta de la sala en donde ambos jóvenes se encontraban, divirtiéndose con la escena ante sus ojos. Kazuo alzaba una botella de un litro, con un líquido lechoso con centenares de puntos oscuros que adornaban su grisácea blancura, alejándola lo más que podía de la chica. Era cómico, él abusaba de su fuerza, deteniendo a Keiko con un brazo, y de su estatura. Pero más valía no dejar que eso siguiera, sabían perfectamente lo que Keiko era capaz de hacer si llegaba a enfadarse en serio.

•僕らの夢• (Haruka Nanase × Oc) [Road to the world]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora