試験 Shiken

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Esa montaña de libros y estrés, muchos papeles y poco tiempo, como de costumbre, había caído cuál yunque sobre sus hombros, apenas dándole tiempo para reaccionar. ¿Dormir? Se convirtió en una necesidad secundaria a la mortecina luz sobre las letras, los cientos de números y letras y las transformaciones. Por fortuna, había aprendido de su propia mano a cómo lidiar con eso desde antes de entrar al nivel medio superior. A comparación de aquella época, esto era pan comido.

Unos tubos de ensayos, un par con sustancias incoloras, de pie sobre una rejilla al lado del lavabo, un mechero …, un matraz con otro compuesto, un vaso de precipitado con agua y otra cristalería se postraba frente a su vista de camino hacia el pizarrón. Sostenía un bolígrafo, y, con fuerza innecesaria, anotaba las formulas químicas que creía iba a necesitar.

Su cabeza estaba apoyada sobre la palma de su mano, lo más cerca que podía estar de la superficie metálica a pesar de que quisiera tener la cabeza apoyada sobre el cuaderno, y aun así, esa postura, en lugar de darle alguna comodidad, hacía que su espalda punzara.

Se irguió ante la necesidad de estirar su brazos sobre su cabeza. Junto sus escápulas, liberando parte de la tensión que se había quedado tras el entrenamiento de la mañana. Ese pequeño alivio no duró mucho. Sentada sobre un banco demasiado alto para ella. Era lo normal que la mayor parte del dorso sobrepasara la superficie para alejar los químicos del rostro, pero sentía que eso ya era una exageración. Se sentía igual, o tan solo un poco, más baja de cuando estaba de pie. Cualquier forma de sentarse le resultaba incómoda. Por fortuna, en esa ocasión no tendría que usar la bata blanca que le hacía más difícil el escribir.

Volvió su vista al breve apunte que llevaba cuanto escuchó el deslizar de la puerta trasera del laboratorio. La que siempre permanecía cerrada. Ese rechinar le resultaba raro, demasiado raro. Pero la inquietud de fallar al transcribir algún número era mayor. Apresuró el trazar de su mano, curiosa. Regreso su vista al pizarrón un instante, volvió al papel.

—Hola, Natsu —la voz de Haru le sorprendió, mas no dejó que lo notará —. ¿Qué estás haciendo?

—Buenos días, Haru —dijo Natsumi al tiempo que terminaba de transcribir la última fórmula —. Nada interesante de hecho. Sólo copiaba eso. Aunque todavía no sé para qué serán…

Al apuntar al pizarrón, su mirada viajó al pequeño reloj a un lado. La hora mal no estaba, y eso significaba un par de cosas.Una de ellas en especial obligóa una corta risa a intentar salir, quedando atasca entre los labios de la de ojos de esmeraldas para luego dejar una sonrisa sobre ellos. Divertida, volteó hacia el chico, quien la seguía mirando esperando el final de su respuesta. Natsumi apartó unos mechones de su frente.

—¿No se supone que tenías clase de inglés? —rio la castaña por lo bajo.

Haru se encogió de hombros.

—No me gusta esa clase. Es muy difícil para mí. Prefiero nadar, o estar aquí contigo —dijo rápidamente —. Es mejor que estar escuchando cosas que no entiendo.

—¿No se te dan bien los idiomas, verdad, Haru? —sonrió Natsu, compasiva. Sabía lo desesperante y frustrante no poder aprender algo que no te agradaba en lo absoluto.

Y como si la palabra hubiese sido invocada…

—En lo absoluto… —suspiró Haru.

—No te preocupes —negó levemente Natsumi —. Aunque suene raro: te entiendo.

De alguna u otra forma, quería agregar Natsumi, pero fueron reemplazadas por una cálida sonrisa. Haru se la devolvió. Un cómodo silencio sorfeó entre ellos. Ensimismada en el brillo de mil zafiros de sus ojos, sintiendo como ese calorcito iba creciendo en su pecho. Sólo fueron segundos, pero fue suficiente para que ambas sonrisas se abrieran un poco. El rápido deslizar de la puerta de enfrente del laboratorio los obligó a mirar en esa dirección.

•僕らの夢• (Haruka Nanase × Oc) [Road to the world]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora