同情 Doujou

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En la penumbra de su habitación, con el retrato de la vida nocturna de la ciudad estampada en su ventana ofreciéndole lo único que alumbraba el lugar. Recostada sobre el cobertor de su cama, con los brazos tras su cabeza, dejando caer uno de sus piernas por el borde de esta. Viendo las luces movedizas impregnadas en el techo de su cuarto.

No podía dormir, y la respuesta la tenía borrosa. Después de ir a su segundo entrenamiento con Azuma debería de estar lo suficientemente agotada como para haberse dormido con tan solo tocar la superficie del colchón. Pero había pasado una hora y media y nada. Su madre ya se había dormido en una de las habitaciones al fondo del pasillo del departamento. No había necesidad de estar despierta, y la pesadez de sus extremidades se lo recordaba. Pero lo sabía, se sentía mal por lo que había dicho Hiyori, y por lo que ella no había hecho. Sentía como una especie de condena caía sobre ella, y las causas podrían ser muchas, pero solo le interesaba una.

¡¿Por qué no lo ayudé?! , se maldijo, ¿por qué me quede ahí sin hacer nada? Mas de una hora había estado pensando en la respuesta a eso, más de una hora había estado pensando en cómo se estaría sintiendo el chico por lo mismo. Si ella se sentía así, no quería ni siquiera imaginar como él la tendría que estar pasando. Entendió a la perfección lo que Hiyori le dijo, pero no sabía con certeza el trasfondo, lo que de verdad significaba para Haru. No podía permitir que su error siguiera creciendo, no sin hacer algo al respecto.

Giró sobre la colcha, tomando su teléfono que reposaba en la mesa de noche a su lado derecho. El brillo de la pantalla le obligó a entrecerrar lo ojos, hasta que se acostumbrara, pero no le impidió mandar el mensaje. «Hola. ¿Estás despierto?» tecleó presurosamente sobre la conversación apenas iniciada con Haru. Dejó caer el teléfono sobre su pecho, tratando de no pensar en si fue o no bastante precipitado. Cerró los ojos mientras esperaba, para su sorpresa, no tardó en contestar. «Sí, ¿sucede algo?», preguntó. «No, no pasa nada. Sólo no puedo dormir, y estaba aburrida», contestó con una diminuta sonrisa sobre sus labios. «Tampoco me puedo dormir. No tengo idea de por qué. Creo que el entrenamiento de hoy me alteró mucho», mandó. Probablemente sería más fácil arreglar esto de lo que pensaba. «Tengo una idea. Tal vez nos ayude a ambos. O tan solo nos sirva para que la noche no se nos haga tan larga. ¿Aceptas?», inquirió. «Sí» fue lo único que respondió, pero era lo único que necesitaba considerando su honestidad. «Bien. Nos vemos en la tercera estación después de la de la universidad, ¿está bien?», propuso. «Claro, nos vemos ahí.», . «Y lleva tu traje de baño. Luego te explico», añadió.

Natsumi saltó de la cama con una sonrisa dibujada de oreja a oreja. Tomó la maleta que reposaba al pie de su cama, colgando la rienda de esta sobre su hombro izquierdo mientras se colocaba los tenis colocados a un lado de la puerta de su habitación. La abrió con cautela, asomándose, lentamente por la rendija, hacia el gran pasillo del apartamento: ni una luz. Giró su cabeza de vuelta a la sala, estaba igual. Cerró la puerta tras su espalda tan silenciosamente como pudo, caminando de puntillas sobre la costosa alfombra que su madre había insistido en instalar hace un par de años hasta llegar a la puerta principal del departamento. Salió del oscuro hogar por apenas un pequeño espacio entre el metal y la pared, por donde una intensa luz se colaba hacia dentro.

Caminó sin apresurarse por el sobre-decorado pasillo, esperó con paciencia el elevador, aun con la sonrisa estampada en el rostro. Pero las cosas aun no acababan. Hasta el momento en que lo viera, hasta el momento en que su mirada dejar de ser la decaída que vio hace unas horas, hasta ese momento podría estar tranquila con ella misma. Ignoró la melodía de las repetitivas flautas, estresante a su parecer, resonante en la cabina del ascensor al ensimismarse en la música de sus audífonos.

Estaba desolado, desde la recepción del gran edificio hasta las poco iluminadas calles de la ciudad. Las personas que vio en el camino hacia la estación se podían contar con los dedos de las manos. El tren no tardó en llegar, el último, en el vagón casi todos los lugares estaban libres. Se sentó al lado de la puerta, cerrando los ojos mientras un nuevo ritmo inundaba su cabeza. Pensó en que decirle al chico, como justificar lo que tenía planeado hacer, pero apartó esos pensamientos con rapidez al no encontrarle verdadero sentido alguno. Un par de canciones más y el tren llegó a la estación. Al bajar, retiró los audífonos de sus oídos con un tirón, guardándolos en el bolsillo junto con su teléfono. Buscó al chico con la mirada.

•僕らの夢• (Haruka Nanase × Oc) [Road to the world]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora