5. Campeonato de porristas (parte 2)

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Todo ese día, Aline buscó señales que le indicaran que algún adulto a su alrededor era un mercenario. Se preguntaba si se trataría exclusivamente de hombres o también tendría que mantenerse atenta a la presencia de mujeres. Debería haber pedido a los Universales señas más específicas sobre estas personas, en lugar de haberse paralizado por el miedo.

Mientras buscaba enemigos a su alrededor, Aline tuvo la extraña sensación que había un detalle importante que estaba pasando por alto, sin lograr determinar qué era. Tuvo la sensación cuando saludó a sus compañeros, con la mayor alegría que pudo en la mañana, para que no sospecharan que algo distinto pasaba con ella; la tuvo cuando dejó en la mesa de Ignacio el sándwich que le preparó, para que no tuviera hambre por saltarse el desayuno; la tuvo durante la prueba de sociedad, en la que le costó concentrarse y también la tuvo en el fondo de su mente, cuando conversó con Cristóbal en el recreo.

Había algo importante que estaba dejando pasar, estaba segura, por eso repasó toda la conversación con el Mensajero de los Universales, en el ensayo final antes del campeonato de porristas, lo que le ayudó a descubrir que se sabía tan bien la coreografía, que no tenía que prestarle atención para hacer los pasos, las pirámides y las piruetas a la perfección.

Después del ensayo final, Aline fue directo a hablar con Tuerca y Tornillo, creyendo que pedirles otra vez que se apuraran con las reparaciones, alejaría la sensación de ella. Pero eso no ocurrió, ni siquiera después de pedir a toda la familia de Arzulino, que se cuidaran y fueran discretos.

Aline se fue a dormir esa noche, creyendo que todos los asuntos que llevaba dentro de su cabeza, empezaban a hacerla perder su buen juicio. Tendida en la cama, deseó que el campeonato acabara pronto y que su equipo ganara alguna medalla, para regresar con algo lindo y brillante que mostrar a sus pequeños amigos y para que la entrenadora, que había trabajado muy duro, se llenara de orgullo.

Pensar en los pequeños la ayudó a relajarse, y cuando estaba a punto de entregarse al sueño, la sensación que la acompañó todo el día se hizo palabras.

Lo único que los Universales le habían indicado, era que los mercenarios eran personas dominadas por la ambición, capaces de hacer cualquier cosa y que no descansarían hasta conseguir lo que buscaban. Esas características no dejan marcas evidentes, pero ciertamente Aline conocía bien a los adultos que la rodeaban y la única persona ambiciosa que estaba cerca era la entrenadora, pero ella solo ambicionaba ganar el campeonato, además su Mensajero le había dicho que los mercenarios habían conseguido localizar la ciudad donde estaba la familia de pequeños, si alguno de los adultos a su alrededor fuese uno de ellos, ya habrían encontrado el lugar exacto donde escondían la nave, especialmente porque parecía tratarse de gente con experiencia en la búsqueda de alienígenas, al menos con más experiencia que ella y sus amigos. Si los mercenarios eran extraños en su ambiente, necesitaban una excusa para llegar a la ciudad y acercarse sin llamar la atención. Aline cayó en cuenta que nunca habría tantos extraños a su alrededor como al día siguiente, en el campeonato de porristas.

Su primer impulso fue comunicarse con Ignacio, para que fuese al campeonato a ayudarle a vigilar a todos los extraños que llegaran, pero recordó que él debía cuidar a los pequeños y no podían dejarlos sin protección. Tendría que encargase por sí misma de la situación, mantenerse alerta y usar sus habilidades con rapidez y discreción, ante cualquier señal.

Por la mañana, Aline se despertó como si nunca se hubiese quedado dormida, se puso su pequeño y ridículo uniforme, sin darle importancia a su apariencia y partió hacia el gimnasio de la ciudad, en compañía de sus papás y su hermano, que habían insistido en ir a apoyarla, a pesar que ella intentó convencerlos que no lo hicieran, diciéndoles que su presencia la pondría nerviosa y que prefería ir sola. Sus esfuerzos por no exponerlos al peligro fueron en vano, le dijeron que se sentarían en un rincón donde a penas los notaría y con eso la posibilidad de discutir se acabó.

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