1. La Canica (Parte 2)

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Por la mañana, cuando su mamá la despertó para ir al colegio, Aline solo conservaba la sensación de haber tenido un sueño muy extraño y muy importante, pero no podía recordar ningún detalle que la acercara a reconocerse elegida para ser Guardiana de un planeta.

Alan que la conocía muy bien, se dio cuenta de lo callada que iba su hermana camino al colegio y como su mirada se mantenía fija en el suelo, en vez de ir mirando todo lo que pasaba a su alrededor y comentando todo lo que veía, como siempre.

 – ¿Qué te pasa? –le preguntó.

– Nada, ¿Por qué?

–Parece que siguieras dormida –comentó él.

Aline le mintió a su hermano. Desde el desayuno, cuando observó lo maravillosas que se veían las formas de su cereal y las gotas de leche rodeándolo, que venía sintiendo que algo extraño pasaba en sus ojos, pero fue al salir a la calle que se dio cuenta que podía captar detalles insospechados, grietas en el pavimento, la hierba creciendo en la grieta del pavimento, incluso los pequeños organismos que vivían en la hierba creciendo en la grieta del pavimento. El camino al colegio se llenó de detalles asombrosos que antes pasaban desapercibidos, detalles que no tenía palabras para compartir con su hermano.

Pensó que aquello era parte normal de su desarrollo, algo que le sucede a todo el mundo cuando llega a la pubertad y que su hermano, por ser más pequeño, no sería capaz de comprender.

– ¿En verdad estás bien? –le preguntó Alan al llegar a la puerta del colegio.

– ¡Claro que estoy bien! –le dijo –. Tú lo vas a entender cuando seas grande como yo.

Y con esas palabras se separó de Alan, que continúo mirándola extrañado.

– ¡Hola a todos!

En las mañanas al llegar a la puerta de su sala de clases, Aline saludaba siempre alegre a sus compañeros, las nuevas amigas, que no había tardado en hacer, le devolvieron el saludo y ella caminó tranquila hacia su puesto, fue en ese momento, que comenzó a sentir como si en su pecho hubiera dos corazones, uno de los cuales latía muy rápido. Se detuvo a buscar de donde venía esa sensación y vio a Cristóbal sonriéndole, sentado cerca de la ventana, su propio corazón se aceleró mientras le regresaba la sonrisa, aquella tenía que ser la señal de que él sentía lo mismo que ella, debía ser eso lo que le pasa a la gente cuando el amor es correspondido. Entonces, sus ojos se toparon con los de Ignacio que estaba sentado en su puesto y por un segundo se sostuvieron la mirada. “Él lo sabe”, pensó Aline y una neblinosa imagen del sueño de la noche anterior intentó regresar a su conciencia, pero rápidamente desvió su mirada y sintió como en su pecho solo latía su propio corazón. “El sabe que Cristóbal y yo nos estamos enamorando”, pensó avergonzada.

Durante la mañana Aline estuvo muy ocupada resolviendo los ejercicios de matemáticas que tanto le costaban y armando un proyecto de ciencias con su grupo de trabajo. Conversó con Cristóbal, que era uno más de sus amigos, pero no volvió a sentir otra vez el corazón de su amado latiéndole en el pecho. De vez en cuando, se le volvían a pasar por la cabeza los ojos oscuros e intensos de Ignacio, que nunca antes la habían mirado directo a ella, estaba sorprendida de no haber encontrado rastros de maldad y estupidez, únicas características que le atribuía. Sobre el sueño de la noche anterior, no volvió a pensar, hasta que sonó el timbre para el segundo recreo.

Las salas de clases se vaciaron rápidamente porque aquel era el recreo en el que se jugaba el campeonato de canicas. Los jugadores se ubicaban en el centro del patio, cargando sus bolsas y tarros llenos de canicas, Ignacio se encontraba ahí con Daniel y Cristián, esperando a sus rivales para ese día. Aline salió de su sala cuando ya todos se habían ido, estaba intentando hacerse el humor de estar sentada al borde del campo de juego con sus amigas, contemplando el espectáculo. Iba con la mirada fija en el suelo, maravillada de lo interesante que resultaba al explorarlo con sus nuevos ojos, cuando de pronto, algo resplandeció y Aline vio que era una solitaria canica que seguramente alguno de sus compañeros había perdido en su desesperada carrera para alcanzar un buen lugar en el patio.

LA GUARDIANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora