Aline avanzó unos pasos entre la gente, que aún deambulaba buscando sitio para sentarse y comprando chucherías para comer, sin conseguir ver a su amiga entre ellos, pensó que, para darle mayor privacidad y ganar tiempo, Melisa había seguido caminando a encontrarse con Ignacio.
Para no levantar sospechas en sus papás, Aline se metió por debajo de la gradería y avanzó hasta llegar justo debajo de donde estaban sentados su familia y sus amigos. Melisa tampoco se veía junto a su papá. Algo no estaba bien.
Aline no lograba contactarse con Ignacio, que parecía mantener cerrada su mente, para evitar escuchar los pensamientos intrusos de la multitud, por lo que se vio obligada a acercarse un poco más, para intentar tocarle la pierna, esperando no asustarlo.
–Que bien que te vi corriendo por la carretera –escuchó decir al señor Santos –. No habrías llegado a tiempo sin un aventón.
–Gracias –contestó Ignacio escueto.
–No, gracias a ti –continuó con alegría –. Creo que mi niña te necesitará hoy, ya sabes, para apoyarla.
–Ajá –suspiró Ignacio.
–Aunque supongo que estás aquí por la otra niña.
–Si –confirmó Ignacio que parecía hacer un gran esfuerzo para poder hablar –. Por la otra niña.
–La que te gusta –afirmó casual el señor Santos.
– ¿Cómo dice? –preguntó confundido.
Aline vio como se tensaban los músculos en las piernas de Ignacio, al escuchar las palabras del papá de Melisa, pero el señor Santos no alcanzó a decir nada más. Alan, que al parecer seguía de cerca la conversación, se levantó de su asiento y se paró furioso delante de ellos.
– ¿Cuál niña? ¿Hablan de mi hermana? –preguntó desorbitado.
Aline no creía que el señor Santos se refiriera a ella, pero desde donde estaba no podía calmar a su hermanito, sin dejarse ver.
– ¿Aline?
De pronto, los ojos enfurecidos de Alan pasaron a la sorpresa, cuando se encontraron con los suyos asomados entre los asientos. Poniendo un dedo en su boca, Aline le pidió silencio y su hermano asintió.
– ¿Aline es tu hermana? –preguntó el señor Santos con simpatía.
–Si –titubeó Alan –. Mi hermana mayor.
–Es una niña agradable –afirmó.
–Gracias –señaló Alan apurándose hacia sus papás –. ¡Papá, mamá! –exclamó –. Voy con Simón a comprar unos dulces.
–Yo también voy –dijo Ignacio levantándose de su asiento para seguirlos.
Aline salió de bajo las graderías, al encuentro de los chicos, que se acercaban discutiendo.
–No veo por qué nos sigues –iba diciendo Alan molesto.
–Porque algo pasó –le contestó Ignacio con esfuerzo –. Mientes tan mal como Aline.
Por lo general, Aline habría hecho algo para apaciguar los ánimos y evitar otra larga discusión entre Alan e Ignacio, pero en ese instante, no podía pensar en nada más importante que el paradero de Melisa. Ya ni siquiera quería saber las razones de Ignacio para dejar solos a los pequeños azules, resultaba bastante obvio para ella, que la presencia de los mercenarios en el campeonato, lo había obligado a acudir. Por otra parte, su amiga jamás la habría dejado sola, al menos no por su propia voluntad y aunque intentaba tranquilizarse pensando en los diversos lugar y situaciones que normalmente solían alejar a una chica de su mejor amiga, sabía muy bien que todo lo que a ellas les sucedía era extraordinario.
ESTÁS LEYENDO
LA GUARDIANA
FantasíaAline acaba de llegar a la ciudad y pensaba que hacer nuevos amigos en su nuevo colegio iba a ser el desafío más importante de su año. Sin embargo, ese sería la menor de sus dificultades cuando los Guardianes Universales, unas entidades superiores q...