La primera vez que Aline se encontró frente a la sonriente profesora Clara González, pensó que estaba todo perdido y el pánico la paralizó por unos segundos.
“Sonríe, Aline”, le sopló Ignacio en sus pensamientos. “Ella no está segura de quiénes somos”.
Ignacio tenía razón. En la visión que tuvo, justo la noche anterior, el Mercenario le había dicho al elegante fumador, que Guardián y Protector estaban ocultos entre los niños, pero no mencionó ningún nombre. Dados los acontecimientos del campeonato de porristas, lo más seguro es que ella fuese la principal sospechosa, pero de tener la certeza que ella era la Guardiana, no se habrían tomado la molestia de enviar a C. González como profesora, habrían ido directo a sacarla de su casa, por lo tanto, aún tenían la posibilidad de pasar desapercibidos y ganar tiempo para localizar la fuente de poder que haría despegar la nave de los pequeños.
Aferrada a esa esperanza, Aline hizo, de inmediato, su mejor esfuerzo para instalar en su rostro la mejor y más grande sonrisa que fue capaz de esbozar.
–Hola, Señorita Clara –dijo intentando sonar encantadora –. Lamento llegar tarde.
–Está bien, primor –contestó ella –. Esas cosas pasan, anda a sentarte.
Avanzó con el paso más seguro que le fue posible hacia su puesto, sin atreverse a levantar la vista del piso, porque tenía el corazón desbocado y la respiración cortada, sabiendo que al instalarse en su puesto, junto a Melisa, daría una poderosa señal que C. González no pasaría por alto, después de todo, había sido en el rescate a Melisa que Ignacio usó sus poderes, develando su presencia.
“Fíjate bien con quién te sientas”, dijo Ignacio.
Aline se atrevió a levantar la vista. Melisa charlaba despreocupada sentada junto a Loreto. Oleadas de alivio la hicieron sonreír, celebrando lo astuta que su amiga había sido al cambiar puesto con Vanesa, sin embargo, no era ella quien ocupaba el puesto a su lado.
–Buenos días, Ali –la saludó Cristóbal.
–Hola –Suspiró Aline, desplomándose en su silla.
–Espero que no te moleste tenerme aquí –Cristóbal se acercó y bajo la voz –. Gerardo me pidió sentarse con Vanesa. Parece que ella le gusta –Confidenció.
Aline se volteó con el pretexto de colgar su bolso en el respaldo de la silla y comprobó que una muy sonriente Vanesa estaba instalada en el puesto de Cristóbal, junto a Gerardo, sonriendo y jugando con su pelo, de la misma forma que hizo con Ignacio unos meses atrás, para captar toda su atención y mostrarle su interés. Su amiga se veía radiante y no podía ser de otra forma, Gerardo era considerado por compañeras de distintos cursos como uno de los chicos más guapos del colegio.
No obstante todo el entusiasmo invertido por Vanesa, Gerardo no parecía si quiera inmutarse con su presencia, para nada se veía como un chico que se tomó la molestia de pedirle a su compañero cambiar de puesto para tener a una chica a su lado, y Aline no tuvo más que fijarse en lo perdida de su mirada, para comprender que Ignacio estaba detrás de aquello.
“¿Qué hiciste?”, preguntó Aline, acusadora, sacando su cuaderno y estuche con más fuerza de la necesaria.
“Lo que debía hacer para protegerte”
Aline no entendía para qué Ignacio había gastado sus energías manipulando la mente de Gerardo, si para despistar a C. González habría bastado con que Vanesa cambiara puesto con Melisa.
“Así habrías seguido asustada y tienes que verte feliz”, explicó Ignacio. “Cuando estás junto a Cristóbal te pone feliz”.
Aline se sonrojó, muchas veces se había preguntado cuanto sabía Ignacio de sus sentimientos por Cristóbal, la apenaba descubrir que sabía mucho más de lo que su discreción le permitía revelar y más de lo que ella quisiera que supiera.
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LA GUARDIANA
FantasyAline acaba de llegar a la ciudad y pensaba que hacer nuevos amigos en su nuevo colegio iba a ser el desafío más importante de su año. Sin embargo, ese sería la menor de sus dificultades cuando los Guardianes Universales, unas entidades superiores q...