8. El otro Guardián (parte 1)

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Era la segunda vez en el año que Aline iba a lo que se suponía, era la enfermería de su colegio, pero que, en la práctica, no era más que un pequeño cuarto sin ventanas, tras la oficina de la inspectora, donde una delgada camilla y un par de sillas, competían por el espacio con rumas de carpetas apiladas. Sin duda, no era el lugar más apropiado para recibir un chico con la cara ensangrentada y el curso de primero auxilios, hecho por la inspectora, tampoco la había capacitado para encargarse de ese tipo de lesiones. La situación debió parecerle tan abrumadora que, por unos segundos, al ver asomarse a Aline e Ignacio por su puerta, la inspectora perdió su severo rictus y se cubrió la boca con asombro.

Aline se esforzó por sacar a Ignacio del comedor, lo más rápido posible, porque sabía que en ese estado lamentable, iba a resultarle muy difícil bloquear los pensamientos intrusos de la multitud que comenzaba a aglomerarse a su alrededor y eso le traería aún más dolor del que ya cargaba. El problema fue que el rumor de lo acontecido debió regarse sin pausa por el colegio y parecía que todos habían dejado sus quehaceres para acercarse al comedor a echar un vistazo a la situación y la masa bloqueaba todas las posibles salidas.

Mientras evaluaba sus alternativas, Aline se sacó el delantal y lo dobló para ponerlo sobre la nariz de Ignacio, con eso ayudaría a contener la hemorragia y de paso, ocultaría la impresionante velocidad en que se reconstituía su, aparentemente, fracturada nariz gracias a que su parte alienígena aceleraba su proceso regenerativo.

–Vamos a la enfermería.

Fue una suerte que Cristóbal y Gerardo llegaran para ayudarlos a moverse entre los compañeros y salir del comedor. Cristóbal pasó un brazo tibio y acogedor, por sobre los hombros de Aline y no la soltó hasta dejarla en la puerta de la inspectoría, como si llevarla abrazada fuese más un gusto que una necesidad y, a pesar de sus sueños de soledad y el lío en el que estaba metida, Aline se sintió alegre y en paz, porque no podía sentirse de otra forma estando tan cerca de él.

La inspectora no tardo en recuperar su compostura, se apuró en desocupar la camilla, buscar hielo en el refrigerador de la sala de profesores y dejar a Ignacio tendido, al cuidado de Aline, mientras ella iba a calmar el alboroto que se había armado en el comedor y regresar a todo el mundo a sus salones de clases.

 “¿Cómo va tu nariz?”, preguntó Aline cuando estuvieron solos.

“Los huesos ya soldaron”, contestó Ignacio que se cubría la cara con el delantal de Aline. “No te asustes, es la segunda vez en el año que me dan en la nariz”, comentó divertido.

Aline había olvidado que meses atrás ella también lo golpeó directo en la nariz.

– Déjame ver –dijo retirando el delantal.

Apenas pudo verlo, se arrepintió de haberlo descubierto. El golpe que ella le dio en el cumpleaños de Melisa, no tenía punto de comparación con lo que Cristián le había hecho. Su nariz se veía bien, se notaba que estaba recuperándose, pero era lo único que se veía bien, el golpe de Cristián le había dado justo al centro de la cara, dejándole el labio partido y unas sombras amoratas, bajo ambos ojos hinchados. La impresión que le causó fue tal, que no alcanzó a disimularla, a pesar que se apuró en desviar su propia atención, tomando la gasa húmeda que le dejó la inspectora para limpiarle la cara.

“Voy a estar bien”, la tranquilizó Ignacio. “En unas horas estaré como antes”.

Aline comenzó a limpiarle la cara en silencio, sabía que estaría bien, porque él se recuperaba rápido, sabía que de otra forma sería ella la tendida en la camilla, pero aún así no podía dejar de sentir un nudo en la garganta al pensar en el dolor al que se había expuesto por ella.

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