Por más ansiosa que estuviese de que llegara el día siguiente, para sincerarse con su amiga y para escuchar lo que los pequeños quería decirles en la convocada reunión de la tarde, Aline se resistió por largo rato a conciliar el sueño esa noche, sabiendo que pronto estaría rodeada de las habituales y angustiantes imágenes. Pero al final, el cansancio la venció y cerró los ojos rendida, para encontrarse con una escena que, hasta ese momento, no había contemplado.
Estaba de regreso en la pequeña sala donde interrogaron a Melisa. Su amiga se despedía alegre de sus captores antes de salir por la puerta, Aline quiso seguirla porque la idea de verse abrazada a ella, la llenaba de alegría, mas no tuvo forma de conseguir cruzar la puerta. Estaba atrapada dentro del cuarto con los Mercenarios y supo que estaba a punto de enterarse de algo importante.
– ¡C. González, que rayos está mal contigo! –el hombre tomó a la mujer por el hombro y la volteó con rudeza –. ¿C. González? –la placida mirada de la mujer hacia el techo pareció llenar al hombre de compresión –. Un maldito protector –murmuró con los dientes apretados.
El hombre soltó a C. González, que se quedó muy tranquila de pie en su lugar, aún bajo los efectos de la dominación mental de Ignacio. Sacó su móvil del bolsillo y marcó apurado un número.
–No será tan simple hacernos con los malditos traga todo –dijo de improviso. Aline se sintió asqueada al oír el nombre que le daban a la familia de Arzulino –. Ya identificamos a las niñas, pero nos cruzamos con un guardián y un protector –el hombre escuchó a su interlocutor –. Es una buena idea, no habrá problema –continuó metiendo la mano en su bolsillo –. Los eliminaremos a todos.
El hombre cortó la llamada y extrajo de su bolsillo un aparato largo, se volteó de improviso hacia el lugar donde estaba parada Aline y apuntó. Aline, olvidando que no podía verla, se ovilló y cubrió la cabeza con ambas manos.
–Bum –dijo el hombre riendo.
Aline despertó ovillada al centro de su cama, cubriéndose la cabeza con las manos y sintiendo tanto frío como si durmiese a la intemperie. Ellos sabían de la existencia de guardianes y protectores. Era cuestión de tiempo para que los reconocieran.
Ya no quiso volver a dormirse, se acurrucó en la cama y esperó impaciente, que la noche se hiciera día, para correr al colegio a llevar las noticias a sus amigos.
Con las mochilas aún colgando de sus espaldas, Aline hizo que Alan y Simón esperaran en el patio del colegio, hasta que salió de su sala, acompañada de Melisa y arrastrando de la mano a un ceñudo Ignacio.
–Saben de nosotros –anunció.
–Eso ya lo sabíamos –susurró Ignacio, mirando alrededor, preocupado de no levantar sospechas.
–No me refiero a todos nosotros – insistió Aline –. Saben lo que tú y yo somos.
–No es posible –dijo Melisa, cubriéndose la boca con las manos.
–Claro que lo es, bella Melisa –dijo Simón, metiéndose una menta a la boca –. Si ellos se dedican a esto de cazar criaturas del universo, lo más lógico es que se hayan cruzado antes con otros como Aline e Ignacio.
–Así es –concordó Ignacio.
– ¿Y cómo tú sabes esto, Ali? –preguntó Alan.
Aline se sintió aliviada de poder al fin contarle a todos lo que le había estado sucediendo, de todas formas, decirlo no cambiaba en nada su convicción de mantenerlos alejados de los Mercenarios.
–Anoche, en mis sueños, vi la conversación que tuvieron los Mercenarios después que liberamos a Melisa –confesó.
– ¿Tienes sueños como los del rabioso? –preguntó Alan indicando a Ignacio.
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LA GUARDIANA
FantastikAline acaba de llegar a la ciudad y pensaba que hacer nuevos amigos en su nuevo colegio iba a ser el desafío más importante de su año. Sin embargo, ese sería la menor de sus dificultades cuando los Guardianes Universales, unas entidades superiores q...