10. Despedidas (parte 1)

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El sonido de una explosión remeció a Aline, su alrededor se volvió oscuro y por más que intentó aferrarse a Ignacio, pronto su rostro se diluyó en la penumbra, quedándole solo el recuerdo de él. Con eso tendría que bastarle, si Ignacio tuvo algunas palabras para despedirla, sería un misterio que jamás resolvería, pues esperaba no volver a verlo.

Estaba de regreso en el gris laboratorio, su cuerpo yacía inerte sobre la camilla, remecido por el impulso de unas planchas metálicas que una persona enfundada en un traje de plástico presionaba sobre su pecho, mientras otros se agolpaban a su alrededor.

–Está sucediendo –dijo Aline.

–Todavía no – la corrigió la criatura que estaba allí, como prometió –. Eres más fuerte de lo que sospechas.

–Ya no importa, los que venían a rescatarme se han ido –dijo sombría.

–Comprendo, sellaste tu participación en el desenlace.

El grupo de personas dio un paso atrás.

–Está estable –escuchó que decían –. Suficiente por esta noche.

La contemplaron unos instantes más y luego abandonaron en cuarto, dejándola acompañada de un profundo silencio solo interrumpido por el entrecortado pitear de la máquina que monitoreaba el tenue latir de su porfiado corazón.

Aline se acercó a mirar su cuerpo. Ya no se parecía a la imagen que le devolvió el espejo la última vez que se observó. Su rostro una vez sonrosado, se había tornado grisáceo y unos oscuros círculos morados se habían instalado bajo sus ojos cerrados; su pelo desparramado sobre la blanca almohada parecía hebras de paja tiradas al azar y moretones de diversas tonalidades cubrían sus brazos allí donde los pincharon para tomar las muestras a analizar.

– ¿Puedo atreverme a pedir algo, Guardiana?

–Claro –sonrió Aline, era la primera vez que la criatura la llamaba así.

–Vayan por mí –pidió la criatura.

– ¿Cómo dices? –se extrañó Aline.

–Tu participación en el desenlace terminó, ya no tienes influencia en él. Otros también tomaron sus propias decisiones –dijo la criatura –. No te olvides: vayan por mí.

Una sirena comenzó a sonar y apresurados pasos se escucharon correr fuera de su puerta.

–Están aquí –dijo la criatura desvaneciéndose.

Aline tardó un instante en comprender lo que la criatura acababa de decirle, confundida por el alboroto fuera de su puerta. Solo se le ocurría una razón por la cual los Mercenarios podrían alborotarse de esa manera, pero era un sinsentido tan solo considerar aquella posibilidad, después de todo su plan había resultado exitoso, le había revelado a Ignacio que estaba muriendo y con eso debió bastar para que se considerara liberado de su deber como Protector, no tenía sentido cumplir con el rescate de una Guardiana muerta y él lo había entendido, lo había visto cerrar la puerta del auto para hacer lo más sensato, regresar a casa, enviar a los pequeños a su planeta y continuar con sus misiones. Quería creer que el Ignacio que conocía no lo arriesgaría todo por ella, mas sabía que no era verdad; el Ignacio que conocía había arriesgado todo por ella, una y otra vez, desde el principio, sin importar lo que ella hiciera y esta vez no iba a ser esta la excepción.

Pensó en Ignacio, como la criatura le enseñó debía hacer para hallarse junto a él, deseando con todas sus fuerzas encontrarlo en la camioneta del señor Santos, regresando a casa. Sin embargo, el panorama cuando llegó a él distaba mucho de ser el interior de un vehículo.

LA GUARDIANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora