8. El otro Guardián (parte 2)

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Con la familia de pequeños azules informada y esperando relajadamente la entrega de la fuente de poder de su nave para partir rumbo a su hogar, Aline se dedicó a estudiar para los exámenes y a esperar alguna visión que le anunciara los movimientos de C. González. Sin embargo, debió aguardar hasta la primera hora del lunes siguiente, cuando tenía lugar su examen de historia, para descubrir que su profesor de siempre se había recuperado de las lesiones causadas por su accidente y estaba de regreso.

“Parece que C. González se ha ido para siempre”, le comentó a Ignacio tomando su lugar.

“Más parece que C. González ha ido a buscar refuerzos para acabar con todos nosotros”, contestó severo.

– ¿Estás preparada?

Aline estaba tan absorta buscando argumentos para continuar su discusión con Ignacio, que se sorprendió al escuchar a Cristóbal hablarle a su lado, creía que con la desaparición de C. González regresaría a su lugar habitual junto a Gerardo, quien ya no estaba bajo el control mental de Ignacio, pero él continuaba allí, haciéndole más difícil alejarlo de sus pensamientos.

– ¿Preparada? –preguntó sin entender del todo, a qué se refería.

–Para el examen –agregó Cristóbal contemplándola con sus ojos de sol.

–Si, claro, para el examen –dijo saliendo de su confusión – Estoy preparada.

–Muy bien –sonrió.

Aline se volvió a buscar a Vanesa y se la encontró aún instalada en el puesto junto a Gerardo.

“Ya no tengo nada que ver en eso”, aclaró Ignacio de inmediato. “El bonito intenta hablarte”, le avisó.

Aline se volteó de improviso, atrapando a Cristóbal con una mano extendida, intentando tocarle el hombro.

–Escucha, Ali –dijo él doblando el brazo para rascarse la cabeza –. Hay algo que quiero preguntarte.

–Si, claro, dime –titubeó Aline.

– ¡Silencio! –exclamó el profesor –. Guarden sus cosas, que el examen comienza.

–Después –dijo Cristóbal bajando la vista.

Aline pensó que Cristóbal se refería a “después del examen”, pero él acabó primero y para cuando ella salió, Cristóbal ya se había ido del colegio y aunque, quizás se tratase de una tontería, a Aline le intrigaba enterarse qué era eso que quería preguntarle.

Sobre lo que ya no tuvo más dudas, fue respecto al paradero de C. González. Esa misma noche, la vio en la puerta de un edificio sosteniendo una gran maleta, con el teléfono pegado a la oreja.

–Si, señor –la escuchó decir –. Ya voy de regreso –hizo silencio, mientras le hablaban por el teléfono –. Lo sé, señor, el nuevo objetivo es de mayor importancia.

Cortó la llamada apenas llegó un automóvil a buscarla y se alejó por el camino.

Un nuevo objetivo en la mira de los Mercenarios. Aline se estremecía considerando la suerte que podían correr esas pobres criaturas; al menos los pequeños azules regresarían a su tierra en paz.

Los días pasaron con rapidez y tras su último examen, Aline dejó el salón de clases, muy conciente que sería la última vez que estaría en él. Sonrió mientras bajaba las escaleras y contempló el patio, donde unos niños más pequeños, jugaban el eterno campeonato de canicas, del que ella y sus compañeros llevaban tiempo sin participar. Después que rescató el planeta venciendo a Daniel, se había pasado los recreos repasando la misión junto con sus amigos o parloteando con sus compañeras, pronto todos los chicos de su curso hicieron lo mismo, se distribuyeron en grupos de conversación en el patio, donde seguramente realizaban planes para sus propias misiones, porque no le cabía duda que cada quien tiene sus propias misiones que cumplir. En el colegio de los chicos grandes, del otro lado de la reja, no se jugaba a las canicas, pero eso ya no le importaba, ella y sus compañeros tampoco lo hacían más.

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