7. No es lo que parece (Parte 3)

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Bajó en puntillas a hacerse una taza de la infusión. Seguía sin confiar en su utilidad para atraer sueños mágicos de amor, pero sabía que algunas hierbas servían para inducir el sueño y esperaba que estas la ayudaran a dormir.

Bebió la infusión y se recostó a esperar, en algún momento debió quedarse dormida, porque efectivamente comenzó a soñar. Se trataba del sueño más extraño que Aline había tenido en el último año, incluso considerando que sus sueños eran el canal habitual de comunicación con los Universales y que se habían vuelto la forma más clara de espiar a los Mercenarios. Debía ser que con el tiempo había acabado acostumbrándose a esos dos hechos y, sabiendo que esperar, era capaz de tomárselos con naturalidad. Más lo que se le presentó en sus sueños esa noche no tenía nada de lo que se suponía debía esperarse en un sueño de amor.

En medio de la oscuridad nocturna, había una chica sentada en el centro de un claro cubierto de hierba, tenía los cabellos lisos y tan largos que le caían por la espalda y le cubrían brazos desnudos, convirtiéndose en su único medio de abrigo, aunque por la forma que temblaba se notaba que no era suficiente.

La solitaria chica parecía unos años mayor que Aline y, al acercarse más, notó que envolvía su cuerpo con los brazos y mantenía la cabeza gacha, como queriendo evitar que los sollozos se le escaparan del cuerpo.

Algo muy malo debía de haberle sucedido para estar tan triste. Aline sintió mucha pena por ella y extendió una mano para acariciarle la cabeza, pero quedó con la mano pendiendo en el aire, los cabellos claros de la chica instalaron una duda que no se atrevía a disipar.

Era su sueño, el sueño donde vería su futuro en el amor y solo esa chica estaba allí y aunque era algo terrible, Aline supo incluso antes que ella levantara la cabeza y sus ojos color cielo se encontraran que era verdad.

- ¿Qué haces aquí? -preguntó la chica.

Aline no pudo responder la pregunta que le hacía esa hermosa versión de ella en el futuro, porque su mente escapó hacia la conciencia, para rescatarla de la tortura de verse sufriendo en la más rotunda soledad.

A duras penas Aline pudo tragarse el desayuno la mañana siguiente, revolvió su tazón de cereales largo rato sin ánimos de llevárselos a la boca.

-Hija, no te preocupes más por tus notas -dijo su mamá, abrazándola-. En esta familia lo único que nos importa es que seas feliz.

Aline se acurrucó entre sus brazos. Habría querido contarle que el problema era que su futuro se veía solitario y triste, que sin importar las notas que sacara, acabaría llorando desconsolada en medio de la oscuridad.

-Gracias mamá -le dijo para tranquilizarla-. Voy a estar bien.

Caminó hacia el colegio escuchando la incesante conversación de Alan, que se hallaba muy entusiasmado planificando nuevas estrategias para burlar a C. González. Aline no tuvo ánimo, ni corazón, para contarle que la aventura estaba llegando a su fin y ya no tendría más la necesidad de actuar como un espía encubierto. No estaba segura que él quisiese volver a interesarse en las actividades que realizaba antes que los pequeños aparecieran en su vida, tampoco estaba segura que ella quisiera hacerlo, por más que deseara ser una chica normal, algo en su interior se resistía a terminar con la aventura.

Fue bastante triste sentarse junto a Cristóbal ese día. Por lo que le había indicado el té, Cristóbal no estaba en su futuro, de hecho, según el té, no había nada en su futuro, más que ella llorando en completa soledad. No quería hablar de aquello con nadie y por más que Cristóbal le preguntó una y otra vez qué era lo que le sucedía, Aline se limitó a sonreírle y hablarle de su cansancio en los estudios, que era el argumento perfecto, aunque en verdad no había estudiado nada.

LA GUARDIANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora