Las indicaciones eran claras, otra falta y sería sacrificada. Las leyes con los perros eran estrictas cuando eran razas grandes, más cuando se trataba del calibre de Vella, una mezcla de pastor alemán con labrador.
¿Cómo explicarles que sólo estaba defendiendo a su amigo de un ataque? ¿Acaso no sabían que los perros tenían manadas en los humanos?
Joshua, Marta y Steve eran la manada de Vella. Ellos le cuidaban, mimaban y paseaban, porque mientras Steve iba de misiones, Joshua le atendía bajo el ojo vigilante de Marta, pues aunque no pudieran costear a un cachorro propio, no significaba que no pudieran ayudar a su vecino en ello. Además, Steve estaba más tranquilo sabiendo que Vella no se quedaba sola en casa.
Agregando, un perrero les traía en la mira, no les dejaba ni salir. Siguiéndoles de cerca, esperando a que Vella hiciera algo para tomarla y llevársela. Así que el plan era simple, le enseñarían a Vella a ir a casa.
Ahí estaban, a cuatro manzanas retirados del edificio, Vella portaba su collar orgullosa, esperando las indicaciones de Steve. Ella piensa, es un juego.
–¿Lista Vella? –Ella ladra, se inclina sobre sus patas delanteras. Steve quita la correa. –Ve a casa, ¡ve a casa Vella!
Ella sale disparada, él le sigue.
–¡Lo hizo Steve, lo hizo!
Joshua la tiene entre sus brazos, acariciándola y felicitándola. Marta le da un pedazo de salchicha que recibe gustosa.
–Espero funcione.
Vella le ve, la bribona no sale de los brazos de Joshua, niega, le mimó demasiado.
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Vella
Hayran KurguSteve es bueno con las máscaras. Se atrevería a decir, que es mejor que cualquier espía o persona. Una caja le ha brincado a los pies, se ha puesto en guardia. Busca al enemigo. Ríe, su atacante no pesa más de un kilo. -A ti también te han abandonad...