23. Fugaz y explosiva

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Adrián

Me costó convencer al idiota del prometido, pero al menos ya tengo a Elena para mí solito.

—¡¿Se puede saber qué haces?! —Se separa de mí y se gira a mirarme indignada, ya que estamos en un lugar apartado de los pasillos —¡¡No puedes interrumpir así una reunión importante!! —se queja.

Me río, luego me muerdo el labio inferior, ya me encendí.

—Ay, baby, ese carácter me encanta ¿Por qué no lo usas para despachar a tu prometido? Así las cosas entre nosotros serían más fáciles —Ladeo la cabeza —¿No lo crees, amor?

—No soy tu amor ni nada, deja de molestarme, no voy a terminar con Edel, ¿entendiste?

Dejo de sonreír.

—¿Tan enamorada estás de ese tipo? —Doy dos pasos hacia ella y retrocede, entonces la detengo agarrándola de la cintura —¿Acaso él te hace gemir como yo? —susurro en su oído y se le escapa un jadeo.

Está sonrojada, pero me empuja, logrando zafarse de mí.

—Eres un pervertido, un promiscuo, no todo se trata de sexo, imbécil.

Me río.

—No me respondiste, voy a tomarlo como un no, apuesto que hace tiempo que no comparten cama.

Sus mejillas se vuelven más rojas y gira la vista hacia un costado.

—E... esa es mi intimidad, no te incumbe.

—Claro que sí, desde que tuvimos dos encuentros fogosos en menos tiempo que tu prometido, que de seguro fue hace un año, ya que intentan arreglar algo que por supuesto ya está roto, ni siquiera tienen pasión como nosotros.

—¡Calla! Si tenemos.

—¿Cuándo fue la última vez que lo hicieron? —repito.

—¡No te importa!

—Vamos Elena, fuimos íntimos, esas cosas ni deberían molestarte.

—No tienes porqué saberlo.

—Vale, tienes razón, pero no puedes negar que entre tú y yo hay química, fuegos artificiales, pasión —Muevo las cejas —. Hasta sé que te gustaría repetir.

Alza la vista, presionando los puños.

—¡Claro que no, no soy una promiscua como tú! —me grita.

Río.

—Cariño, esto se trata de mi amor por ti —Apoyo la mano donde está mi corazón —, tú sola me enciendes de esta manera tan fugaz y explosiva ¿No lo ves?

—No me interesa —Se gira para irse pero la agarro del brazo —Suéltame —exige y la empujo hasta mí —¡Ay! —chilla sonrojándose —Maldito promiscuo —expresa cuando estoy a centímetros de sus labios, presionando su cuerpo contra el mío.

—Y te encanta.

—Cla... claro que no —dice nerviosa.

—¿No te gustaría vivir la adrenalina, Elena? No huyas de mí, baby.

—No lo hago.

—Entonces ven aquí.

La beso y me corresponde, recorro mis manos por ese vestido azul, la acorralo contra la pared, acariciando sus piernas. Ella reacciona rápido a mi toque, pero reprime cualquier sonido que se le pueda escapar de su deleitante boca. Necesito follarla aquí y ahora, pero estoy seguro de que no me va a dejar. La señorita Richerd, es toda una dama y eso lo respeto. De hecho esos modales me ponen a mil, echo fuego.

Míster Libido (R#0)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora