32. Equivocación

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Adrián

Música a todo volumen, salto sobre mi sillón y simulo tener una guitarra mientras bailo.

¡Fiesta, fiesta!

Mis amigos me miran raro. Jairo le da algunos codazo a Jacob para que sea él, quien pregunte el porqué de mi alegría. El cobrizo bufa, pero entonces le hace caso.

—¡Hey, Míster Libido! —me llama contento y dejo de bailar —¡¿Por qué tanta fiesta?! —Sonríe para luego burlarse —¡¡¿Al fin cumpliste tu sueño de hacer una orgía?!!

—No te metas con él —se queja Jairo —¡Me van a despedir por tu culpa! —Alza la voz.

—Ni que te pagarán bien —Ríe Jacob.

Hago una carcajada.

—¡Estoy feliz! —Salto ignorando su discusión —¡Elena me dijo que sí, tendremos una casa y muchos perritos!

—¿Te dijo sí en qué cosa? —Alza una ceja el cobrizo.

Amplio mi sonrisa.

—En que me elegiría a mí.

—¿Muchos perritos? —pregunta Jairo —¿Por qué no hijos? —Se queda pensativo el morocho.

—¡¡Porque los perritos no lloran a la noche, así que podré tener sexo las veces que quiera, sin preocuparme de cambiar pañales!!

—¿No tienes mucamas para eso?

—¡¡Cállate, Jairo!! —lo reprendo y se sobresalta asustado.

—Vas a perder el trabajo —se burla Jacob y luego me mira —. Pero tengo una duda, ¿no dijiste que la última vez no usaste preservativo? Recuerda que para no tener bebés debes utilizar un condón, genio —expresa con sarcasmo lo último.

Dejo de saltar, bajo del sillón y me acerco al cobrizo, entonces sonrío con confianza.

—Siempre me cuido, esa fue la excepción, de hecho si tuviera hijos con Elena, no me molestaría, pero este no va a ser el caso —Agarro un vaso con cerveza que me serví con antelación y lo bebo —. Así que puedes seguir burlándote de la nada, porque no tendré niños.

—Y si tienes me reiré a carcajadas —exclama con altanería.

—Jacob no lo provoques —expresa Jairo asustado y el otro se ríe —. Por favor —insiste.

—Vale, por el tonto del grupo me callaré.

El morocho rueda los ojos.

—Estúpido eres tú.

—Tú eres el que le lame las botas.

—Claro que no.

—¡Ay mami, auxilio! —se burla el cobrizo, y une sus manos fingiendo que ruega —¡Me van a despedir! ¡Jefe, no lo haga!

Jairo presiona los puños furioso.

—Ya cálmense —Me río —. Estábamos hablando de Elena, no de ustedes, engendros aburridos —digo y se quedan callados mirándome mal.

—Vale, te la perdono porque estás enamorado —Jacob me saca el vaso de cerveza y se toma lo último que queda —. Pero no entiendo una cosa...

Jairo lo observa de mala manera.

—Tú y tus peros arruinan todo.

El cobrizo se ríe.

—Déjame terminar —le pide y luego vuelve a mirarme —¿Dónde está tu amada Elena?

—¿Qué? —digo confundido.

—¡Sí! Dijiste que no te contesta las llamadas, ¿no? Quizás ya se arrepintió de lo que dijo.

Frunzo el ceño.

—No sé ni para qué te cuento las cosas —digo molesto.

Sonríe.

—Yo que tú averiguo.

Miro a Jairo.

—¡Averígualo! —le ordeno.

Mi empleado bufa.

—Sí, jefe.

Al día siguiente descubro que Elena se ha mudado y que por esa razón no le llegaban mis llamadas. Además de que no la encontraba en su casa, tampoco la hallaba en su trabajo, de hecho al parecer ha dejado de ir a trabajar también. No sé de qué me he perdido, pero no parece nada bueno.

Estoy en mi coche, esperando que salga de la casa de sus padres, y casi que me duermo al pasar las horas, porque al parecer en ningún instante sale. Llega un momento de suerte cuando al fin la visualizo fuera del hogar de su familia, parece nerviosa, pero está igual de bella que siempre. Bajo de mi auto, entonces sus ojos se abren en grande cuando me ve, yo solo sonrío feliz.

—Elena —Me le acerco y ella retrocede, así que alzo una ceja confundido —¿Sucede algo? Te he estado buscando y he descubierto un par de cosas extrañas.

—Me... me estaba yendo de mi amiga —me aclara.

—Ah disculpa, no hay problema, te llevo si quieres —Señalo el auto y ella niega moviendo la cabeza.

Se ve diferente, actúa de forma distinta, más ¿tímida? Parece miedo también. Es extraña la situación, no comprendo.

—Elena —Intento agarrar su mano y la aparta —¿Hice algo malo?

—No... —expresa en un tono bajo —es solo que me di cuenta de algunas cosas.

Frunzo el ceño.

—¿Qué cosas?

—Que me equivoqué, no siento nada por ti, estoy segura.

Auch, eso me rompió el corazón en mil pedazos. Me ha rechazado muchas veces, pero en esta ocasión es distinto. No me deja tocarla, hasta me observa con una mirada fría. Hay algo que no sé, y mientras no tengo idea de lo que es, me lastima.

Míster Libido (R#0)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora